Flor María Ramírez
Licenciada en Relaciones Internacionales por el Colegio de México

Buscando soluciones para el éxodo que persiste


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Las imágenes que nos llegan desde la frontera sur y norte de México, constatan que nuevamente la oleada migratoria ha evidenciado que el corredor entre Centroamérica y México es una zona que se complejiza aceleradamente a raíz de la pandemia. Ahora con flujos migratorios que integran personas de Haití, Venezuela, Nicaragua, Honduras, Guatemala y también fuera del continente.



Migrar en pandemia sigue siendo la mejor decisión para quien siente que sus opciones van siempre de mal en peor. A pesar de los riesgos que de cajón sabemos: violencia, extorsión, abusos y uso de la fuerza en el camino, las personas seguirán escogiendo migrar. Todo indica, que no habrá acuerdo migratorio ni político, ni de cooperación que logre contener la migración. A las viejas causas raíz, se añaden otras que propician la ilusión de una vida mejor (lo que en realidad debería ser un derecho), se suman ahora los efectos detonantes de la pandemia, las crisis políticas y los impactos de los desastres naturales que se intercalan para construir una maraña sin fin de razones para decir “hay que salir de aquí”.

Para ejemplo, Haití, país con dos sismos de gran magnitud, un presidente asesinado y un modelo de desarrollo  inexistente y dependiente de la ayuda humanitaria. Esta situación ha provocado desde hace varios años una desbandada poblacional que se movió hacia países como Chile y Brasil, en donde no se ha logrado regularizar la situación migratoria y el acceso a empleos dignos. Esto ha provocado que grandes grupos hayan optado por migrar rumbo a Estados Unidos a pesar de la pandemia. De hecho, en países como Chile en las semanas recientes, ha crecido la hostilidad en contra de las personas migrantes, así lo confirmó una marcha anti-inmigrantes en el norte del país en la que se agredió mediante una fogata la población venezolana que persigue refugio en ese país.

migrantes de Haití en México

Foto: EFE

Si bien el éxodo regional alcanza niveles de una crisis humanitaria compleja debería dirimirse a nivel regional. Hoy en cada comunidad en la que transitan las personas migrantes, hay necesidades concretas que requieren una respuesta de los gobiernos y de las sociedades. Sin temor a equivocarme, puedo decir que la Iglesia está haciendo su parte. Ante los acontecimientos de Chile, la Conferencia del Episcopado Chileno de inmediato reaccionó para recodar la Caritas in Veritate de Benedicto XVI  “Todo emigrante es una persona humana que, en cuanto tal, posee derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por todos y en cualquier situación”. Y llaman a las autoridades a “asumir la problemática migratoria, ofreciendo espacios de acogida en condiciones dignas, que permitan no cargar a las comunidades locales con situaciones urbanas indeseadas. También pedimos facilitar los procesos de regularización de acuerdo con la ley y coordinar acciones internacionales a nivel regional que permitan enfrentar el problema en común. Todos estamos de acuerdo en que la migración debe ser regulada, pero regular no es lo mismo que prohibir o hacerla imposible inflexiblemente”. [1]

Soluciones duraderas

En México, la Comisión Episcopal de Pastoral Social a través de la Dimensión Episcopal de la Pastoral de Movilidad Humana ha expresado en fechas recientes su preocupación por ver “delegado a las Casas del Migrante de la Iglesia Católica, otras Iglesias y de la sociedad civil en general, la responsabilidad de atender a las personas en contexto de migración, y la omisión (del Gobierno de México) por dejar de promover los derechos humanos de las personas… y se continúe con prácticas represivas”. [2]

En este tema, la búsqueda de soluciones dignas, duraderas y sostenibles es una tarea conjunta y es una responsabilidad primaria de los Estados. Desde hace ya varios años, quienes están a pie de calle ofreciendo respuestas concretas a las necesidades básicas de quienes huyen de la inseguridad, de quienes buscan alternativas para alimentar a su familia, de quienes sueñan con trabajo digno, no son las instituciones estatales, sino los Albergues y Casas vinculadas a la Iglesia Católica y a otras comunidades de fe. Nos toca respaldar y defender ese trabajo pastoral, alzar la voz hoy cuando se necesita.  

[1] Conferencia Episcopal de Chile, Comunicado de Prensa, 27 de septiembre, 2021

[2] Conferencia del Episcopado Mexicano, Comunicado de Prensa, 14 de octubre, 2021