“Pondré como gobernantes la paz y por gobierno la justicia”

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Participación de la Hna. Gloria Londoño en la quinta delegación de víctimas del conflicto armado colombiano

Al releer la experiencia de mi participación en una jornada de los diálogos de paz que celebra el Gobierno colombiano con las Farc, me resuena con fuerza el texto de Isaías: “Pondré como gobernantes la paz y por gobierno la justicia” (Is 60,17). Creo, en verdad, que el sentido de los diálogos y de todos nuestros esfuerzos está en el compromiso personal y social que tenemos todos los colombianos de empeñarnos en construir la paz y la justicia. En este empeño sabernos administradores pero no dueños, servidores pero no amos, es fundamental. Desde esta convicción hago memoria de lo vivido y de la razón de mi presencia el día 16 de diciembre en La Habana (Cuba).

En este proceso de diálogos, en el que se ha dado el paso de escuchar a las víctimas, la Conferencia Episcopal Colombiana ha considerado oportuno el testimonio de la Orden de la Compañía de María N.S. respecto a la vida y muerte de Yolanda Cerón Delgado. Yolanda fue religiosa de la Compañía y Directora de la Pastoral Social de la Diócesis de Tumaco (Nariño). El 19 de septiembre de 2001 fue asesinada en esta ciudad. Participé, por tanto, como miembro de dicha Orden y como hermana que ha tenido la gracia de compartir la vida con Yolanda Cerón y con Teresita Ramírez, y de conocer muy de cerca al padre Jaime Restrepo, todos ellos entregados al servicio de los más pobres y asesinados por su compromiso con la educación y la justicia. Jaime Restrepo López murió en Providencia, región del Nus, el 17 de enero del año 1988, y Teresita Ramírez Vargas, también religiosa de la Compañía de María, fue asesinada delante sus alumnos en el corregimiento de Cristales, Nordeste Antioqueño, el 28 de febrero de 1989.

Vidas proféticas

Inicié la exposición en La Habana invitando a hacer silencio agradecido, como reconocimiento de estas tres personas creyentes, hombres y mujeres de Iglesia, quienes optaron por consagrarse al Dios de la Vida y fueron fieles a la opción por Jesús, entregándose a los más pobres. Su vida profética es esperanza para la Iglesia colombiana y para las comunidades en las que realizaron su misión.

Seguidamente narré mi testimonio sobre estos acontecimientos. Primeramente hice memoria de Teresita Ramírez y del padre Jaime Restrepo, cuyas muertes se interrelacionan.

Hna. Teresita Ramírez

Hna. Teresita Ramírez

Jaime Restrepo López

Jaime Restrepo López

En noviembre de 1987, el padre Jaime Restrepo, fue destinado a la región del Nordeste Antioqueño, donde ya había estado anteriormente, como párroco de San José del Nus. Fue asesinado un año más tarde, el 17 de enero, en el corregimiento de Providencia, muy cerca de Cristales, mientras abría la capilla para celebrar la Eucaristía. Dos meses antes de su muerte había escrito en su diario: “Me da temor, sí, de que me puedan matar, ante todo porque da miedo natural-biológico-morirse; pero también porque no creo que sea justo y porque no creo que haga bien a nadie. En fin, es la situación histórica concreta que me ha tocado y no puedo desconocerla ni evadirla”.

No fue posible esclarecer quienes fueron los responsables de esta muerte violenta; para que no se continuara la cadena de muertes fue necesario abandonar la investigación. Este hecho continúa en la impunidad.

Este asesinato acentuó la persecución contra el proyecto de evangelización de Cristales que realizaban el párroco Marco Tulio Suárez y las hermanas de la comunidad de la Compañía de María, entre las cuales estaba Teresita Ramírez. Ésta desarrollaba su labor evangelizadora a través de las clases en el liceo y del trabajo en las veredas. Buscaba en todas sus actividades “revelar y anunciar al Señor por medio de una vida contemplativa, pobre y sencilla entre los pobres, y de un trabajo evangelizador como educadora, al servicio de una fe que fructifique en obras de justicia”1

En la mañana del 28 de febrero de 1989 llegaron a Cristales cinco sicarios con la finalidad de asesinar a las religiosas y al párroco. Teresita, la única que se encontraba en el liceo, recibió catorce impactos de bala en la cabeza, el tórax y en parte del rostro. Murió en el camino hacia el hospital de San Roque.

Los asesinos huyeron y en Teresita se hizo realidad lo que sus otras hermanas proclamaban en Medellín, que en ese momento celebraban los 90 años de presencia educativa del colegio: “si el grano de trigo no cae en tierra y muere no puede dar fruto, pero si muere muchos frutos dará”2.

Ese mismo día los sicarios, al salir del pueblo, asesinaron a varios campesinos.

El proceso de investigación nunca llegó a concretarse. No se pudo saber quiénes fueron los responsables de la muerte de Tere ni de los campesinos. Los mecanismos de impunidad del sistema judicial colombiano contribuyeron al silencio, a la pérdida de los expedientes para borrar así de la memoria los acontecimientos. Estos hechos continúan también en la impunidad.

La comunidad campesina de Cristales y sus pobladores han sido estigmatizados y muchos de ellos se han visto obligados a desplazarse a otro lugar para cuidar su vida. La presencia de grupos guerrilleros y de paramilitares generaron ambientes de miedo y la muerte de muchos líderes llenó de silencio la región. Hoy, en algunas de las veredas y en los alrededores del pueblo hay presencia de campamentos y de grupos extranjeros que explotan las minas de oro, con las consecuencias ambientales que van en detrimento del agua y de la salud de sus habitantes.

El caso de Yolanda

La muerte de Yolanda Cerón, por la que la Conferencia Episcopal Colombiana consideró oportuno la presencia de la Compañía y por tanto mi testimonio en los diálogos de paz, tuvo lugar en este contexto. Ella vivía en el sur del país, en Tumaco, y realizaba la misión confiada por el obispo Mons. Gustavo Girón Higuita como Directora de la Pastoral Social. Con ilusión y empeño, conjuntamente con las organizaciones de las comunidades afrocolombianas, se dedicaba a la reflexión y estudio de las posibilidades que daba el artículo transitorio No. 55 de la Constitución del 91, sobre la defensa de su territorio y sus derechos. Lograron con el trabajo de todos que, al final, la ley 70 de 1993 regulara el derecho a la titulación colectiva de la tierra para las comunidades negras que habían habitado el territorio desde tiempos ancestrales.

La presencia de fuerzas y de grupos armados en la región y la agudización del conflicto con la siembra de cultivos ilícitos y el negocio del narcotráfico hicieron cada vez más compleja la situación en Tumaco y en las poblaciones campesinas de los ríos. El terror, las desapariciones y la continua violación de los derechos humanos llevaron a Yolanda a pronunciarse ante las autoridades. El 30 de abril de 2001, durante un Consejo Extraordinario de Seguridad en Tumaco, presentó varias denuncias de violaciones a los derechos humanos que implicaban responsabilidad por acción y por omisión de militares de la Brigada de Infantería No. 2 en desarrollo de la estrategia paramilitar de la región3.

Yolanda Cerón, Directora de la Pastoral Social de Tumaco, asesinada por los paramilitares en el 2001

Yolanda Cerón, Directora de la Pastoral Social de Tumaco, asesinada por los paramilitares en el 2001

Cuatro meses y medio después, el 19 de septiembre del 2001, a las 12:15 horas, Yolanda salía de la oficina de Pastoral Social, frente a la iglesia La Merced, ubicada en el parque Nariño de la ciudad de Tumaco, cuando fue asesinada por hombres de la estrategia militar encubierta. Su muerte fue instantánea, uno de los disparos penetró en su frente que solo se inclinaba ante Dios y ante los negros de las comunidades afrocolombianas de Tumaco y sus veredas.

Con la muerte de Yolanda quisieron matar también los derechos de los afros; sin embargo, ella sigue viva en las comunidades y en la esperanza de las personas que continúan luchando por su dignidad, por la defensa de sus tierras y por el cuidado y uso racional de los recursos naturales de esta región rica en biodiversidad.

Recientemente, en octubre de 2014, se hizo público quién fue el responsable de su muerte:

“El homicidio de Yolanda constituyó también una amenaza: a los ‘paras’ no les iba a temblar la mano para asesinar a quienes, en defensa de los grupos étnicos, truncaran las pretensiones de narcotraficantes y algunos empresarios. Ahora, trece años después, el Tribunal de Bogotá acaba de condenar al autor intelectual del crimen: Guillermo Pérez Alzate, alias Pablo Sevillano, comandante del bloque Libertadores del Sur de las autodefensas.

La entrada del BLS en Nariño, y particularmente en Tumaco, también estuvo motivada por el valor estratégico de esa zona para el tráfico de cocaína, gracias a su ubicación sobre el océano Pacífico y a la expansión de los sembrados de hoja de coca.

Teniendo en cuenta las afectaciones que causaron los paramilitares a los pobladores de Nariño, el Tribunal ordenó distintas medidas de reparación individual y colectiva. En el caso de Yolanda Cerón, el Centro de Memoria Histórica deberá, previa concertación con su familia y con la Diócesis de Tumaco, reconstruir “una historia de vida emblemática” que re-dignifique su nombre. Asimismo, el alcalde de Tumaco y el Concejo Municipal deberán declarar un día cívico para conmemorar a las víctimas y ‘la labor desempeñada por la religiosa Yolanda Cerón, dado el legado y su significado en las luchas de reivindicación por la tierras de las poblaciones aborígenes y negras, históricamente desposeídas’. En el mismo sentido, la Unidad de Víctimas organizará un acto simbólico en el que, con la participación de autoridades locales y regionales, los ‘paras’ del BLS y del bloque Central Bolívar pidan perdón ‘por las agresiones y violaciones a los derechos humanos cometidos en Nariño, sin disminuir ni justificar su actuar’.

El Tribunal también exhortó a distintas entidades del Estado para que fortalezcan la economía regional y tomen medidas tendientes a mejorar la calidad de vida de los nariñenses, cuyo litoral enfrenta altos niveles de pobreza. La decisión, que le otorgó a Pablo Sevillano la pena alternativa de ocho años de prisión contemplada en la Ley de Justicia y Paz, también incluyó a siete desmovilizados del BLS que participaron en la oleada de crímenes con los cuales los paramilitares aterrorizaron a Nariño”4.

Aún no se ha llevado a la practica la re-dignificación que se anuncia debe hacerse para reconstruir esta historia de vida emblemática y resarcir el daño causado a las comunidades afrocolombianas y a las víctimas.

El sentido de los diálogos y de todos nuestros esfuerzos está en el compromiso personal y social para  construir la paz y la justicia

 

Ofrecemos perdón

Después de narrar los hechos planteé unas preguntas y compartí unas respuestas, surgidas del corazón: ¿Para qué conocer la verdad? ¿Por qué no se puede olvidar? ¿Qué hacer después de tantos años? Y expresé lo que yo me respondo, una palabra que se nutre de paz y de amor: perdonar. En nombre de la Iglesia y de la Comunidad Religiosa que represento por causa del martirio de las hermanas Teresita y Yolanda, como un resplandor de esperanza, ofrecemos el perdón a quienes segaron sus vidas y recortaron sus grandes proyectos de compromiso con el pueblo en fidelidad al Evangelio.

Ofrecemos el perdón porque nuestro deseo profundo, como Compañía de María, es contribuir a la construcción de un país democrático, que busque la realización de la justicia, requisito esencial para la paz. Nuestro deseo es que se restablezca la confianza, la dignidad de las personas, de las familias y de las poblaciones afectadas, que resuene con nueva fuerza el texto de Zaqueo y su promesa a Jesús de restituir con creces lo que le ha quitado a los demás: “«Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido»” (Lc 19, 2-10).

Y porque creemos que es necesario realizar gestos proféticos, sociales y políticos, que aporten credibilidad a la construcción de una paz posible y duradera.

Estar en la mesa de conversación de las víctimas, exponer nuestro dolor y esperar a que surja la vida y las acciones favorables para la paz es todo un desafío como colombiana que soy.

Tener la oportunidad de estar presente ante los representantes del Gobierno colombiano y de las Farc, y en presencia de personas de varios países garantes del proceso, me ha motivado a arriesgar la palabra por la verdad, a entregar públicamente el sufrimiento, unido al de las otras personas que viajaron a La Habana conmigo y junto a los cerca de siete millones de colombianos que no han podido llegar hasta aquí y que han sido violentados en su dignidad, en el derecho a la vida, en la libertad y el respeto.

Escuchar el dolor de otras personas y poder narrar, durante quince minutos, la violencia a la que fue sometida Yolanda Cerón hasta perder la vida por manos de un sicario, a plena luz del día, cuando cumplía con el compromiso de anunciar, denunciar y actuar en favor de la paz, me invita a proclamar que la vida es un don sagrado y nadie es dueño de nadie para destruirla. Como religiosa, me compromete a trabajar por la paz, por un país donde se pueda vivir con esperanza y alegría, y donde se construyan relaciones armónicas, de sana convivencia, donde se puedan dialogar las diferencias.

Integrantes de la quinta comisión de víctimas del conflicto armado en Colombia, durante su viaje a La Habana, Cuba

Integrantes de la quinta comisión de víctimas del conflicto armado en Colombia, durante su viaje a La Habana, Cuba

 

Conclusiones de La Habana

“Ya no más guerra, no más muertes. ¡Queremos la paz y deseamos construirla! Para ello es necesario:

Creer que tenemos derecho a vivir en paz, que es posible este sueño si ponemos los medios para que se dé un cambio donde se afecte culturalmente la manera de hacer política, de ejercer el poder, donde se busque el bien común y se viva la justicia para que la paz florezca.

Salir de la indiferencia y de la crítica destructiva que nos aleja cada vez más del propósito de la paz. Somos un pueblo plural, y se nos reta hoy a la apertura para acoger al que piensa diferente sin eliminarlo, para que se dé la transformación de la democracia y de la inclusión política.

Seguir a la escucha de las comunidades campesinas y afrocolombianas, de los grupos étnicos para construir con ellos un país que permita una convivencia pacífica, libre de drogas y de males que destruyen la vida.

Suscitar un cambio en el sistema financiero actual y en la manera de ejercer la política, como ejes inseparables para que se dé la paz como fruto de la justicia. Visibilizarlo con hechos concretos que repercutan en las relaciones de equidad y humanización entre los grupos y personas de Colombia. 

Construir un modelo de justicia transformadora, hablar de una verdad histórica que identifique causas y responsables de los hechos.

Apostar por una educación y pedagogía para la paz que se articulen para llegar al sueño de todos, para acortar distancias e inequidades.

Buscar medios y estructuras de apoyo para incidir en las comunidades a las que representamos para tener acciones que garanticen la humanización y el cuidado de la vida.

Dar paso a la no repetición. Comprometernos en la construcción de la paz en cada entorno en el que vivimos y trabajamos. 

Multiplicar los hechos contundentes de paz para generar confianza en el proceso de construcción de la misma. Trabajemos sin dilatar en el tiempo porque la justicia y la paz son una urgencia”.

 

Agradecimiento final

Al terminar esta relectura de la experiencia, me surge agradecer. Gracias a las personas que conformaban el grupo de las víctimas, mis compañeros, con quienes hice este camino hacia la paz, porque cada una, con su testimonio y valentía han afirmado en mí la esperanza de un nuevo amanecer para Colombia.

Gracias a los miembros de la Conferencia Episcopal, a los representantes de las Naciones Unidas en Colombia, a los miembros del grupo de Pensamiento de la Universidad Nacional y a todas aquellas personas garantes, anfitrionas y acompañantes en esta misión de trabajo por la paz.

A todos los que han hecho posible que me sensibilice más y desee construir con mayor empeño el rostro amable, justo y digno de los colombianos gracias.

Que el Dios Amor, hecho carne, nos ayude a hacer lo posible y lo imposible por la paz y por la construcción de una tierra habitable para todos.

NOTAS

1. Archivo Provincial ODN. Proyecto Comunitario de la Comunidad de Cristales.

2. Clara María Temporelli, odn., Amigas Fuertes de Dios. ¿Amenaza? ¿Para quiénes? Colección ODN, No. 2 Provincias, pp. 234-238.

3. Cfr. Fernando Botero Villegas. “Si el Grano de Trigo…”. Vida, Misión y Legado de Yolanda Cerón. Diócesis de Tumaco, Casa Episcopal. Septiembre 2008, pp. 102-104.

4. El Espectador, 7 de octubre de 2014. En: La violencia del grupo de “Pablo Sevillano”

Gloria Cecilia Londoño Ciro, ODN.

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