Francisco: “Desde la cruz, Jesús permanece con los brazos abiertos para decirte que nada de lo tuyo le es ajeno”

El Papa ha celebrado la eucaristía del domingo de Cristo Rey en Asti

Francisco ha celebrado la eucaristía de este domingo de Cristo Rey en Asti, donde se encuentra en su primera visita personal en casi diez años de pontificado. Un lugar al que ha acudido “a reencontrar el sabor de las raíces”, al igual que el Evangelio de hoy “nos lleva a las raíces de la fe”.



Y es que, pensando en el título de ‘rey’, Francisco ha señalado que “observando a Jesús, la idea que tenemos de un rey da un vuelco”, porque “el Dios que ‘derribó a los poderosos de su trono’ (Lc 1,52) se comporta como siervo crucificado por los poderosos. Está adornado sólo con clavos y espinas, despojado de todo mas rico en amor; desde el trono de la cruz ya no instruye a la multitud con palabras, ni levanta la mano para enseñar. Hace mucho más: en vez de apuntar el dedo contra alguien, extiende los brazos para todos”.

“Sólo entrando en su abrazo entendemos que Dios se aventuró hasta ahí, hasta la paradoja de la cruz, justamente para abrazar todo lo que es nuestro, aun aquello que estaba más lejos de Él: nuestra muerte, nuestro dolor, nuestra pobreza, nuestras fragilidades”, ha asegurado el Papa. “Este es nuestro rey, rey del universo, porque Él cruzó los más recónditos confines de lo humano; entró en la oscura inmensidad del odio y del abandono para iluminar cada vida y abrazar cada realidad”, ha añadido.

De esta manera, Jesús “permanece ahí, con los brazos abiertos, para decirte en silencio que nada de lo tuyo le es ajeno, que quiere abrazarte, volverte a levantar y salvarte, así como eres, con tu historia, con tus miserias, con tus pecados”. Por ello, Francisco ha animado a “dejarnos amar, pues esos brazos abiertos nos abren también a nosotros el paraíso, como al buen ladrón”. “Sintamos como dirigida a nosotros la frase que Jesús hoy, en el Evangelio, pronuncia desde la cruz: ‘Estarás conmigo en el paraíso’, pues esto es lo que quiere decirnos Dios cada vez que nos dejamos mirar por Él”. De esta manera, “entendemos que no tenemos un dios desconocido que está allá arriba en el cielo, poderoso y distante, sino un Dios cercano, tierno y compasivo, cuyos brazos abiertos consuelan y acarician. ¡Ese es nuestro rey!”.

Salir de la indiferencia

Por otro lado, el Papa ha advertido acerca de la indiferencia con la que muchos miran la escena de Jesús crucificado. “Habrán comentado, habrán expresado juicios y opiniones, alguno se habrá lamentado, pero todos se quedaron mirando sin hacer nada, con los brazos cruzados”, y todos ellos “tienen en común una frase recurrente: ‘Si eres rey, ¡sálvate a ti mismo!‘. Sálvate a ti mismo, exactamente lo contrario de lo que está haciendo Jesús, que no piensa en sí mismo, sino en salvarlos a ellos”.

Sin embargo, “ese sálvate a ti mismo es contagioso, de los jefes a los soldados y a la gente, la ola del mal alcanza a casi todos. Y es una marejada que se transmite por indiferencia, porque aquella gente habla de Jesús pero no sintoniza ni un solo momento con Él. Es el contagio letal de la indiferencia. La ola del mal se propaga siempre así: comienza tomando distancia, mirando sin hacer nada, sin dar importancia, y luego se piensa sólo en los propios intereses y se acostumbra a mirar hacia otro lado”, ha explicado el Papa. Del mismo modo, “es un riesgo también para nuestra fe, que se marchita si se queda en una teoría y no se hace práctica, si no hay compromiso, si no se da en primera persona, si no se arriesga. Entonces nos convertimos en cristianos superficiales, que dicen creer en Dios y querer la paz, pero que no rezan ni se preocupan por el prójimo”.

Por ello, Francisco ha animado a preguntarse: ante la crisis de hoy de disminución de la fe, de falta de participación, ¿nos limitamos a elaborar teorías, a criticar, o nos ponemos manos a la obra, tomamos las riendas de nuestra vida, pasamos del “si” de las excusas a los “sí” de la oración y del servicio?”. “Todos creemos saber qué es lo que no está bien en la sociedad, en el mundo, incluso en la Iglesia, pero luego, ¿hacemos algo? ¿Nos ensuciamos las manos como nuestro Dios clavado al madero o estamos con las manos en los bolsillos mirando?”, ha añadido. Así, Francisco ha recomendado “mirar a Jesús en la cruz para encontrar el valor de mirarnos a nosotros mismos; de recorrer las vías de la confianza y de la intercesión; de hacernos siervos para reinar con Él”.

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