Editorial

“Mi último aliento será para los jóvenes”

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La entrega silenciosa y humilde es una actitud que mucha gente podría anhelar en medio de la vorágine de un mundo preocupado por lo efímero y el consumo. Pero no son pocas estas muestras de generosidad para con los otros. Esto alegra, más cuando una de las figuras que inspiran esta entrega es la de monseñor Enrique Angelelli. Justamente, la decisión de los salesianos de asentarse en un lugar en donde no estaban, instalándose en la diócesis de La Rioja es un gesto de entrega que reconforta. “Este era un sueño de muchos hermanos salesianos. Queríamos dar el paso de abrir una nueva presencia con un estilo distinto, una comunidad que pueda brindar su aporte a los jóvenes de una zona popular, por un tiempo y con estructuras ágiles que nos permitan desinstalarnos cuando sea oportuno y prudente, para seguir aportando el carisma en otras partes”, cuenta a Vida Nueva el provincial salesiano de Argentina Norte, Gabriel Romero.

Es que desde hace varios años esta parte de la congregación fundada por san Juan Bosco se venía planteando la posibilidad de llegar a alguna provincia en donde los salesianos no estén presentes. Mucho se conversó y se debatió. Mucho se estudió y se consultó. Mucho se oró y se escuchó. Por eso, con confianza y certeza, pudieron aceptar la propuesta concreta que les llegó a su último capítulo provincial por parte del obispo de La Rioja, Marcelo Colombo.

Y como no podía ser de otra forma en los salesianos de Don Bosco, su trabajo estará orientado a la formación y a la educación de la juventud, bajo el firme legado de su padre fundador: “He prometido a Dios que hasta el último aliento de mi vida será para los jóvenes”. Fieles a su carisma, los salesianos en La Rioja colaborarán en la pastoral juvenil y universitaria de la diócesis, participarán en algunos espacios de atención a la vida vulnerable, como la lucha contra las adicciones y la violencia de género. También formarán animadores y darán clases en colegios y centros de formación diocesanos.

Conocer estos testimonios en un tiempo en que la Vida Consagrada enfrenta el serio desafío de la falta de vocaciones, alegra mucho. Percibir la vida de esta nueva presencia religiosa en épocas en donde se hace complejo sostener obras, parroquias y escuelas, da aliento.