La pregunta del papa Francisco a todos los cristianos: “¿Has leído entero al menos uno de los cuatro Evangelios?”

“Lleva siempre el Evangelio en el bolsillo, en el bolso o en el teléfono”, pide el Papa en la misa del Domingo de la Palabra de Dios

El papa Francisco en la misa del Domingo de la Palabra de Dios

“La Palabra de Dios es una fuerza que atrae hacia Dios. Es una fuerza que nos mueve hacia los demás. No nos deja encerrados en nosotros mismos, sino que dilata el corazón, hace cambiar de ruta, trastoca los hábitos, abre escenarios nuevos y desvela horizontes insospechados”. Así ha comenzado el papa Francisco su homilía en la misa de este V Domingo de la Palabra de Dios en la Basílica de San Pedro, celebración en la que ha conferido a una mujer y un hombre el ministerio del lectorado y del catequista.



Según ha afirmado el Pontífice, “no podemos prescindir de la Palabra de Dios, de su dulce firmeza que, como un diálogo, se imprime en el alma y la renueva con la paz de Jesús que nos hace preocuparnos por los demás”. “Si miramos a los amigos de Dios, vemos que para todos la Palabra ha sido decisiva”, ha añadido citando a san Antonio, san Agustín, santa Teresa del Niño Jesús o san Francisco de Asís.

Pero, “¿por qué para muchos de nosotros no sucede lo mismo?”, se ha preguntado Jorge Mario Bergoglio. Porque “es necesario no ser ‘sordos’ a la Palabra”.

“Es el riesgo que corremos, ya que abrumados por miles de palabras, no damos importancia a la Palabra de Dios, la oímos, pero no la escuchamos; la escuchamos, pero no la custodiamos; la custodiamos, pero no nos dejamos provocar por ella para cambiar; la leemos, pero no la hacemos oración”, ha continuado.

Haciendo referencia al Evangelio de hoy -“Dejaron sus redes y lo siguieron” (Mc 1, 18)-, Francisco se ha detenido en estos dos verbos para continuar su sermón: dejar y seguir.

Dejar las redes

“¿Qué dejaron los discípulos? La barca y las redes, es decir la vida que habían llevado hasta aquel día. Muchas veces nos cuesta dejar nuestras seguridades, nuestros hábitos, porque permanecemos atrapados en ellos como los peces en la red. Pero quien está en contacto con la Palabra se libera de las ataduras del pasado, porque la Palabra viva descifra la existencia, cura también la memoria herida implantando el recuerdo de Dios y de las obras que ha hecho por nosotros”, ha señalado el Pontífice.

Asimismo, el Papa ha proseguido: “La Escritura nos radica en el bien, nos recuerda quienes somos: hijos de Dios salvados y amados. Con el relato de las obras que Dios ha hecho por nosotros, la Sagrada Escritura desata los amarres de una fe paralizada y nos hace saborear de nuevo la vida cristiana como lo que verdaderamente es, una historia de amor con el Señor”.

Seguir a Jesús

“Los discípulos, detrás del Maestro, dieron pasos hacia adelante. Efectivamente su Palabra, mientras libera de los obstáculos del pasado y del presente, hace madurar en la verdad y en la caridad, reaviva el corazón, lo sacude, lo purifica de las hipocresías y lo llena de esperanza”, ha apuntado.

“Aferrémonos a la mansedumbre de la Palabra que salva”

Por otro lado, el Papa ha destacado que “el Domingo de la Palabra de Dios nos ayuda a volver con alegría a las fuentes de la fe, que nace de la escucha de Jesús, Palabra de Dios vivo”.

“Mientras se dicen y se leen constantemente palabras sobre la Iglesia -ha continuado-, que Él nos ayude a redescubrir la Palabra de vida que resuena en la Iglesia. De lo contrario terminaremos por hablar más de nosotros que de Él; y al centro quedarán nuestros pensamientos y nuestros problemas, en vez de Cristo con su Palabra”.

Y ha añadido: “Volvamos a las fuentes para ofrecer al mundo el agua viva que no logra encontrar; y, mientras la sociedad y las redes sociales acentúan la violencia de las palabras, aferrémonos a la mansedumbre de la Palabra que salva”.

Francisco ha concluido su homilía con varias preguntas al aire: “¿Qué puesto reservo yo a la Palabra de Dios en el lugar donde vivo? Allí habrá libros, periódicos, televisores, teléfonos, pero ¿dónde está la Biblia? En mi cuarto, ¿tengo el Evangelio al alcance de la mano? ¿Lo leo cada día para orientarme en el camino de la vida?”.

“Muchas veces he aconsejado llevar siempre el Evangelio, en el bolsillo, en el bolso, en el teléfono. Si amo a Cristo más que a nadie, ¿cómo puedo dejarlo en casa y no llevar conmigo su Palabra? Y una última pregunta: ¿he leído entero al menos uno de los cuatro Evangelios? El Evangelio es el libro de la vida y, sin embargo, muchos creyentes nunca han leído uno de principio a final”, ha subrayado.

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