Diana Monterrosa Garay – PERSISTENCIA

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“Discapacidad no es sinónimo de debilidad”

El mayor reto asumido por Diana Monterrosa Garay fue aceptar el uso permanente de una silla de ruedas para facilitar su movilidad. “Mi condición médica fue cambiando con el paso del tiempo y mi capacidad de caminar fue disminuyendo con los años”, comenta. “Cuando tenía 12 años empecé a usar la silla para desplazarme en trayectos largos, y a los 18 comencé a utilizarla de forma permanente”.

Diana es una joven bogotana economista. Es hija única y admira profundamente a su mamá, Flor María Garay, docente de ciencias de la naturaleza, a quien considera “la persona más fuerte que he conocido”. También reconoce que “es una inmensa fortuna crecer rodeada de tíos, tías y primos que me enseñaron el valor del trabajo en equipo y me hicieron ver que mi condición física diferente no me hacía débil”. Su abuelito Evelio ha sido su mejor “maestro de vida” y soporte emocional. “Cuando era niña, él era quien manejaba la silla de ruedas. Me recogía en el colegio y me llevaba a la casa”, recuerda. Con el apoyo de su familia ha experimentado que todo lo que se propone es posible, “aunque cueste un poco de trabajo”.

También reconoce que sus primos, sus compañeros y sus profesores, han hecho posible originales procesos de inclusión, tanto en el colegio como en la universidad. “Mis primos y mis compañeros siempre me ayudaban a movilizarme casi al ritmo de ellos. Juntos subíamos y bajábamos cientos de escalones. Nos divertíamos y nunca me rechazaron o me aislaron”. En la universidad se vio rodeada de personas que hicieron menos difíciles sus rutinas de desplazamiento. “Cuando teníamos clase en auditorios mis compañeras me ayudaban a moverme, y al terminar las clases siempre me acompañaban a tomar el taxi para regresar a mi casa”. Estas y otras experiencias facilitaron su proceso de socialización y le permitieron disfrutar su faceta de estudiante.

Respeto por la diferencia

En tiempos de adversidad, la persistencia ha sido su principal consigna: “me considero una persona constante que profesa y practica el respeto por la diferencia, no me doy por vencida hasta alcanzar el objetivo trazado”. Así lo experimentó cuando se graduó en el colegio, con todos los honores, y se postuló para formarse en el área de la salud: en dos universidades le hicieron ver “los riesgos y las limitaciones de su condición”. Posteriormente, enfrentó un proceso médico de dos años, difícil y doloroso, que implicó una prolongada fase de reposo. “Ese tiempo lo dediqué a la lectura y a la escritura”. No se dio por vencida. Progresivamente fue descubriendo su afinidad con las ciencias sociales y su anhelo de “contribuir al desarrollo y al fortalecimiento de las capacidades individuales, como insumo para el desarrollo colectivo y la construcción social”.

En la universidad fue becada y se graduó con un trabajo meritorio que fue publicado por la Editorial Académica Española en 2013. Después de graduarse se ha desempeñado en el campo de la investigación en ciencias sociales y en educación, en un contexto donde las oportunidades laborales para personas con condiciones físicas diferentes son escasas. “He realizado labores asistenciales en la recolección y análisis de información y en los últimos dos años me he dedicado a las asesorías metodológicas en trabajos de investigación, tanto en pregrado como en maestría, con estudiantes de economía, psicología y ciencias de la educación”, explica.

Su labor, 90% virtual, comienza con una taza de café y se prolonga en la preparación de asesorías y en la revisión de los materiales que le envían. En la tarde, cuando su mamá regresa del trabajo, comparten las experiencias vividas, algunas veces salen a comer y no es extraño que terminen visitando una librería. “Leer es mi actividad número uno, aunque también disfruto el teatro y tengo un gusto especial por los grupos de danza folclórica nacional”. Viajar y conocer nuevas culturas es uno de sus sueños.

Frente a las posibilidades incluyentes que ofrece la sociedad, considera que “aunque se hacen esfuerzos, aún no contamos con infraestructuras adecuadas ni igualdad de oportunidades para las personas discapacitadas. Es necesario comprender que discapacidad no es sinónimo de debilidad y que la fortaleza la brinda una sociedad educada, capaz de tolerar e incluir a las personas con diferentes condiciones físicas o cognitivas”.

Con todo, lo que para algunos podría representar una limitación e incluso una justificación para renunciar a sus utopías, para Diana ha sido un auténtico desafío que abraza con fe y esperanza. ¿Cuál es su secreto? “Dios es mi fuerza y mi familia es mi mayor motivación”, responde sin titubear. Su testimonio, lejos de ser un relato triste y quejumbroso, refleja su profunda confianza en Dios, su amor por su familia y una inusitada capacidad resiliente: “considero que Dios es mi fortaleza y él ha puesto en mi vida ángeles de la guarda que me han ayudado a vivir mejor”, concluye.

Texto: Óscar Elizalde Prada Foto: VNC

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