Objetivos de la Vida Consagrada

En su Carta Apostólica para este Año, el papa Francisco propone tres objetivos: mirar el pasado con gratitud; vivir el presente con pasión; abrazar el futuro con esperanza. En el primer caso, se trata de recordar y de contar la rica historia carismática de las diversas comunidades religiosas, sin olvidar que ha sido obra del Espíritu y teniendo en cuenta que expresa no solo el seguimiento específico de Cristo sino también la lectura propia del Evangelio que han hecho los fundadores y los que se han ido haciendo partícipes del mismo don. Esta mirada tendrá que centrarse en los últimos 50 años para reconocer la gracia del Concilio por todas partes.

La construcción del presente pretende una recuperación evangélica de la Vida Consagrada, umbilicalmente ligada a la recuperación de la comunión, de la que todo religioso ha de ser un “experto”. De esta manera, la regla de vida de todo consagrado seguirá siendo el Evangelio, es decir, el primer amor, Jesús de Nazaret, Maestro del discipulado misionero, fuente de la cual ha de brotar permanentemente la “fantasía de la caridad” y su consecuente interpelación a la fidelidad misionera en los diversos ministerios, obras y presencias. 

Frente a un porvenir amenazado por la disminución de vocaciones, el envejecimiento, los retos de la globalización, el relativismo, la marginación, las tentaciones de los números y de la eficiencia, la irrelevancia social, el Papa invita a confiar de nuevo en Dios, con una mirada futurista y responsable; resalta la esperanza que producen los jóvenes con sus posibilidades de relacionarse inter-congregacionalmente. He aquí un programa no solo de renovación y de resignificación que dará a la Vida Consagrada un nuevo aire, más saludable y más atractivo.

Gabriel Naranjo Salazar, CM

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