Cardenal Cristóbal López Romero
Cardenal arzobispo de Rabat

Eucaristía para una sola persona


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Una laica, una religiosa, un sacerdote y un obispo: los cuatro celebrando la eucaristía de Navidad en la cárcel de Tiflet con una sola detenida, Nana, una mujer fuerte de Malí. Ella es la única católica en esa prisión, a una hora de camino desde Rabat.



En realidad, era el día de los Santos Inocentes. Pero, en esa ocasión y en ese lugar, era Navidad, y así lo hemos celebrado. Y yo, presidiendo esa eucaristía, pensaba: “Esta misa es la misma misa que se ha celebrado en el Vaticano, presidida por el Papa, o en cualquier rincón del mundo; y tiene el mismo valor y el mismo sentido”.

“¿Vale la pena el desplazamiento de cuatro personas, el tiempo, las energías… para celebrar la misa para una sola persona?”, se preguntará sin duda mucha gente… Y sí, vale la pena. Y por varios motivos.

  • Porque el valor de una persona es infinito, y su vida, física y espiritual, merece cualquier esfuerzo.
  • Porque el amor de Dios es personal e intransferible, para cada persona, con su nombre y apellido… y nosotros somos signos y portadores de ese amor que Dios es.
  • Porque –y viene el papa Francisco a decírnoslo– “no es un problema ser pocos; el problema sería ser sal que ha perdido su sabor de Evangelio o ser luz que ya no ilumina a nadie” (Rabat, 31 de marzo de 2019).
  • Porque la eucaristía nunca es solo de los que están presentes físicamente, sino de toda la Iglesia, la que ya ha llegado a destino (María y todos los santos, conocidos y desconocidos) y la que todavía peregrina en esta tierra. Es todo el cuerpo de Cristo, con todos sus miembros y presidido por su cabeza, quien celebra la eucaristía.

Momento emotivo

El padre Peyriguère, uno de los primeros discípulos de Charles de Foucauld, celebraba la misa, solo, en El Kebab, pueblo donde él era el único cristiano. Lo hacía en una pequeña capilla con una gran ventana, desde la cual se contemplaba todo el pueblo. Cuando alguno le preguntaba: “¿Y celebras la misa tú solo?”. El respondía: “No, al otro lado de la ventana está el pueblo entero, y yo la celebro con todos sus habitantes, aunque ellos no lo sepan”.

La misa de Navidad con Nana, única católica del penal de Tiflet, ha sido para mí uno de los momentos más emotivos y auténticos de estas celebraciones navideñas.

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