José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

Mujeres migrantes, mujeres empoderadas


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Celebrando el Día Internacional de la Mujer quiero, de nuevo, modestamente, difundir el ejemplo paradigmático de unas mujeres “a pie de calle o al pie de las vías”. Y de paso hacer frente ante tanta estupidez europea en la gestión migratoria con el ejemplo de mujeres sencillas (nada de Cenicientas convertidas en princesas) que nos facilite a la sociedad civil herramientas para la cada vez más necesaria creatividad para la lucha, el encuentro, el diálogo, la organización y el entendimiento en la gestión del fenómeno migratorio. Y para que en medio del fragor de la desquiciada actualidad en la frontera greco-turco este ejemplo de mujeres valientes pase a primer plano. Porque estamos de aniversario.



Un 14 de febrero de 1995 (¡Día de los enamorados!) dos mujeres volvían a casa tras comprar algunos alimentos. Se pararon ante las vías para que el tren pasara. Oyeron gritos. Unos migrantes agitaban sus manos desde el techo de los vagones del tren y pedían comida. No lo dudaron. Y les lanzaron sus bolsas de comida. Desde entonces –llevan 25 años haciéndolo– no ha habido un solo día en el que Norma Romero y su grupo de mujeres no hayan compartido solidaridad y comida preparadas por ellas desde la madrugada.

Cuando la esperanza parece perdida, son Las Patronas quienes ofrecen cotidiana y anónimamente un ejemplo sorprendente de solidaridad que contrasta con el descarte que sufren muchos emigrantes en muchas partes del mundo –Grecia es el ejemplo más reciente y cercano–. Esas mujeres mejicanas celebran su 25 aniversario con una misa al lado de las vías y con su cotidiano quehacer: mujeres empoderadas en la fortaleza de la dignidad y la lucha para borrar (más vale pronto que tarde) el estereotipo de la vulnerabilidad de las mujeres migrantes.

25 años. Los mismos de la Declaración de Beijing, pues, en 1995, la 4ª Conferencia Mundial de la ONU sobre la mujer adoptó su resolución para potenciar el empoderamiento de la mujer en todo el mundo estableciendo objetivos estratégicos para lograr la igualdad de género en 12 áreas, incluida economía, violencia contra las mujeres, mujeres en el poder y mujeres y el medio ambiente.

Conductas bestiales

Hoy también, al amanecer, cimbran las vías del tren, incluso vibra un poco el terreno donde se asienta el llamado camino de hierro, el tren está a punto de silbar… Como si olfatearan unos caballos a galope, en ese momento, ellas dejan todo, toman bolsas de comida y corren a los lados de las vías del tren llamado ‘la Bestia’ en busca de rostros hambrientos y cansados con un brazo extendido que les permita tomar algo que les refresque y les de vida. Y así siguen dando luz cada vez que pasa el tren.

Y entre las ‘bestias’ ferroviarias y las otras conductas bestiales que impiden el desarrollo integral de los migrantes, como vemos a menudo, está en primer plano el ejemplo de las mujeres migrantes. Son hoy, casi la mitad de la población migrante del mundo y su número va en aumento. De ahí, en gran parte, los cambios en los flujos migratorios y cómo la migración femenina se equipara en importancia en todos los niveles a la masculina. Migran tanto como los hombres y su migración tiene los mismos efectos económicos. Pero todavía con doble sufrimiento. Por ser mujer, y por ser pobre. O triple sufrimiento si además son irregulares, o cuádruple si son porteadoras, como la que murió recientemente en Ceuta por no poder comer en su intento de traspaso de fronteras. O quíntuple si llevan al niño en brazos o los tienen que defender de los gases actuales y arpones en el mar de la policía en la frontera turco-griega.

Porque, mientras tanto, en Europa, además de comprobar los actuales efectos del vergonzoso acuerdo entre Turquía y la Unión Europea para devolver refugiados, la frontera entre Grecia y Turquía ha sido de nuevo el tapón escandaloso entre dos mundos (no solo geográficos) utilizando a los migrantes como arietes en el ataque o como moneda de cambio. Y la policía se ha atrevido a lanzar gases y bombas lacrimógenas para detenerlos; entre ellos, mujeres y niños.

He recordado fotografías de los primeras entradas por esas fronteras al ver las actuales. Una de ellas es también la de una mujer desmayada ante la que cae un chorro de agua fresca donde una mano también femenina y anónima intenta, en el “fragor de la batalla”, despertarla de su desmayo. Para “darle vida”, como si de un nuevo bautismo se tratara. Y nuevamente, grabadas a fuego en mi corazón, escenas parecidas me siguen “hablando” de mujeres migrantes acunando mis sueños para fortalecer la utopía. Y he comprendido porqué determinadas autoridades policiales aconsejan no mirar a la cara a las migrantes. Por ejemplo, la de aquella niña de entonces que casi ahogándose por los gases huye despavorida sin querer desprenderse de una muñeca. Como si fuera su tabla de salvación. Recuerdo que en aquellas imágenes me pareció recordar que entonces uno de los guardias que disparaba gases, lo hacía con los ojos cerrados. Para no ver la mirada de horror de los niños y de los pobres. Dicen que aquel policía de ojos cerrados se llama… Europa.

Volvemos a las Patronas. En esta lucha paradigmática de la que se cumplen 25 años de mujeres fuertes y empoderadas desde su dignidad, está la lucha femenina y emigrante actuando organizadamente por convicciones profundas. Las de Norma, muy enraizadas en su fe católica. Lo vi en sus ojos cundo tuve la gracia de encontrarme en España con algunas de ellas, luchando y organizándose por producir transformaciones en la situación social de la cual son víctimas y que España oyera su voz. Entre ellas, la Comisión Episcopal de Migraciones.

Una de ellas me contaba: “De pequeña no venía al tren; nada más ayudaba a recoger las botellas para el agua o en la cocina, hasta que un día el tren se paró y todas vinimos corriendo. Esa fue la primera vez, casi ni les pude dar nada a los migrantes. Solo alargué mi pequeño brazo de niña para intentar llegar al suyo que sujetándose en los asideros del vagón del tren se alargaba hacia mi mano donde ofrecía una bolsa de comida. Con Arroz y frijoles. Y una botella de agua. Luego me enseñaron a hacerlo mejor”. En este Día de la Mujer, caminaré con su recuerdo y ejemplo. Y alargaré mi mano para encontrarme con la suya. Con la de todas las mujeres migrantes. Lo haré con la pancarta ‘Soy de la Generación Igualdad: Por los derechos de las mujeres’.