¡Calladitos…!

(Amadeo Rodríguez Magro-Obispo de Plasencia) Se ha puesto de moda eso de “¿y por qué no te callas?”. Pero con esa frase, Su Majestad no pretendía quitarle la palabra a su interlocutor, sino pedirle respeto; otros, sin embargo, la usan con bastante irritación para decirle a los obispos: ¡Calladitos estaríais…! Y todo porque han utilizado con éxito un “púlpito” que, según parece, es de los que les mandan callar. Se olvidan de que, desde Pedro en Jerusalén o Pablo en Atenas, los católicos han hablado siempre en las plazas y calles. Se puede entender, cómo no, que no se comparta el mensaje de aquella fiesta religiosa; pero cuesta trabajo aceptar que se les niegue a los cristianos que acudieron el derecho a decir lo que consideren oportuno como quieran y donde quieran.

   Algunos se han olvidado de que la multitud presente en la Plaza de Colón de Madrid también habló alto y claro, y no sólo dos obispos. Es posible que alguna palabra sonara con un tono más polémico; pero ¿cómo ignorar la realidad que vive la familia, sus dificultades y también los ataques que está recibiendo? Podrá gustar más o menos el tono, pero callar los problemas hubiera hecho atemporal aquella fiesta. Lo que sí se puso de relieve, por parte de todos, es que la doctrina moral de la Iglesia (no sólo de los obispos) es inalterable, y por una razón muy simple: porque los católicos la han encontrado, con la fe y la razón, y saben que es un don que Dios ofrece por amor para el bien y la felicidad de los seres humanos. Cuando se enfurecen porque no callamos, yo, obispo, siempre me hago una ingenua pregunta: ¿Y qué esperan de nosotros? Nuestra propuesta (la de todos los obispos) –que no imposición– es siempre una obligación en conciencia que nos viene dada; y el día que dejemos de hacerla perderemos lo mejor de nuestro patrimonio, la fidelidad al Señor.

Publicado en el nº 2.597 de Vida Nueva (Iglesia en España, página 15).

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