Cardenal Cristóbal López Romero
Cardenal arzobispo de Rabat

Cuaresma-Ramadán-Pascua


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Este año el Ramadán, mes sagrado y espiritual para los musulmanes, ha llegado a caballo de la Cuaresma y de la Pascua, lo cual favorece la reflexión sobre sus semejanzas y diferencias con respecto a la Cuaresma.



Ambos tiempos son una ocasión y una llamada a la conversión, a la escucha de la Palabra de Dios, al mejoramiento de nuestra vida espiritual. Tanto en la Cuaresma como en el Ramadán, los medios propuestos para ello son la oración, el ayuno y la limosna, aunque en el Ramadán el aspecto del ayuno sea preponderante y en nuestra Cuaresma resulte algo casi simbólico.

La diferencia fundamental, aparte de la duración, que es de 40 días para la Cuaresma y 29 para el Ramadán, es que la Cuaresma está toda ella orientada hacia la Pascua, de la que es preparación. La Cuaresma conduce a la celebración del misterio pascual, la muerte y resurrección de Jesús.

En cambio, el Ramadán parece tener sentido en sí mismo y no en función de una fiesta. De todas formas, la noche del 27º día es conocida como ‘Lailat-el-Qader’, la noche del poder, la noche en que Dios, a través del arcángel Gabriel, reveló a Mohammed el Corán. Y esto asimila el Ramadán más a la Navidad que a la Pascua. En efecto, aunque se habla del cristianismo como una religión del libro, junto al judaísmo y al islam, en realidad, para los cristianos Dios se hizo hombre, se reveló en Jesucristo, y no en un libro, por muy sagrada que sea la Biblia.

Geometría teológica

Por eso, se equivocan quienes establecen un paralelismo entre Jesús y Mohammed, entre la Biblia y el Corán. Puestos a jugar a la geometría teológica, tendríamos que poner en paralelo, en todo caso, a Jesús –la Palabra hecha carne– con el Corán –la Palabra hecha libro–. Y el paralelo de Mohammed sería María, con todo el respeto a las diferencias: ambos son los vehículos a través de los cuales Dios se revela y da a conocer, y en ambos casos lo hace a través del arcángel Gabriel.

Es solamente unos 70 días después del fin del Ramadán cuando los musulmanes celebran la fiesta grande, fiesta del sacrificio (‘aid-el-adh’a), mal llamada del cordero y peor aún del borrego. Y ahí sí que hay un paralelismo evidente con la Pascua; no en vano, Jesús es el Cordero inmolado, y en ambos casos se hace memoria del sacrificio de Abraham.

¡Santo Ramadán para unos, Santa Pascua para otros!

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