José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

Desde donde se apunta la luna: la muerte de Elizar


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¿Cuántas veces hemos oído el tradicional proverbio chino que dice que cuando el sabio señala la luna, el necio se queda mirando el dedo? De esto trato hoy. De testigos que apuntan a lo esencial. Porque todavía vivimos como “anestesiados”.



Y no solo por la pandemia, por el calor o por los acontecimientos últimos en torno a la monarquía. Noticias y acontecimientos que ocultan las vidas de los pobres: la cotidiana vida de tantos y tantos a la colas de las bolsas de la comida, del trabajo, de protección sanitarias… En España. En Europa, en América… En toda la redondez de la Tierra.

Reino de justicia

A este respecto, me parece oportuno recordar lo que el cardenal Tarancón pedía en la misa “inaugural” de los Jerónimos en el comienzo de la etapa del Rey Juan Carlos: “Que reine la verdad en nuestra España, que la mentira no invada nunca nuestras instituciones, que la adulación no entre en vuestra casa, que la hipocresía no manche nuestras relaciones humanas”. Y agregaba: “Que sea Vuestro reino un reino de vida, que ningún modo de muerte y violencia lo sacuda, que ninguna forma de opresión esclavice a nadie, que todos conozcan y compartan la libre alegría de vivir”.

Pero, sobre todo, me gusta el párrafo siguiente: “Que sea el Vuestro un reino de justicia en el que quepan todos sin discriminaciones, sin favoritismos, sometidos todos al imperio de la ley y puesta siempre la ley al servicio de la comunidad”. Y “que, sobre todo, sea el Vuestro un reino de auténtica paz, una paz libre y justa, una paz ancha y fecunda, una paz en la que todos puedan crecer, progresar y realizarse como seres humanos y como hijos de Dios”.

Apostar y votar

Palabras que siempre me han gustado sobre todo a la hora de apostar (y votar)  por los que se dedican a la “cosa pública” por la imprescindible necesidad de la coherencia.

Y lo siento,  pero me parece más esencial –dado además el carácter de este blog – apuntar hacia la muerte de un emigrante, trabajador temporero agrícola (¡sí! esos a los que se promocionan desde los gobiernos para que nuestra economía no decaiga ), abandonado a la puerta de un centro de Salud de Murcia  y fallecido por un golpe de calor. Aquellos como Eliazar ( que también tiene nombre) que diariamente trabajan en jornadas de 11 horas a más de 40 grados y con dificultad de acceso al agua. (Sin contar los que en estos días han muertos en el monte Gurugú, en pateras etc).

Ana Blandón, hermana de Eleazar Blandón, el temporero nicaragüense que murió de un golpe de calor el pasado sábado en Lorca (Murcia) EFE / Carlos Barba

También ahora, en el tiempo de tantas denuncias a la par que muchas alabanzas a los que se dedican a gestionar el bien común (a veces rompiendo posibilidades del trabajo dialogado), es importante pararse a pensar desde que coherencia se habla y hacia dónde se pretende llevar nuestra atención. Hay muchos anuncios de hoy, tan inundado de voceros, protagonistas, personajes y personajillos que insistiendo tanto en su dedo levantado, que lo que hacen en realidad es estar apuntándose a sí mismos, mirándose el ombligo -¡con perdón!-. Incluso, por ver la viga propia, en una cierta Iglesia autorreferencial. Para denunciar y  anunciar a algo o a alguien, muchos dirigen la señal obligatoria en la dirección equivocada. Hacia sí mismos.

Intereses personales

Es el virus del individualismo. En expresiones de hoy día –entre muchas- que nos infectan: “Paso ampliamente”, “Es tu problema”, “ ¿Con IVA o sin IVA?”… Con sentimientos que terminan confinándonos en la propia “familia” o grupo, olvidando la amplia familia humana, y a los que  más necesidad tienen de ella.  O usando una libertad a la defensiva tan solo ocupada por mis intereses personales que dominan sobre la necesidad de los imprescindibles juicios objetivos o por la privacidad a veces tan devastada y  manipulada. Particularismos y subjetivismos de  quienes se les hace difícil reconocer el enriquecimiento de la diversidad. Nos hemos olvidado pronto que el bichito del Covid-19 nos igualó a todos.

Pocos han apuntado como noticia a destacar la humilde vida y muerte de un “nadie” que representa y simboliza  a “muchos”: Elizar, temporero y emigrante. Santiago Agrelo, proféticamente sí lo ha hecho. Quiero terminar con sus  frases referidas a las tropelías que se hacen contra los emigrantes ( en vida y en muerte):

¿Quién salvará a los Reyes y a los Presidentes de Repúblicas y de Gobiernos? ¿Quién salvará a los Gobiernos? ¿Quién salvará a los Parlamentos que legislan iniquidades contra los pobres?A los pobres los matan las leyes, los Parlamentos, los Gobiernos, los Presidentes, los Reyes.Detrás de unos y otros se amparan las fuerzas de opresión de los pobres, protegidos por unos y otros…

¿Matan? Es en cumplimiento de su deber.

¿Roban? Son cosas que jamás se podrán demostrar.

¿Violan? ¿Torturan? ¿A quién le importa la suerte de los pobres?

No, no lloraré por los hijos pobres de Dios que mueren. Lloraré por quienes los matan, lloraré por quienes están muertos y no lo saben, lloraré por Reyes, Presidentes, Parlamentos, Gobiernos, fuerzas de represión, ladrones, torturadores, indiferentes, aprobadores…

Los pobres tienen salvación. Nosotros… mucho me temo que no”.

Estos días de tantos dedos apuntando afuera he recordado el dedo a quien apuntaba Juan el Bautista -tan celebrado en las fiestas del caluroso junio; menos este año- y su humildad ya memorizada por el pueblo y resumida al final de sus palabras tras pedir conversión: “Detrás de mí  viene Aquel al que no soy digno de desatar la correa de las sandalias”. Poco sospechaba entonces Juan que Aquel a quien anunciaba no necesitaba ser servido atándole las sandalias. Era Él mismo quien se agachaba, para ponerse al servicio, a los pies, de los demás. Coherente, humilde y auténtico.