A la vista del segundo Sínodo africano

Mujer-africana-y-cruz(Herminio Majeda Esteban– Sacerdote guineano) Desde la lectura de la fe, los acontecimientos importantes de la vida son interpretados como una acción y, también, una bendición de Dios. En este sentido, un gran acontecimiento lo es mucho más porque significa que Dios actúa y derrama su bendición en favor de quien actúa. Por eso podemos decir que con el Sínodo africano, previsto para octubre, Dios quiere bendecir sobreabundantemente a África, más particularmente, a su Iglesia, en un momento crucial de búsqueda de sí misma en la historia de este continente.

Herminio-MajedaPero la gracia de Dios lleva siempre consigo una llamada a la correspondencia. Así, la Iglesia africana, portadora de este mensaje de gracia para su pueblo, está llamada a hacer de puente para que llegue a su destino; y no siempre somos este instrumento ideal. Una llamada a secundar la acción de Dios, en este sentido, se manifestaría en la corresponsabilidad dentro de la Iglesia africana. Y, a día de hoy, muchos se preguntan: ¿qué ha quedado de aquel primer Sínodo celebrado en Yaundé en 1995? ¿Cuál fue la continuidad de sus conclusiones en las Iglesias locales? ¿Qué consecuencias prácticas pastorales se han extraído de él? Todo parece indicar que no hemos sabido aprovechar toda aquella gracia.

Una década después, Dios visita de nuevo a su pueblo. Y lo hace con un mensaje claro, cimentado sobre tres pilares que siguen siendo una asignatura pendiente para África: la justicia, la paz y la reconciliación. En estos tres aspectos se centrará este Sínodo. Dados los acontecimientos que se suceden en el continente, estos aspectos cobran mayor importancia en su tratamiento; pues, con gritos y lágrimas, son incontables quienes claman allí por una justicia verdadera, una paz duradera y una reconciliación real.

El acontecimiento de este Sínodo debe interpretarse como una llamada del Espíritu a leer los signos de los tiempos. Hoy, más que nunca, los hijos de África esperan confiadamente en su Iglesia, una Iglesia que, con sus limitaciones, vive y convive con su pueblo sus luchas diarias por la supervivencia, sus logros y dificultades, pero que no siempre está a la altura de las circunstancias para ofrecer una “palabra” de aliento y de esperanza a tantos hombres y mujeres desesperanzados, cansados y abandonados.

El tema de la reconciliación es un aspecto fundamental a tratar en África, y a todos los niveles: una reconciliación personal, para que la gente se encuentre consigo misma y se dé otra oportunidad; una reconciliación familiar, para volver a los orígenes de la misma, pues el incipiente desarrollo en algunos países hace grandes estragos es esta gran institución; una reconciliación social, que evitaría muchos conflictos innecesarios de los que son víctimas las distintas sociedades africanas. “Como ministros de la reconciliación que somos” (2 Cor 5, 18), no podemos sino vivir y transmitir esta misma experiencia de reconciliación a nuestros hermanos. Planteada así la reconciliación, ésta debe ser interpretada en clave de conversión.

Formación cristiana

Si en el pasado la prioridad de la misión evangelizadora en este continente se centraba en el número de los bautizados, hoy se trataría de brindar a los ya bautizados elementos para saber discernir cristianamente. Es decir, una verdadera formación cristiana. Los cambios de escenario exigen también nuevos métodos y enfoques, y el escenario de la evangelización ha cambiado mucho en África. Su sociedad actual no comparte ya en gran medida muchos de los valores tradicionales, pero tampoco sabe manejar debidamente los valores modernos, y esto crea en ella confusión y vacío, un espacio que aprovecha el egoísmo feroz y exacerbado.

La evangelización hoy, en África, no puede darse sin una verdadera y sólida catequesis cristiana y sus consecuencias prácticas en el día a día. Una catequesis que sostenga las bases humanas de nuestros pueblos cada vez más en crisis. Por eso, en nuestro trabajo pastoral debería ser prioritaria la formación de los agentes (laicos) de pastoral, dotándoles de elementos que les capaciten para un compromiso social más serio. A los evangelizadores actuales del mundo africano se nos exige un cambio de táctica y de metodología, tanto a la hora de elaborar el discurso evangélico como en su aplicación.

Este Sínodo debería ayudarnos a marcar nuevos objetivos, entre los que debería jugar un papel esencial la conversión de corazón, que conlleva la transformación integral de nuestro ser, de modo que pueda secundar las inquietudes del Espíritu que “hace nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5). Lo que es evidente es que no hay justicia verdadera, paz estable y reconciliación real sin una verdadera conversión. Es decir, un cambio de mentalidad.

En el nº 2.672 de Vida Nueva.

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