En el ADN del carisma

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La familia franciscana frente a la Justicia, la Paz y la Integridad de la Creación

Durante la misa inaugural del curso internacional sobre Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JPIC) que se realizó a comienzos de febrero, Fray Mario Liroy Ortega, OFM, Provincial de los franciscanos en el Ecuador, expresó una frase que marcó el eje de la reflexión. Para explicar que los asuntos de la JPIC no son algo accesorio o un añadido a la vocación cristiana, afirmó que se trata de algo que está en el “ADN del carisma”. Según recuerda Fr. Eriberto Torres Parra esta expresión data de comienzos del siglo cuando Fr. José Rodríguez Carballo, para ese entonces Ministro General, resaltó que “junto al espíritu de oración y devoción, la comunión de vida en fraternidad, la penitencia y la minoridad, y el anuncio del Evangelio“, la predicación de la reconciliación, la paz y la justicia, y el respeto hacia la Creación son valores que configuran la identidad franciscana.

La profundidad de esta alegoría confrontó muchos de los imaginarios con los que se asumen estas tareas referidas a la “dimensión social de la evangelización”. Se trata de la savia que recorre el árbol y no tanto de una rama ubicada en el extremo. Hablar del ADN es hablar de la genética que da rasgos particulares y une la herencia del pasado con el legado al futuro.

De todo esto y algo más, se habló en Conocoto, Valle de los Chillos, a las afueras de Quito, en una inmensa casa, pletórica de jardines y de amorosos cuidados de las religiosas de los Sagrados Corazones. No por coincidencia, el  papa Francisco propuso para esta Cuaresma inspirarse en el Sagrado Corazón de Jesús, para crecer en misericordia, no dejarse encerrar en sí mismo y superar “la globalización de la indiferencia”.

Mons. Walter Heras Segarra, obispo de Zamora

Mons. Walter Heras Segarra, obispo de Zamora

 

Y el corazón salió fortalecido (St 5,8)

Una primera semana dedicada a la formación de animadores de la JPIC y una segunda orientada al estudio de la situación siguiendo la metodología Ver, Juzgar, Actuar, Celebrar. Más de 60 personas preocupadas y comprometidas con la realidad global desde el contexto particular de Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Uruguay, Chile, Argentina, Venezuela, Colombia, México, Guatemala, República Dominicana, Estados Unidos, Irlanda, Inglaterra, Kenia, y gozando de la animación de Fr. Joe Rozansky, OFM, con su mirada desde el Vaticano y la sabiduría de quien ha recorrido  el mundo para ser instrumento de paz. Tanto así que el próximo curso será en Filipinas, a mediados del año, para personas de habla inglesa.

Y es que el mundo debe caber en la cabeza, pero sobretodo en el corazón. Tanto los problemas como las alternativas hoy en día tienen una estatura global. Ya no existen situaciones aisladas, inconexas, puntuales. “Ya no nos queda ningún hermoso problema particular”, había dicho Max-Neef hace casi tres décadas al invitar a la transdisciplinariedad y el desarrollo a escala humana.

Tal vez por eso, uno de los grandes signos que se proyectará desde este curso será una peregrinación que, según describe la Hna. Patricia Ramírez, comenzará simultáneamente en Canadá con la imagen de santa Clara de Asís y en la Patagonia con la de Francisco de Asís, para encontrarse en la “mitad del mundo” (Ecuador). Para ese entonces, habrán recorrido las Américas, de capital en capital, reflexionando respecto a  la encíclica que el Papa publicará próximamente y divulgando el mensaje de Paz y Bien para la humanidad.

Será la oportunidad de verificar en terreno lo que se discutió respecto al modelo de desarrollo y el estilo de vida que atenta contra la vida en el planeta, y ante el cual es necesario optar por un Buen Vivir inspirado en las auténticas raíces franciscanas, y sustentado en una espiritualidad que se fundamenta en la actualización bíblica y la formación en la Doctrina Social de la Iglesia. Quien quiera seguir fielmente las huellas de Francisco necesariamente ha de plantearse el camino del consumo responsable para minimizar su huella ecológica y crear soluciones comunitarias y colectivas que alaben al Creador mediante el cuidado de su Creación.

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Tiempo para imaginar y desaprender

En este sentido Víctor Mario Madrid Ortega, un joven y creativo fraile mexicano, comprende que es clave “superar nuestros prejuicios y muros mentales respecto a los otros”, valorando la riqueza de cada uno para alcanzar la anhelada comunión y solidaridad fraterna. Por eso, la novedad de la REPAM (Red Eclesial PanAmazónica), presentada por Mauricio López, su coordinador, fue recibida como un incentivo para articular esfuerzos en territorios comunes. La conciencia de la fragilidad del planeta obliga a resignificar hasta las nubes y las abejas para construir una nueva civilización que sea incluyente, justa, pacífica, sustentable.

En este marco, el testimonio de los obispos franciscanos que acompañaron el encuentro, monseñor Walter Heras Segarra, obispo de Zamora y monseñor Luis Gerardo Cabrera, obispo de Cuenca, fue muy estimulante, de cara a pensar la reforma de la Iglesia con unas vivencias mucho más cercanas y fraternas entre la jerarquía, los consagrados y los laicos. Además, con la serenidad y valentía de llamar a las cosas por su nombre, y alentar con humildad al profetismo que protege la vida como un don de Dios. El compromiso del episcopado ecuatoriano con la defensa de la Amazonía y el interés por enriquecer la Pastoral Social con el aporte de un área de ecoteología motivan a adorar al Crucificado de  los ojos abiertos (San Damián), reparar la casa de Dios que es el bosque y la montaña, las calles de la ciudad y las fronteras; y buscar al lobo adversario para establecer las paces y celebrar la perfecta alegría.

Asimismo, la vehemente solicitud de Yulieth Álvarez para que el clero cuente con los jóvenes en la protesta y en la propuesta, y la inteligencia emocional de Sofía Alejandra Orbe para integrar su trabajo de posgrado sobre políticas gubernamentales en la región amazónica con la dinámica emergente de las comunidades eclesiales, que se autocomprenden como sujeto político,  fueron un excelente indicador del horizonte que el carisma franciscano ofrece a las juventudes de hoy.

Bien lo dijo Fr. Juan Jairo Rendón Herrera, “vestir este hábito es un acto político”, pues la política siempre se plantea el bien común y cualquier integrante de la familia franciscana –así como quienquiera se considere discípulo de Jesús– busca siempre tejer lazos de hermandad, viviendo con sencillez y humildad, ingeniando “ritualitos” (como la canción de Martha Gómez) que nutren la vida para imaginar un mundo nuevo. En estos signos externos se verifica una caudal interior que se desborda en servicio a los excluidos y marginados. Así, en el año de la Vida Consagrada, hubo un instante para recordar a la “Irmã Dorothy Stang”, misionera de las Hermanas de Notre Dame de Namur, quien 10 años atrás, justamente 50 días después de la celebración de la Navidad, ofrendó su vida como mártir de la Amazonía y los pobladores de la floresta.

Para que lo amargo se vuelva dulce

En tal contexto, es necesaria la articulación y la comunicación entre los diversos estamentos de la familia franciscana, pues, como afirma el sacerdote capuchino Manuel Vargas Reales, “una transformación social será realidad por medio de una conversión personal, moral, política y ecológica desde los valores del Reino”.  A la base está un cambio de paradigma, lo que según Fr. Francisco Gearóid Ó Conaire, OFM, es uno de los temas teológicos polémicos en la próxima encíclica, pues necesitamos transformar la visión del ser humano en relación a la naturaleza y recuperar los vínculos sagrados con el Creador.

En este sentido, Fr. Juan Miguel Gutiérrez recuerda que el carisma franciscano no nace en el centro de Asís, sino a las afueras. El encuentro de Francisco con el leproso no se da en una relación piramidal, montado sobre el caballo, sino descendiendo, acercándose y besándolo como signo de  comunión. En esta circularidad es que se encuentra a Jesús, compartiendo fraternalmente. “Todo comienza con la experiencia”.

Y la experiencia vivida en Conocoto sirve para fortalecer el corazón, ser canales de la paz de Dios y, como reza la canción de Luis Guitarra, “desaprender la guerra, desconvocar el odio, rehusar usar la fuerza, rodearse de caricias”. Una fe recta, una esperanza cierta, una caridad perfecta desde el ADN del Carisma.

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Hacia una conversión personal, moral, política y ecológica desde los valores del Reino

Alirio Cáceres

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