Una visita guiada por la cantera sacerdotal barcelonesa

El seminario de la Ciudad Condal organiza una Jornada de puertas abiertas

(Juan M. Castelblanque) El Seminario Conciliar de Barcelona celebró una nueva jornada de puertas abiertas el sábado 8, con motivo del Día del Seminario, que este año tuvo lugar el domingo 9. “La idea de organizar estas jornadas surgió de los propios seminaristas, quienes, ante la cantidad de preguntas que recibían acerca de cómo era la vida en el Seminario, se les ocurrió que la gente pudiera visitar el edificio, conocer cómo era la vida dentro de él y cómo era la preparación al sacerdocio”, señala Josep Maria Turull, rector del Seminario.

“A pesar de llevar casi una década organizando la jornada de puertas abiertas, cada año hay gente nueva que descubre el Seminario. Todo el que viene se muestra agradecido por poder conocer lo que es y quitarse los tópicos que sobre él existen”, afirma Turull. Sobre esta idea incide Miquel Álvarez, uno de los seminaristas, para quien “a veces, cuando la gente oye hablar de nosotros, piensa quién sabe qué, sin ­embargo, cuando nos conocen, ven que somos personas normales, que comen, duermen y a las que les gusta la juerga”.

“La jornada del seminarista es intensa –comenta el rector–. Comienza a las 7:30 con la oración y el desayuno, acto seguido vienen las clases. Las tardes están dedicadas al estudio y tras la cena se reza el rosario”.

Los estudios de un seminarista duran seis años, durante los que adquiere toda la formación básica que la Iglesia pide para llegar a ser sacerdote. Durante el primer año cursa el Introductorio, un curso interno del Seminario, que consiste en un período de discernimiento y de plegaria. Acto seguido, el seminarista hace el primer ciclo de Filosofía. Los últimos tres años corresponden íntegramente al estudio de la Teología.

Quienes acuden a la jornada de puertas abiertas, además de conocer la vida de un seminarista y su proceso de formación, aprecian uno de los edificios más significativos del Ensanche barcelonés. Obra de Elías Rugent, el mismo arquitecto que diseñó la Universidad de Barcelona, es una construcción con planta  de cruz griega, “para simbolizar que es un edificio donde se prepara a los seguidores de Jesús, muerto en la cruz”, matiza Turull. Por la misma idea la capilla se sitúa en el centro del  edificio, cuya parte más alta es el cimborrio.

Su construcción, en estilo neobizantino, comenzó en 1882 y se inauguró en 1904, sufriendo numerosos desperfectos en la Guerra Civil, que se han ido arreglando en restauraciones sucesivas, la última hace 20 años.

En la actualidad, en el Seminario Conciliar barcelonés se forman los seminaristas de la propia archidiócesis de Barcelona (32) y los de la diócesis de Sant Feliu de Llobregat (5). También hay que tener presentes los cinco chicos que residen en el Seminario Menor, que tienen entre 12 y 18 años, y que están en proceso de discernimiento. “No hay muchos seminaristas, pero se vive con esperanza a pesar de la dificultad. Dios sigue llamando”, concluye Turull.

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