Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

Mensajes para el nuevo año: Yérguete, respira e ilumina


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Imagina que estás frente a María y que ella te aconseja cómo vivir este 2022. Probablemente sus anhelos podrían ser semejantes a los que les comparto hoy desde mi experiencia de oración con ella…



Yérguete

Estaba recogida rezando, postrada por mi fragilidad y debilidad; en actitud de sempiterna culpa quizás. De pronto oí fuerte una voz que me decía interiormente “YÉRGUETE” y mi columna se fue enderezando lentamente. El mensaje fue claro; “asume tu dignidad, tu valor. Eres hermosa y amada por mí y por Dios”. Fue como si me tomaran del alma y me estiraran para hacerme consciente de lo que soy. A la vez, me invitaba a hacer ese ejercicio con todas las personas que me encuentre, haciéndolas sentirse dignas, valoradas, amadas, hermosas ante Dios y ante sí mismas. YÉRGUETE… palabra extraña, pero que significa mucho para mí y para cualquiera que, como yo, se sienta poca cosa; se sienta siempre en deuda; se sienta con poco valor. Fue muy lindo este movimiento que está lejos de la soberbia o el ego. Es saberse simplemente hijo/a digno/a, hecho a imagen y semejanza de Dios. ¿Cómo vivir así de consciente? Mi valor y dignidad no son por mis méritos o por mis acciones, sino porque Dios me amó primero y por ello me creó valiosa y digna.

Respira

Una vez que enderecé mi espalda, la voz interior me dio una nueva instrucción: “Respira y disfruta la vida que te doy. Todo lo que vives es un regalo, un aire de vida que insufla alegría y energía”. Obediente, respiré recogiendo todo lo que soy, mi historia, mis características, las personas que con que me he encontrado como huellas evidentes de Dios. Sentí entonces que inspirar es tomar la fuerza vital conscientemente. Es sentirse vivo radicalmente. Es llevar el aire frío o tibio al corazón desnudo con todo lo que ello implique. Inspirar es sentirse pulsando el hálito de Dios en el cuerpo. Una vez que este aire entra debo procesarlo, degustarlo, pasarlo por mi filtro, por lo que he sido y por lo que soy, para luego espirar. Este ejercicio de mantener el aire me invita a gozar, a disfrutar intensamente cada mirada, cada reflejo de Dios, cada color, cada comida, cada sonido o paisaje. Espirar, por su parte, es sacar fuera ese aliento con mi carisma particular. No es casualidad que yo exista y la forma en que yo entregue vida es mi aporte original a la orquesta de sonidos. Dios quiere mi nota; la necesita para lograr la armonía. Es bonito y significativo saberse necesario, que la vida de uno tiene sentido. Que por pequeño que sea el aporte debe ser entregado.

Ilumina

Pensé que el diálogo había terminado, pero la voz de mi alma me interpeló una vez más. “Ilumina, sin deslumbrar. Da calor, ofrece un abrazo al alma con que te encuentras. No dejes que pase de largo sin que tu cariño se quede impregnado en ella”. Entonces medité en mi vida y vi que cuando mi llama alumbra, también se gasta, se consume, se da y eso es una entrega que puede llegar a ser felizmente dolorosa. Me voy fundiendo con el otro, con su dolor, con su esencia, con su vida y por instantes ser comunión. Entonces iluminar, más que una misión solidaria y disfrute de los demás, pasa a ser un contacto, un vínculo de amor con la otra persona. Quizás por eso iluminar y acompañarnos van juntas. No soy una iluminada; soy una amorista. Siento que mi fuego interno se amplifica con el viento que el otro posee. Todo fuego necesita oxígeno para vivir. Primero el personal: erguirse, respirar son parte de este proceso si no, no puedo iluminar a nadie. Cuando me encuentro con otro, me adhiero a su soplo de vida y mi fuego se enciende más y enciende el del otro.

Yérguete, respira, ilumina es la misión, el carisma que me trasmitió una Virgen sonriente y dulce para este 2022.