Nadie da duros a cuatro pesetas


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Para empezar

“Nadie da duros a cuatro pesetas” es un refrán de uso general que viene a proclamar que las cosas nunca se dan de manera gratuita o, dicho de otro modo, nadie da nada a cambio de nada. Esta expresión denota suspicacia, cierta desconfianza ante la insólita generosidad mostrada por alguien. Un duro era una moneda con un valor de cinco de las antiguas pesetas, por eso no te dan duros a cuatro pesetas.



Este refrán se puede aplicar perfectamente en el mundo del asesoramiento financiero. Cualquier servicio en cualquier ámbito debe llevar una contraprestación, normalmente económica, por lo que cuando alguien dice que te da algo gratis, conviene analizar la situación en detalle. Si tu no conoces la cuantía del pago de un servicio que recibes, normalmente es porque alguien, en la cadena del servicio, realiza de forma interesada ese pago por ti. Es mejor pagar una cuantía conocida por un servicio que recibes de manera auténtica, que tener un servicio que paguen otros: no sabes lo que pagan, pero sobre todo, no sabes lo que reciben.

Por dónde nos movemos

El carácter afable y confiado de personas entregadas a la vida consagrada se ve incrementado si cabe a la hora de hablar de asesoramiento financiero. La falta de conocimientos financieros que impera en la sociedad, agudizada en el entorno religioso, fomenta en muchos casos el aprovechamiento desde la propia industria: es relativamente sencillo practicar un cierto engaño en beneficio de la propia entidad en lugar del beneficio del cliente.

No es extraño escuchar que el asesor X no cobra, y al estudiar las carteras ver que ha recomendado fondos de la propia entidad con elevadas comisiones, o fondos con retrocesiones (pagos que realiza la entidad gestora al asesor en concepto de colocación del producto). Así, el asesor busca su propio beneficio y en ningún caso el del cliente.

Qué dice la Iglesia

“Sin embargo, hay que evitar dos extremos: por un lado no servirse de asesores para no gastar dinero, corriendo así el riesgo de incurrir en problemas legales, económicos y fiscales; y por otro, gastar el dinero del Instituto en asesoramientos, emprendidos sin discernimiento, que no siempre son eficaces” (Líneas orientativas para la gestión de los bienes en los Institutos de Vida Consagrada y en las Sociedades de Vida Apostólica, CIVCSVA).

Cómo lo aplicamos

Mediante una auditoría o diagnóstico, entre otras cosas, se analizan todos los instrumentos financieros de una cartera en términos de costes. Este exhaustivo análisis dará la clave para saber qué cambios hacer en las inversiones para reducir significativamente los costes. En ocasiones se ha conseguido reducir hasta un 1,5%.

Para poder llevar a cabo el asesoramiento al cliente se requiere no solo un profundo conocimiento del mercado y de los productos disponibles, sino también el acceso a los datos y metodologías (propios o por medio de proveedores de servicios). Solo de esta forma se puede configurar una cartera robusta y que vele por los intereses del cliente.

La independencia, no solo desde el punto de vista de las retrocesiones sino también del producto propio (tenerlo suele sesgar las recomendaciones del asesor), fomenta la búsqueda del vehículo más apropiado y barato para el cliente. Y el beneficio del cliente, huelga decirlo, redunda en el beneficio del asesor, haciendo la relación más duradera y basada en la confianza.

Desde la realidad

Las entidades frecuentemente recomiendan fondos que rara vez son las mejores opciones para el cliente, dependerán de las necesidades de cada uno. Pero lo hacen porque van en su propio beneficio. Invertir en fondos puede ser apropiado, pero a veces lo es más en otros tipos de productos, más baratos, pero que no dejan tantas comisiones a la entidad.

La escasez de conocimiento del cliente fomenta la picaresca y el engaño, nublando la capacidad del asesor de recomendar de forma independiente y perjudicando esta picaresca no solo al cliente, sino también a la entidad y a todo el sistema financiero con su reputación.

Un servicio ofrecido por:

alveus