José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

Nos cuidaremos y nos abrazaremos


Compartir

… Un fin de semana movidito. En dos asambleas distintas. Participando, escuchando, mirando a los ojos de los participantes, aprendiendo… y, por fin (y con prudencia), abrazando. La primera, con los Grupos Loyola en El Escorial, donde entre otros temas tratamos los cuidados… y los abrazos. Una necesidad que va más allá de la pastoral de la salud. Que el cuidado y la escucha lo necesitamos en los grupos y en la sociedad entera. Todos. Entre esos “todos” también aquellos políticos envenenadores con la palabra y con el marketing apropiado, que debieran ir poniendo en el centro de las decisiones políticas la sostenibilidad y el cuidado de la vida, de todas las vidas, situando como elemento de análisis la vida cotidiana de la gente y sus preocupaciones. No las suyas. Cuidados a todas las personas (de fuera y de dentro) no solo a los mayores (¡que también!) , y añadiendo el trabajo y la perspectiva de cuidados como aspecto determinante de las condiciones de vida de la misma gente, desplazando otros objetivos que solo buscan productividad y beneficios cuando se trata, por ejemplo, de cuidar.



Y la otra asamblea, en La Ventilla, en Madrid, en Pueblos Unidos, con migrantes. Donde también sonaba en algún momento la misma música, o parecida , respecto a la necesidad de la escucha.

Porque de eso se trata. En un mundo de tanto ruido, o donde se habla de sociedades narcotizadas, donde el silencio se convierte en cómplice, o al contrario, se llena de palabras y ruidos inútiles, es necesario cuidar y escuchar, para atender, para comprometerse, para avanzar.

Es complicado resumir testimonios vitales cuando uno participa en asambleas variadas. Hoy me quedo con el de Hamoudi, migrante de Malí de quien ya he dejado constancia de mi emoción al escucharlo y al mirarlo. Porque una de las imperiosas necesidades con los que nos necesitan es la de saber escuchar y mirar. Y hacerlo no de manera asimétrica. Colocarlos –y colocándome– en el plano de la igualdad en donde nos ha situado la inmensa dignidad de hijos de Dios y hermanos de los hombres.

“Nadie deja su hogar salvo que su hogar sea la boca de un tiburón”

“Tienes que entenderlo, nadie pone a su hijo en un barco salvo que el agua sea más segura que la tierra”. Estos versos de la poeta anglo-somalí Warsan Shire me vinieron a la memoria al escuchar el relato testimonial de Hamoudi, el joven migrante de Malí narrando su experiencia –siempre con una sonrisa– atravesando África hasta llegar a Madrid. Hay otros: “Nadie deja su hogar salvo que su hogar sea la boca de un tiburón”. Hogar, mar, tierra… de todo ello hablaba y nos emocionaba –lo hacía siempre con la sonrisa en los labios– a todos los que asistimos el pasado domingo 17 a la asamblea (¡presencial, por fin”) del voluntariado de Pueblos Unidos, una casa con dos puertas (en La Ventilla y en Maldonado). Estoy deseando que Hamoudi sea capaz también de pintar su experiencia (incluido su salto de la valla donde dos compañeros murieron posteriormente), pues es pintor (nos lo desveló un asambleísta, al ver que el maliense, por modestia, no lo declaraba). Y, además futuro, electricista. Entonces veré como traduce en colores su experiencia vital. Su historia, su familia, sus gozos y sus dolores (Marruecos, Melilla, pateras…). Todo lo que fue desgranando en un viaje testimonial hacia nuestro deseo de seguir aprendiendo de ellos.

Surgía al mismo tiempo que le escuchaba, la buena noticia de la reforma del Reglamento de Extranjería aprobada estos días en Consejo de Ministros, gracias al que jóvenes como Hamoudi podrán continuar formándose y haciendo prácticas para que su entrada en el mercado laboral sea más sencilla

Actualmente se encuentra en Madrid, en Pueblos Unidos, y está estudiando la ESO y un curso de electricidad. No puede hacer las practicas si no tiene permiso de trabajo. Con el cambio de reglamento, Hamoudi podrá recuperar su tarjeta de residencia con autorización a trabajar y poder continuar con su formación. Cuando escuchamos palabras y dialogamos con gestos, cuidados y emociones parecidas descubriremos la necesidad que Hamoudi y tantos otros tienen de no tirar la toalla, de seguir luchando y saltando los obstáculos que se han ido poniendo en su camino. Y descubriremos como siendo tan joven no pierde la sonrisa ni sus ganas de conseguir sus objetivos. Un chico entregado, agradecido y dispuesto a ayudarnos siempre que se lo hemos pedido. Se coloca simétricamente.

menores migrantes no acompañados MENA en Getafe

Se merece esta reforma de ley, esta oportunidad, ya que ha demostrado en todo momento su constancia y su afán de superación. Chicos como estos son necesarios en nuestra sociedad.

“¿Qué tal si deliramos por un ratito?” –dice Galeano – “¿Qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia para adivinar otro mundo posible? El aire estará limpio de todo veneno que no provenga de los miedos humanos y de las humanas pasiones…”.

Y así, de manera personal o asamblearia, en vez de atizarnos unos a otros con el látigo de la palabra, de la ley o de las armas de todo tipo, nos cuidaremos los unos de los otros. Y nos abrazaremos.