El Teatro Real estrena ‘Lear’: Cristo se hizo ópera

La muerte de su padre dejó tocado a Calixto Bieito. Con él estuvo hasta su último aliento. Hasta el final. Y esa experiencia vivida la trasladó a la ópera Lear, de Aribert Reimann, que llega por primera vez al Teatro Real. Ni Verdi, ni Berlioz ni Debussy se atrevieron a enfrentarse con la magnitud del drama shakespeariano en su tiempo.



Tendrían que pasar muchos años para que el músico alemán, felizmente vivo y premiado, la estrenara en 1978 en el Teatro Nacional de Múnich. “Se trata de un montaje, que ya se ha podido ver en París, con un enfoque sensible, con la utilización del cuerpo y de la piel como elementos fundamentales, sin una gota de sangre, tan presente en algunas de sus afamadas puestas en escena, y a la que traslada lo vivido con el recuerdo del fallecimiento de su padre. De las obras del Bardo, este drama total es la más complicada”, asegura el director.

Neurosis y compasión

Todos los cantantes tienen que ser solistas y es complicado armonizar esa galaxia. La acción se desarrolla en un espacio abierto. Un palacio. Una casa, no sé bien qué es. Lleno de iconografía de pintura española. Está repleto de imágenes del expresionismo alemán. Lleno de histeria contemporánea, de neurosis, de compasión”, explica.

Y de esa “pinacoteca”, de esos cuadros en escena que recuerdan a otros sobre lienzo, ‘Lamento por el Cristo yacente’, ‘magnum opus’ de Andrea Mantegna, un soberbio escorzo que es un emblema de la historia de la pintura, realizado por quien fue uno de los artistas más renombrados del Quattrocento, maestro de perspectivas, exquisito pintor. Y una escultura eterna, ‘La Pietà’ de Buonarroti, pieza monumental que muestra el dolor de una madre que sostiene en sus brazos al hijo yacente.

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