La Palma, año I: un volcán de caridad que sigue latiendo

La imponente naturaleza de las islas impregna el ADN canario. Tal vez por ello el himno del archipiélago rece en uno de sus versos “soy volcán, salitre y lava”. La arena negra de sus playas recuerda que, bajo toda la vida que puebla Canarias, late un corazón de lava que amenaza con salir. De hecho, no es extraño que, cada cierto tiempo, la actividad sísmica ponga a los canarios en alerta. Sin embargo, nada comparable con lo vivido el 19 de septiembre de 2021, cuando la tierra se abrió en La Palma.



Un grito que, desde lo más profundo, provocaba que el mundo entero mirase hacia la Isla Bonita. Mientras, los habitantes de las zonas más próximas al volcán lloraban ante sus viviendas, sus cultivos… sus vidas, que eran amenazadas por una colada de lava que, durante 85 días, arrasó todo lo que encontraba a su paso camino al mar. Un año después, se sigue trabajando para restaurar la normalidad en una zona en la que la labor de la Iglesia se ha hecho imprescindible.

“Ha sido un año difícil”, reconoce Domingo Guerra, párroco de la localidad de El Paso. “Un periodo marcado por el desconcierto, el miedo y la incertidumbre”, relata. Primero, durante aquellos casi tres meses de erupción, “por no saber el rumbo que iba a tomar la lava ni cuándo iba a acabar, por los temblores que había…”. Todo ello mientras la lava iba comiéndose terrenos anteriormente sembrados de cultivos y viviendas, cubriéndolos de un manto negro.

Domingo Guerra

Cuando en diciembre cesó la erupción, “por fin suspiramos”, dice Guerra. Pero fue un alivio momentáneo. “Lo cierto es que la gente había quedado muy tocada”, asegura. Tanto, afirma, que hasta costaba que los fieles respondieran en misa “a lo más elemental”. “Han seguido así por lo menos hasta abril”, señala el párroco. A partir de entonces “han ido poco a poco levantando el ánimo, sobre todo porque mucha gente está empezando a volver a sus casas”.

La escasez de viviendas

De aquella situación de incertidumbre da testimonio también Ángel Luis Pérez, vicario de La Palma. “Muchas personas siguen batallando porque aún no han podido volver a la normalidad”, señala. El gran problema: la escasez de viviendas. “Esto ha hecho que hayan subido los alquileres y que la gente haya tenido que desplazarse a otras zonas de la isla”, explica Pérez, convencido de que, si bien las ayudas llegan, no están siendo suficientes. En este tiempo, la Iglesia ha intentado ir paliando estas carencias.

Además de Cáritas, muchas personas han acudido para buscar apoyo a nivel espiritual y de acompañamiento. “La fe ha sido fundamental para muchas personas”, asegura el vicario de La Palma, “no solo para los que ya participaban de la vida de la Iglesia, sino también los que no lo hacían. Ellos mismos manifiestan que gracias a la fe han ido afrontando las cosas con más tranquilidad, ya que hemos supuesto una buena ayuda en todos los sentidos”.

“Es cierto que parece que, una vez acabó la erupción, se ha dejado la noticia un poco de lado”, continúa, “pero la realidad es que sí que se está trabajando, lentamente, en la situación, y que la Iglesia a nivel nacional también se ha volcado. Los que estamos dentro sabemos el esfuerzo y los gestos de generosidad que se han tenido. En este sentido es muy importante reconocer la ayuda que ha supuesto Cáritas, por ejemplo”.

Cáritas, volcada

Por otro lado, ahora mismo hay proyectos institucionales para reconstruir la zona arrasada. Proyectos que, además, tendrán que tener en cuenta dónde y cómo reubicar a la población desplazada. “Lo que sí se ha construido es una vía de acceso de un lado a otro de la colada, y eso ha facilitado mucho las comunicaciones”, detalla. “Hace poco me decían que al día se habían contabilizado incluso hasta 5.000 personas que habían pasado por allí. Esto da entender que es muy importante lo que han hecho”, explica.

“Las ayudas han llegado, pero son parciales”, insiste Guerra. A él llegó el testimonio, hace unos días, de una familia que lo perdió absolutamente todo: vivienda y terreno, que era su medio de vida. “Han recibido 60.000 euros, lo cual es insuficiente para una casa y comprar un terreno”, explica. Tal como señala el sacerdote, Cáritas y Cruz Roja han estado pagando alquileres y arreglando viviendas, pero, en este tiempo, “la gente ha tenido que seguir viviendo”. “El Gobierno ha prometido a los que perdieron la platanera que pagará dos años de cosecha, pero los que tenían otros medios de vida aún tienen esa incertidumbre de qué pasará con ellos”, asevera.

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