José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

Ellos y nosotros en el Mare Nostrum


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Parecía que el Mediterráneo –el mar del “nosotros”- acercaba más las orillas. Era más nuestro. Lo pensaba cuando creí que en la reciente sesión de Barcelona de la Unión por el Mediterráneo (UpM) –organización intergubernamental fundada en 2008 con 43 Estados miembros de Europa y de la cuenca mediterránea– se iba a tratar el tema de las migraciones que tanto tocan nuestras riberas.



El desgraciado y cruel suceso de la guerra en Israel y Gaza (¡no olvidemos otras muchas guerras ocultas!) ha desplazado de la misma el tratamiento de la situación migratoria en esta área y el necesario debate para calibrar entre otras cosas el fracaso de las políticas migratorias de Europa. Y van más de cuatro años perdidos. Y el Mediterráneo se hace menos “nuestro” en el sentido integrador, no colonialista, del término.

La ausencia del tema migratorio, en un momento de presidencia española en la UE, hace ver que no les afectan los nuevos desafíos en este asunto. Incluso con unos sindicatos y partidos, también en nuestro país, poco arriesgados –y por lo tanto defraudando–, de cara a la necesaria regularización de los sin papeles.

Algo se hace en la protección de Derechos Humanos en frontera, pero no mucho. Despistados por los recovecos usados para no abordar el tema en serio justificando siempre los vaivenes políticos, parece que en la oposición cuando se trata de la falta de esos derechos se pronuncian con mucha más claridad. Hay desconciertos y señales de alarma cuando se centra solo en problemas de seguridad y/o de amenaza. O bien cuando se aborda solamente desde una actitud que impide relacionarnos con los migrantes como unos más de los nuestros. Más horizontal, en suma.

Buscar soluciones, pero con ellos

Y se equipara al migrante, solamente, como víctima hacia la que volcar esfuerzo en clave vertical y muchas veces en clave asistencialista. Parece que sabemos lo que hay que hacer, pero lo hacemos “sin ellos” . Falta un nosotros más inclusivo. Somos nosotros los que salvamos al “pobrecito migrante” sin descubrir mas intensamente y apenas sin socializar la aportación que nos hacen a la casa y causa común. Tratarlos como victimas, “deshumaniza a la persona y perpetúa esa lógica de ellos frente a nosotros. Hay que romper esa lógica de ellos y nosotros” – dice el gran experto Gonzalo Fanjul- y esta “es el primer paso para establecer un sistema mucho más razonable del que ahora tenemos”. Uno en el que se reconozca su positivo impacto en sociedades que optan por la integración.

Seguimos sin vías seguras y legales para la migración, sin acogida digna y segura, además sin operaciones conjuntas de rescate y de búsqueda en el tránsito. Además de posponer en la llegada, el derecho de la ciudadanía plena (permisos de trabajo y residencia) evitando la llamada situación administrativa irregular. Se necesitan mayores compromisos y más ambición para incrementar las posibilidades de que las personas puedan obtener protección de forma segura. Sin arriesgar sus vidas en peligrosos trayectos migratorios.

Rescate de inmigrantes en el Mediterráneo

Hacer crecer el respeto a los Derechos Humanos en la normativa mediterránea y europea supone no posponer el tema y trabajar mucho más para promulgar regularizaciones extraordinarias, dado el impacto positivo que ofrecen los migrantes en contraste con las consecuencias negativas al mantener población migrada bajo la vulneración de derechos que supone la citada irregularidad administrativa. El Gobierno español, país que detenta la presidencia del Consejo de la UE, podría haber dado ejemplo aprobando la ILP “Regularización Ya”, que espera su tramitación en los cajones olvidados del tiempo y de los despachos del Congreso.

Oportuna es la manifestación de la Iglesia en nuestro país cuando tanto el nuncio del Papa y la misma Conferencia Episcopal Española (CEE) han mostrado su apoyo a la citada Iniciativa Legislativa Popular, para la Regularización extraordinaria de los migrantes en situación irregular en España y que podrían superar los 500.000, según los datos de Cáritas Española.

No me conformo sin seguir acrecentando el “nosotros” en este tiempo de adviento. Y es que la cercanía de Dios rompiendo fronteras me lo pide . Lo que Benjamin Gonzalez Buelta expresa en un bello y poético formato:

“Aquella noche en Belén, por primera vez
Dios pudo decir: “Nosotros”.
Nosotros, los recién nacidos de mujer, fragilidad dormida en el regazo materno,
los nacidos fuera de la ciudad rechazados por muros y cerrojos, los súbditos de Herodes y esclavos del Imperio, la familia humana que gesta la alegría universal bajo la tierra protectora del silencio y de la espera.
Aquella noche en Belén, por primera vez pudimos decir: “Nosotros”
Nosotros, los que mirábamos al cielo, y los ángeles y la estrella nos señalaron esta gruta, los que cargamos a Dios en nuestros brazos, los que sentimos correr su cercanía paternal por nuestras venas, los que somos su palabra su fantasía y sus manos para recrear la tierra.
Jesús, el “nosotros” de Dios y el nuestro al mismo tiempo, creciendo por los siglos”

Ellos y nosotros. Migrantes o no. También podemos pronunciarlo en un común plural inclusivo, rico y diverso.