Visita del papa Francisco a Colombia

En contraste con las malas noticias que son el pan de cada día, el país recibió con alegría y esperanza la buena nueva de una posible visita del papa Francisco a Colombia.

Los medios de comunicación aprovecharon el anuncio hecho en los días de la Semana Santa para especular sobre la posible fecha, las ciudades y escenarios de la visita, el objetivo de la misma; llegaron, incluso, a sugerir los temas y la forma como el Santo Padre los abordaría.

Pasado el entusiasmo del primer momento, me parece oportuno mirar con objetividad el alcance de esta anhelada visita.

La invitación del Episcopado

Con fecha 3 de febrero de este año, los obispos, reunidos en Asamblea Plenaria, enviaron al Santo Padre el saludo y la invitación a visitar nuestro país con ocasión de su próximo viaje a algunas naciones latinoamericanas.

En dicha carta hablaron del momento histórico que vive el país, con sus luces y sombras, sus preocupaciones y esperanzas. Y en este complejo contexto, escribieron los obispos, se hace oportuna, hoy más que nunca, la presencia del Santo Padre para “confirmar a sus hermanos en la fe”.

La respuesta del Santo Padre

En respuesta al saludo e invitación del Episcopado, el papa Francisco, a través de su Secretario de Estado, hizo llegar una carta fechada el 31 de marzo y dirigida a Mons. Luis Augusto Castro Quiroga, Presidente de la Conferencia Episcopal.

En ella el Papa expresa que es consciente de la importancia crucial del momento presente en el que se busca construir una sociedad más justa y fraterna: una sociedad en paz; e invita a los obispos a ser “colaboradores en la obra de la paz que nace del amor de Dios a la humanidad”. A seguir trabajando en favor de la justicia, de la fraternidad, de la solidaridad, del diálogo y del entendimiento, fundamentos de una sociedad renovada.

“El Santo Padre, concluye la carta, desea transmitir estas reflexiones al amado pueblo colombiano, a sus pastores y a sus autoridades, en espera de poder encontrarlos pronto durante uno de sus viajes a América Latina, para llevarles personalmente el mensaje de Cristo, el Señor”.

Estas palabras originaron, por supuesto, reacciones de mucha alegría y gozo, pero también lecturas amañadas y alejadas de la realidad.

Algunos quisieron, incluso, entender la visita del Papa como un espaldarazo al proceso de paz de La Habana y como la bendición que le faltaba para acallar las voces de los inconformes.

Mirando la experiencia de las visitas de Pablo VI en 1968 y Juan Pablo II en 1986, es fácil pensar que la del papa Francisco será la más corta de todas, pero tendrá la misma intención pastoral y abordará necesariamente el tema de la paz como lo hicieron sus dos predecesores. Así lo insinúa la carta de invitación del episcopado y la respuesta del Santo Padre.

Pero es necesario advertir que el tema de la paz es una bandera propia de la Iglesia y un regalo del Señor: “mi paz les dejo, mi paz les doy: y no se las doy como la da el mundo”.

El papa Juan Pablo II habló de ella a los dirigentes del país, recordándoles, incluso, las palabras proféticas de Pablo VI en 1968. Y en la homilía sobre la Paz de Cristo en el contexto colombiano pronunciada en el parque Simón Bolívar, dijo textualmente lo siguiente: “Los largos y crueles años de violencia que han afectado a Colombia no han podido destruir el deseo vehemente de alcanzar una paz justa y duradera (…) En este sentido no puedo menos de alentaros a proseguir sin descanso por derroteros de paz, conscientes de que ésta, sin dejar de ser tarea humana, es primordialmente un don de Dios. Reducirse, pues, a promover sólo proyectos limitados y humanos de paz, equivaldría a ir en pos de fracasos y desilusiones”.

Ojalá el mensaje del papa Francisco, cualquiera que él sea, no encuentre oídos sordos y mentes torcidas que se nieguen a aceptarlo.

Monseñor Fabián Marulanda, Obispo emérito de Florencia

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