Francisco defiende el modelo de la inculturación frente a las imposiciones a los pueblos indígenas

El Papa retoma su ciclo de catequesis dedicado a la pasión por la evangelización a través del celo apostólico de los creyentes como san Juan Diego de Guadalupe

Tras el paréntesis de la semana pasada, debido a la proximidad de la fiesta de Asunción de la Virgen María, el papa Francisco ha retomado su ciclo de catequesis sobre la pasión por la evangelización a través del celo apostólicos de los creyentes. En concreto ha centrado su reflexión en la audiencia general sobre el indio san Juan Diego, el mensajero de la Virgen de Guadalupe. Además ha pedido intensamente oraciones por las víctimas, como los niños desaparecidos, de la “cruel” guerra en Ucrania.



El camino de la inculturación

“En México —como en Lourdes y en Fátima— María se apareció a una persona humilde y sencilla, a un indio que se llamaba Juan Diego, y de ese modo hizo llegar su mensaje a todo el Pueblo fiel de Dios. Ella anuncia a Jesús siguiendo el camino de la inculturación, es decir, por medio de la lengua y la cultura autóctonas, y con su cercanía materna manifiesta a todos sus hijos el amor y el consuelo de su Inmaculado Corazón”, señaló el Papa. Aunque, en el pasado, “en lugar de la vía de la inculturación, se tomó con demasiada frecuencia la precipitada de trasplantar e imponer modelos preestablecidos, faltando al respeto a los pueblos indígenas”. “La Virgen de Guadalupe, en cambio, aparece vestida con las ropas de los nativos, habla su lengua, acoge y ama la cultura local: es Madre y bajo su manto todo niño encuentra un lugar”, reivindicó.

Francisco destacó las dificultades de Juan Diego para ser mensajero de María ya que “tuvo que afrontar incomprensiones, dificultades e imprevistos”. “Esto nos enseña que para anunciar el Evangelio no es suficiente dar testimonio del bien, sino a veces también saber sufrir los males, con paciencia y constancia, sin miedo a los conflictos. En esos momentos difíciles, invoquemos a María, nuestra Madre, que siempre nos ayuda, nos alienta y nos guía hacia Dios”, destacó el pontífice. “Siempre existe el riesgo de una cierta claudicación en el anuncio: una cosa no va y uno se echa atrás, se desanima y tal vez se refugia en sus propias certezas, en pequeños grupos y en algunas devociones intimistas. La Virgen, en cambio, al mismo tiempo que nos consuela, nos hace avanzar y así nos hace crecer, como una buena madre que, siguiendo los pasos de su hijo, lo lanza a los desafíos del mundo”, advirtió.

Francisco, además, pidió “al Señor que auxilie y fortalezca especialmente a las madres y a las abuelas, que son las primeras mensajeras del Evangelio para sus hijos y sus nietos”. Ya que, destacó el Papa, “el evangelio se transmite en la lengua materna” y, añadió, “se comunica, como muestra María, en la sencillez: la Virgen elige siempre a los sencillos, en la colina del Tepeyac en México como en Lourdes y Fátima: hablándoles, habla a cada uno, en un lenguaje apto para todos, comprensible, como el de Jesús”.

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