El Papa melómano

Manos-tocan-piano(Maite López Martínez) En lo que va de año, Benedicto XVI ha asistido oficialmente a varios conciertos. La mayoría son homenajes (el concierto del 30 de abril ofrecido por el presidente de Italia), algunos son aniversarios (el 17 de enero para el 85° cumpleaños de su hermano) y otros son conmemorativos (Jóvenes contra la guerra, el 8 de octubre, en el 70° aniversario del inicio de la II Guerra Mundial).

Ciertamente, no se puede decir que esconda su pasión por la música, que, para él, parece ser mucho más que una simple afición. Gozar de un Papa con un corazón de artista tiene grandes ventajas, como la de escuchar las profundas y hermosas palabras dirigidas en el último de estos conciertos, el pasado 17 de octubre: “Este concierto nos ha permitido, una vez más, disfrutar de la belleza de la música, lenguaje espiritual y, por tanto, universal, vehículo muy apropiado para la comprensión y la unión entre las personas y los pueblos. La música forma parte de todas las culturas y, podríamos decir, acompaña cada experiencia humana, del dolor al placer, del odio al amor, de la tristeza a la gloria, de la muerte a la vida. Vemos cómo, a lo largo de los siglos y los milenios, la música ha sido siempre utilizada para dar forma a lo que no se logra decir con las palabras, porque suscita emociones de otra manera difícilmente comunicables. No es de extrañar que todas las civilizaciones hayan dado importancia y valor a la música en sus distintas formas y expresiones. La música ensancha el espíritu, suscita sentimientos profundos e invita casi naturalmente a elevar la mente y el corazón a Dios en todas las situaciones, sean gozosas o tristes, de la existencia humana. La música puede convertirse en oración”.

Poco más a favor de la música, como expresión de la fe, se puede decir en menos tiempo y espacio.

mtlopez@vidanueva.es

En el nº 2.680 de Vida Nueva.

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