El enviado del Vaticano para poner orden en la Iglesia siro-malabar regresa a la India tras reunirse con el Papa

Cyril Vasil,  delegado pontificio para la Archieparquía de Ernakulam-Angamaly, vuelve al país asiático para velar que se apliquen las normas litúrgicas del sínodo propio

A pesar de haber sido recibido con frialdad una vez, el obispo Cyril Vasil no desiste en su misión de delegado pontificio para la Archieparquía de Ernakulam-Angamaly en la India. En dicha diócesis, la más representativa del rito siro-malabar, está al borde de un cisma que parece ser algo más que litúrgico. Por ello el delegado ha sido recibido por el papa Francisco antes de poner rumbo nuevamente a la India este 12 de diciembre.



El delegado llega a Kerala a tratar de superar el conflicto abierto por el rechazo de la diócesis a las normas litúrgicas del rito establecidas por el sínodo local. Tradiciones que sacerdotes y fieles han defendido llegando a utilizar incluso la violencia. El propio Papa envió un mensaje en vídeo a la diócesis el pasado 7 de diciembre pidiendo el fin de las divisiones y la violencia provocadas por la disputa sobre la posición en la que los sacerdotes celebran la Santa Qurbana, la misa de la tradición local. Tema revisado en el Sínodo siro-malabar en 2021 y que 34 de las diócesis han aceptado sin mayor dificultad.

La disputa

En los últimos dos años un grupo de fieles de este rito no está a favor de algunos de los cambios litúrgicos que aprobó en agosto de 2021 el Sínodo católico siro-malabar. Las cifras elevan los críticos con las novedades a 460 sacerdotes y al menos medio millón de católicos –de un total de cuatro millones y medio de fieles–. En las comunidades de este rito los cambios comenzaron a hace un año y medio, si bien se dio una prórroga hasta la Pascua de 2022 pensando en las diócesis más reticentes. Pero el rechazo no se hizo esperar y entre los críticos ha destacado Antony Kariyil, vicario general del cardenal George Alencherry –archieparca mayor de esta Iglesia–, y que ha encontrado un importante apoyo por parte de sus diocesanos de Ermakulam-Angamaly. Otro grupo de fieles se ha apostado ‘okupando’ en el pasado la casa del arzobispo en Kochi, sede principal de este rito que recoge la tradición caldea y que ha seguido el espíritu evangelizador del apóstol Tomás. Ya en marzo de 2022 en una protesta quemaron en plena calle dos muñecos que representaban al cardenal Alencherry y al prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, Leonardo Sandri.

Desde el Vaticano, con una carta del mismo Papa, se trasladó el pesar porque la archieparquía de Ernakulam-Angamaly siguiera “afirmando su propia ‘particularidad litúrgica’, fruto de la reflexión, pero aislada del resto de la Iglesia siro-malabar” tras esta decisión tomada por el sínodo que reúne a todas las jurisdicciones de este rito y que fue adoptada por amplia mayoría. “Es bueno que como creyentes en Cristo nos interroguemos sobre nuestra manera de actuar, de expresar el desacuerdo, de aceptar incluso el esfuerzo y las humillaciones, de dar pasos hacia atrás”, señalaba el Francisco en su carta de marzo de 2022, que invitaba a actuar “no por un criterio humano de victoria o derrota, de un grupo sobre el otro, sino mirando al Señor y aceptando no sólo celebrar su Pascua sino vivirla junto con Él, comenzando por la tribulación y la Pasión”. Antes, en el mes de febrero, en una intervención en la plenaria de la Congregación para las Iglesias Orientales había señalado: “El mundo necesita el testimonio de la comunión. Si damos escándalo con disputas litúrgicas –y lamentablemente hubo algunas recientemente–, le estamos haciendo el juego al maestro de la división”.

En el sínodo pesaron más los motivos de proponer una celebración uniforme de la eucaristía, la ‘Santa Qurbana’, y por eso el decreto fue presentado por el cardenal Alencherry, como una “decisión unánime del Sínodo”. Se han unificado cuestiones como que el sacerdote se coloca mirando a los fieles en la primera parte de la celebración y en la liturgia de la Palabra, y después se vuelve hacia el altar para la liturgia eucarística; volviéndose hacia los fieles para los ritos finales tras la comunión.Unos aspectos que llevan sobre la mesa desde 1999 cuando el sínodo los había aprobado por primera vez y habían recibido el beneplácito de la Congregación para las Iglesias Orientales –pero que no llegó a implantarse por unas protestas similares a las actuales– ya que la mayoría de las comunidades estaban acostumbradas a tener al sacerdote frente a los fieles (de cara) todo el tiempo.

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