La auditoría antiabusos, a contrarreloj

En el bufete Cremades & Calvo-Sotelo no se han permitido bajar el ritmo. Es más, a lo largo de estos seis meses se han llegado a sentir “algo desbordados” por el ingente y complejo encargo recibido por la Conferencia Episcopal Española el pasado mes de febrero: auditar los abusos en el seno de la Iglesia de nuestro país.



Cuando se cumple el ecuador desde que se pusieran manos a la obra, en el despacho de abogados confirman a Vida Nueva que trabajan contrarreloj para cumplir con el plazo comprometido inicialmente: un año. “Hemos tenido que reforzar el equipo de colaboradores ante un trabajo amplísimo”, exponen quienes coordinan las labores de investigación que confían en tener solo “un pequeño desfase” a la hora de presentar su informe final.

Esta metodología multidisciplinar que los lleva a defender que “la credibilidad de la auditoría viene dada por las personas que integran la comisión. Hemos buscado a los mejores del mundo en el acompañamiento y asesoramiento a las víctimas”. Eso sí, desde Cremades & Calvo-Sotelo se admite que “estamos ante una tarea delicada y muy difícil.  Habrá quien no comparta nuestra visión y la perspectiva que hemos adoptado para abordar esta lacra, pero creo que no se va a poder poner en duda nuestra profesionalidad más allá de no estar de acuerdo con el enfoque”.

Así, subrayan que esta radiografía buscará aglutinar, respetando a las víctimas, una relación de los casos descubiertos por diferentes vías, pero queda descartado que se vaya a realizar una proyección de datos al estilo del cuestionado estudio francés, que realizó un escalado que no parecía corresponderse con las denuncias judiciales y que tampoco llegaron a reconocer algunos de los miembros del equipo investigador.

Buscar la verdad

“Las estadísticas no benefician a la verdad. Lo que es indudable es que el problema existe y el objetivo es alcanzar la verdad y que en el futuro no se repitan estos hechos y se logre una reparación final con propuestas y recomendaciones que ayuden a las víctimas, a la Iglesia y al conjunto de la sociedad”, asevera el equipo auditor, consciente de que resulta complicado ofrecer cifras definitivas, partiendo de la teoría de la punta del iceberg, que se traduce en un porcentaje que hasta la fecha ninguna auditoría ha podido calibrar sobre cuántas víctimas ocultas hay por no haber denunciado ni ante las autoridades judiciales, pero ni siquiera ante su familia.

“Cuando en algún momento hemos manifestado que lo que se sabía era solo la punta del iceberg, no es que se estuviera dando por hecho una práctica generalizada de encubrimiento, sino que, por la propia naturaleza de la pederastia, quienes han padecido esta lacra no quieren que salga a la luz”, exponen sin restar importancia a la falta de conciencia eclesial con respecto a esta cuestión en décadas anteriores.

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