Los desafíos de los jóvenes en la Iglesia


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“Por favor mantengan viva la alegría, es signo del corazón joven, del corazón que ha encontrado al Señor”. Papa Francisco.

En medio de las dificultades propias de los últimos dos años a causa de la pandemia, sin lugar a duda los jóvenes han sido uno de los segmentos de la población que mas han resultado afectados. Lo anterior, evidenciado de forma contundente en las altas tasas de desempleo, los efectos negativos en la salud mental, las dificultades en materia de educación, especialmente para aquellos jóvenes en condición de pobreza que no cuentan con conexión a internet, entre otros.



Sin embargo, en medio de la reactivación económica que por estos días se está dando en los diferentes países del mundo, es preciso discernir en torno a los desafíos de los jóvenes en escenario de postpandemia, y más específicamente, los desafíos que se tienen en el marco de la iglesia, en especial el papel que tendrían que desarrollar los jóvenes en y desde la iglesia.

Para comenzar, dadas las características y la enorme diversidad existente cuando se habla de jóvenes, resulta cuando menos relevante hacer una salvedad, no se trata de homogenizar ni mucho menos a los jóvenes, sino tratar de poner sobre la mesa los principales temas, necesidades, desafíos que, en medio de las distancias, gustos y modos de ser, los jóvenes están llamados a atender, en su mayoría de forma común. Siendo así, es preciso también advertir que esto es tan sólo un pequeño bosquejo de lo que podría ser en el actual contexto mundial un tema importante, que daría para un análisis más profundo y por qué no, hasta para ahondar en el cómo hacer realidad estos desafíos de los jóvenes en la iglesia universal que a continuación se esbozan.

Constructores de Paz – Forjadores de Reconciliación

En un mundo como el que estamos viviendo, en el cual se observan grandes avances en la ciencia, en la tecnología, y en muchos otros escenarios de la vida, se podría afirmar de que el desarrollo de las sociedades no tiene vuelta atrás y que somos mejores que antes; no obstante, si bien no se pueden negar dichos avances, los conflictos armados y las recientes tensiones en torno a nuevas guerras, es lo que termina siendo la paradoja en el desarrollo de las naciones, pero al mismo tiempo, es la oportunidad y el deber que, desde la iglesia se tiene que atender de manera prioritaria: la búsqueda de la paz, de la reconciliación.

Lo anterior, se logra con la participación de los jóvenes en la iglesia, que puedan desde allí y con la vitalidad que ellos y ellas tienen, la que marque la diferencia ante la opinión pública, ante los gobiernos y en general ante las sociedades en pro de generar iniciativas que promuevan la construcción de paz en todos los niveles.

Al respecto, no se puede negar que ya se han dado pasos que pueden servir de ejemplo, para que sean replicados con ahínco en los diversos espacios. Sólo por citar un caso reciente, en el año 2016 en Colombia, posterior a los resultados del plebiscito establecido como mecanismo para refrendar el proceso de paz entre el Estado colombiano y la guerrilla de las FARC, y cuyo resultado fue una victoria para el NO con el 50,21% de los votos[i], fueron los jóvenes los que salieron a las calles de las principales ciudades del país a manifestarse y exigir que se llegara un consenso entre las partes, con el fin de validar los acuerdos, es decir, en la juventud estuvo en buena medida el oxígeno necesario para que al final se lograra refrendar el acuerdo.

En ese sentido, los jóvenes deben hacer mella en la iglesia cimentando procesos desde lo local, con el fin de acompañar a las comunidades en la búsqueda del diálogo necesario que permita desde ambientes fecundos la construcción de paz, siendo interlocutores o mejor, desde un sentido cristiano, siendo apóstoles de paz y reconciliación, sin importar el tipo de conflicto existente o la crispación/polarización que se pueda presentar, más allá de si la ausencia de paz se debe a conflictos políticos, ambientales, religiosos, etc.

Sin miedo

Al decirle e invitar a alguien a no tener miedo del futuro, a no preocuparse, a no tener miedo ante cualquier escenario de incertidumbre, parece fácil escribirlo, algo sencillo decirlo, pero probablemente nada elemental ponerlo en práctica. Pues bien, ese termina siendo un desafío evidente y al mismo tiempo necesario para los jóvenes en la iglesia, particularmente en lo siguiente:

  1. Al diálogo ecuménico e interreligioso

Los jóvenes de ahora se perciben más abiertos a escuchar, a comprender, por lo que es de suma importancia que puedan cosechar esa semilla del diálogo ecuménico, que propenda hacia la unidad de las iglesias cristianas, enmarcado en el respeto, pero reconociendo las enormes cercanías, tanto históricas como de principios que tienen.

Ahora bien, no basta sólo con un diálogo entre iglesias cristianas, los jóvenes han de ser también ejemplo para abarcar espacios de encuentro con otras religiones, sin ningún temor o predisposición, tan sólo permitiendo que el Espíritu Santo obre y trasmita la capacidad para saber construir desde la diferencia, desde la diversidad, para buscar y caminar incansablemente hacia la generación de consensos, toda vez que, hay muchos temas que independientemente del credo, abarcan la necesidad de trabajar juntos, como la lucha contra el cambio climático, contra las desigualdades sociales o la corrupción, por mencionar sólo algunas.

En ese sentido, los jóvenes han de superar cualquier temor que de antaño pueda zumbar al oído y derribar los muros sectarios que tratan de torpedear y hacerlo ver como si dialogar y compartir espacios entre “diferentes” fuese una conspiración. Y para la muestra de que sí es posible, se podría mirar la experiencia de encuentro ecuménico/interreligioso que se da en la pequeña localidad de Taizé en Francia, en la cual convergen desde hace más de 70 años jóvenes de diferentes partes del mundo y de distintas creencias religiosas, siendo un ejemplo en la búsqueda de la unidad y reconciliación.

2. A defender los principios y valores

La juventud ahora está más en un caminar de búsquedas espirituales individuales, muchas de ellas alejadas de instituciones, por lo que aquellos jóvenes que están dentro de la iglesia tienen el enorme compromiso de inspirar y de atraer a otros, pero para ello es fundamental que conozcan y defiendan los principios y valores cristianos; defensa que, por demás, puede darse desde el mismo sentir y hacer, es decir, sin tener miedo frente a la crítica o el qué dirán, sin caer en la negación, así como en algún momento le sucedió a Pedro al decir “Yo no conozco a ese hombre del que me hablan” (MC 14,71). Todo lo contrario, los jóvenes sí lo conocen y tienen que mostrar y hacer evidente la forma del cristiano desde sus acciones, con la alegría característica de alguien que a quien a Dios tiene nada le falta, como diría Santa Teresa.

3. Al llamado del Dios de misericordia

La iglesia como es de notorio conocimiento necesita vocaciones que estén al servicio de las comunidades, en especial que conlleven a la vida religiosa. En ese orden, es tiempo para que la juventud de la iglesia se disponga al discernimiento y encuentre en él, la mejor herramienta para que desde el silencio y la oración, se pueda hallar las respuestas a la misión de vida y de paso a esas preguntas existenciales que suelen darse en esa etapa de la vida. No resulta fácil, pero hay que dejar el miedo ante el llamado del Dios de misericordia, ser perseverantes y tener la capacidad de discernir, para dar el sí, para ser dóciles como Samuel y decir “habla Señor, que tu siervo escucha” (1S 3, 9-10), ya bien sea a la vida religiosa o al llamado que Dios tenga reservado. Por cierto, desde ya hay un llamado a los jóvenes y es la preparación para la próxima Jornada Mundial de la Juventud, escenario propicio para entre otras cosas, compartir y escuchar a Dios en todas las manifestaciones, momentos y personas.

4. A la búsqueda de la verdad

Uno de los mayores desafíos actuales recae como consecuencia de las redes sociales y en general de la tecnología, y tiene que ver con la superficialidad que se da al expresar el modo de vida, algo que se acompaña – no necesariamente al mismo tiempo, de las noticias falsas, de la difusión de contenido que no está acorde con hechos verídicos y, los cuales se ven prácticamente en todos los escenarios de la sociedad, en la política, en los deportes, etc. Pero que al final sus objetivos terminan siendo similares: desinformar, polarizar, generar miedo.

Por ese motivo y teniendo en cuenta que son los jóvenes quienes más hacen uso de estos medios, debe darse una responsabilidad frente al uso y al contenido que a través de la internet se expone y se comparte en grupos y que terminan siendo tema de conversación o de propaganda, aun cuando no se tenga certeza o argumentación razonable del contenido.

Ahora bien, la búsqueda de la verdad no sólo se debe dar en internet, sino en la realidad del día a día, en el cuestionamiento, la veeduría y las críticas constructivas que puedan darse, tanto en los espacios de la iglesia como fuera de ella.

Vivir a fondo el Evangelio

En definitiva, los puntos esbozados con anterioridad – y seguramente aquellos que faltaron por exponer, terminan con dos preguntas ¿cómo hacerlo posible? ¿cómo afrontar tantos desafíos a los que la juventud se ven abocados hoy en día, en especial en un escenario de postpandemia? En efecto, sin tener la verdad absoluta, una propuesta o un intento de respuesta podría ser, viviendo a profundidad con carisma cristiano el evangelio, tal y como lo ha expuesto el Papa Francisco a lo largo de su pontificado, en particular en la exhortación apostólica Christus Vivit, una clara invitación a dejar del lado la incertidumbre o los miedos y vivir el presente, en su palabras “mientras luchas para dar forma a tus sueños, vive plenamente el hoy, entrégalo todo y llena de amor cada momento. Porque es verdad que este día de tu juventud puede ser el último, y entonces vale la pena vivirlo con todas las ganas y con toda la profundidad posible[ii].

Entregarse y darlo todo en aquello a lo que Dios llame, en salir al encuentro y acoger al migrante, a los que sufren, servir en lo poco o mucho, aprovechar la vitalidad existente en la juventud para apalancar la vocación de servicio, siendo no sólo católicos comprometidos, sino también ciudadanos que entienden y están dispuestos a generar cambios reales, con el pleno conocimiento que el evangelio se plasma en la vida diaria y que para ello hay que copar los diferentes espacios, incluido el de la política, el del sector público, allí donde se pueda incidir, de forma audaz y perseverante.


[i] Registraduría Nacional del Estado Civil [En línea], disponible en: https://elecciones.registraduria.gov.co/pre_plebis_2016/99PL/DPLZZZZZZZZZZZZZZZZZ_L1.htm

[ii] Iglesia Católica. Papa (2019). Exhortación Apostólica Postsinodal Christus Vivit del Santo Padre Francisco a Los Jóvenes y a Todo El Pueblo de Dios


Por Sebastián Ardila Muñoz. Politólogo, especialista en opinión publica y mercadeo político, estudiante de la Escuela de Líderes Católicos de Bogotá, Colombia