Editorial

El Año Jacobeo, como oportunidad

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Publicado en el nº 2.690 de Vida Nueva (del 9 al 15 de enero de 2010).

Una vez más desde Galicia, este Año Santo Compostelano 2010 ahora estrenado se nos ofrece como oportunidad eclesial con acentos poliédricos, como los que ha tenido y tiene el Camino de Santiago. Aún pervive la invitación que Juan Pablo II lanzara desde aquel rincón legendario en su primer viaje a España, en 1982: “¡Europa. Sé tú misma!”, llamando a ser fieles a las raíces cristianas. Hoy la invitación sigue vigente y la celebración de un nuevo año jubilar la pone de actualidad. Benedicto XVI viene manteniendo la misma línea para despertar la conciencia de la vieja Europa, aquejada de un “relativismo moral” del que sólo se sale con una conciencia viva de su esencia.

Hasta Santiago de Compostela peregrinarán muchas personas, creyentes o no, que han encontrado en este camino, lleno de símbolos religiosos, un lugar para el encuentro personal con la fe, una senda para estrechar lazos y un vehículo cultural importante. Con la reciente apertura de la Puerta Santa de la catedral compostelana, la Iglesia renueva la invitación para que el proyecto europeo no renuncie a sus raíces cristianas y se ofrece, desde el más genuino sentido evangélico, como buena noticia de paz, solidaridad, diálogo y amor, valores que ayudarán a los europeos en su camino común frente a los desafíos del milenio. Una visión amplia, generosa, serena y global ante la cual la Iglesia presta el servicio de la fe comprometida en la transformación de un mundo que debe mirarse a sí mismo para sacar fuerzas en la debilidad. Santiago de Compostela es hoy, ante Europa, una mano abierta a la búsqueda de soluciones comunes desde el ámbito de la trascendencia, que, lejos de ser eliminada, como algunas legislaciones pretenden, se pone a trabajar para dotar al mundo de alma, la sinfonía que los pueblos necesitan para su mayor realización.

Coincide el inicio de este Año Jacobeo con la presidencia semestral de España de la Unión Europea. Coincidencia que viene a subrayar esta necesidad de una búsqueda de los valores religiosos en unas sociedades marcadas por la fe. En los últimos años se teme que la deriva laicista de España, en aras a una mayor independencia entre lo que se calificado equivocadamente como “la cosa pública” y “la cosa religiosa”, tenga en nuestro país una antesala europea peligrosa. La fe, aunque se viva en el ámbito de lo privado, no puede reducirse a la interioridad, sino que se vive en lo público, y, aunque las leyes no tengan en la fe su base, sin embargo la ciudadanía sí es religiosa. Armonizar ambas cosas, manteniendo la sana autonomía y estableciendo cauces de diálogo, de convergencia de intereses y de tareas comunes para afrontar los retos del futuro, es una tarea que urge en España y en Europa.

Este año, con la coincidencia de ambos eventos, puede ser ocasión para destacar la importancia de este diálogo. El de Compostela es un fenómeno con muchos ángulos al servicio de la sociedad desde su base fundamental, que es la fe. Es el servicio de la fe el mejor regalo que la Iglesia puede hacer al proyecto europeo y a los retos de este continente, que no puede dejar diluir su esencia y sus raíces, con las que habrá de encarar el futuro.