Azza Karam busca la paz (de la mano de la religión)

Por primera vez una musulmana es secretaria de la plataforma global Religions for Peace

“No puedo escribir todos los nombres porque son muchos. En los años setenta, en Egipto, vi cómo arrestaban a amigos y colegas, y desaparecían solo por haber expresado lo que pensaban. Los que alzaron la voz en su defensa corrieron la misma suerte. Y lo mismo se repitió en otros países de la región después del drama del Septiembre negro. Fue entonces cuando me di cuenta de hasta qué punto los derechos humanos eran un lujo para la mayoría de las mujeres y los hombres del planeta. Y todavía lo son porque las libertades fundamentales están cada vez más en la mira. Son una especie en peligro de extinción”.



Fue esta conciencia, adquirida desde muy joven, la que llevó a Azza Karam a comprometerse con la protección de los derechos humanos, tanto como académica como funcionaria de alto nivel de distintas realidades intergubernamentales y no gubernamentales. Nacida en 1968, su recorrido vital la llevó hasta Religions for Peace, la asociación internacional de representantes de las religiones del mundo dedicada a promover la paz que fue fundada en Kioto en 1970. Egipcia de nacimiento y holandesa de ciudadanía, Karam es profesora de estudios religiosos y diplomacia, exfuncionaria de la ONU y ahora vive en Nueva York.

Defensa de la dignidad personal

Ha tenido siempre clara una certeza, la de la íntima relación entre la defensa de la dignidad personal y la religión. “Como creyente islámica, siempre me ha interesado entender cómo las religiones pueden contribuir a crear condiciones de respeto por la libertad humana colaborando entre todos y trabajando desde dentro, con instituciones que por sí solas no son capaces de hacerlo”, explica. No es de extrañar que esta mujer menuda, de tono afable fuera nombrada secretaria general de Religions for Peace en 2019. Para llevar adelante esta convicción, ha usado las herramientas espirituales de cada uno de los credos con una perspectiva multirreligiosa.

Conocí Religions for Peace en el año 2000 cuando me llamaron para dirigir un programa para mujeres de fe. Fue un experimento inédito en su momento y quedé muy impresionada porque me permitió dedicarme a la cuestión femenina, que siempre ha sido una de mis pasiones, desde un punto de vista religioso. Así que me quedé”. Y lo hizo hasta ser elegida para dirigir la organización. Es la primera mujer, y la primera musulmana, que ocupa este cargo.

“Se trata de un gran honor que asumo desde una perspectiva de servicio. Cuando me preguntan si soy feminista, respondo que no pierdo el tiempo definiéndome ni preguntándome cómo me definen. Prefiero centrarme en el trabajo que hay que hacer, que es mucho. La única definición que acepto es la de ‘persona que se pone al servicio’. Es lo que significa para mí ser secretaria general”.

La ONU de las religiones

La estructura de Religions for Peace es articulada y compleja. Incluye a más de 900 líderes religiosos de 90 países e instituciones religiosas, que representan a mil millones de creyentes de todo el mundo y también se le llama la ONU de las religiones. A diferencia de las Naciones Unidas, de las que solo los gobiernos pueden ser miembros, además de los representantes oficiales, incluye comunidades de fe y credos sin un aparato institucional.

El movimiento está compuesto por muchos jóvenes y mujeres, más del 40 por ciento del total. Además, al doble nivel organizativo se le suma un triple ámbito de actuación: internacional, nacional y regional. Por un lado, es un espacio global, en el que los líderes de las religiones realmente conviven y trabajan juntos. Y, hablando con una sola voz, animan a la comunidad internacional y a los diferentes países a intervenir en temas cruciales de nuestro tiempo, desde la migración hasta la protección del medioambiente pasando por la lucha contra las desigualdades.

Por otra parte, mediante los consejos interreligiosos presentes en más de noventa países, los creyentes desarrollan su compromiso concreto al servicio del bien común de la sociedad. Un ejemplo es el fondo creado para hacer frente a la emergencia de la pandemia. “Las religiones fueron las primeras en comprometerse en medio de la tragedia que estaba afectando a la humanidad. Al principio, cada una trató de actuar por su cuenta debido a la falta de coordinación. Aunque hagas posible lo imposible, si estás solo no puedes llegar muy lejos. El fondo ha permitido que las diferentes religiones aúnen esfuerzos y avancen juntas en una perspectiva multirreligiosa”, subraya la secretaria general, partidaria del “diálogo del hacer” y el “lenguaje de las manos”. Una actitud acorde con su intolerancia hacia los enunciados teóricos y las categorías abstractas.

Es un recurso fundamental para el tratamiento de las heridas actuales para socavar la lógica perversa de la violencia desde su raíz. “Lo he experimentado personalmente. Se necesita mucha fuerza para defender los derechos humanos. No es fácil resistir las amenazas, directas o indirectas. No solo las que provienen de los aparatos de seguridad. Las más insidiosas son las frases lanzadas por amigos y familiares, como: “Así expones a los que te rodean”, “no te importa que le pase algo a tus seres queridos”, o “eres una mujer”… Defender los derechos humanos te convierte en alguien incómodo para todo el mundo. Incluso para los que te quieren, para aquellos que tratas de proteger que no se fían de ti por completo. Hay que tener en cuenta esta soledad. El trabajo del defensor es solitario. Por eso, la fe es una poderosa aliada”.

A menudo se acusa a las religiones de contribuir a la difusión del fanatismo y la intolerancia y de alimentar la violencia en lugar de combatirla. “Por desgracia, lo hemos visto varias veces. Cuando un régimen se autodenomina religioso, resulta opresor y tiránico. Debemos distinguir claramente la fe del uso instrumental que se hace de ella. Cualquier religión manipulada puede convertirse en fuente de odio. Como musulmana lo sé bien. El islam es una cosa, otra es lo que proclaman algunos grupos extremistas para promover una brutalidad sin sentido que, perjudica a otros musulmanes. En la Historia moderna y contemporánea hemos visto lo contrario: los creyentes han jugado un gran papel en la promoción de la libertad y los derechos humanos. La demostración de fe más auténtica es el trabajo conjunto de mujeres y hombres de diferentes religiones. Cada paso que damos unos hacia otros nos acerca a Dios, por eso mi sueño para el futuro de Religions for peace es que siempre haga honor a su nombre. Que sepa ser, cada día más, una cantera de paz poblada por personas de diferentes credos”.

*Reportaje original publicado en el número de marzo de 2022 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

Lea más:
Noticias relacionadas
Compartir