El credo de las escritoras

  • Las editoriales generalistas apuestan por mujeres que se convierten en testimonio de la compleja relación entre lo femenino y la religión católica a lo largo de la historia
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Cristina Morales (Granada, 1985) publicó en 2015 ‘Malas palabras’ (Lumen), novela que Anagrama reeditó en 2020, primero, con el título de Introducción a Teresa de Jesús y, de nuevo, como Últimas tardes con Teresa de Jesús. Uno de los títulos que en su día propuso Cristina Morales para el libro, justificado ahora porque incluye el texto “El cuerpo de los escritores”, un personalísimo homenaje a Juan Marsé dentro de un homenaje a Teresa de Jesús, la protagonista, la narradora, a la que Morales inventa una confesión intimista fuera de toda norma, sin límites ni prevenciones, por ser mujer y leer, por ser mujer y escribir, por ser mujer y cuestionarlo todo.



Morales es también la autora de ‘Lectura fácil’ (Anagrama), una novela que en su portada recoge el texto de una pintada anarquista: “Ni amo, ni Dios, ni marido, ni partido, ni de fútbol”, que se confunde –a propósito– con el título y con la provocación del propio relato. Sin embargo, la obra no se adentra en su poso antisistema en la idea de Dios ni en la Iglesia católica, más allá de alguna puntual soflama. Pero la idea de Dios –o la de “ni Dios”, en este caso– vende. O lo sigue haciendo.

El caso más reciente es el de Elisa Victoria (Sevilla, 1985) y su segunda novela, ‘El Evangelio’ (Blackie Books), que llega aún con el eco de ‘Vozdevieja’ (Blackie Books, 2019), su ópera prima. El punto de partida es Lali, una estudiante de Magisterio en prácticas y atea, como también se describe la propia autora, que tendrá que dar clases en un colegio católico –“de monjas”– en la propia capital andaluza.

“El Evangelio no es solo un análisis de la religión o de cómo se aplica la religión desde el sistema educativo. En ese colegio se pueden identificar un montón de matices de la sociedad”, manifiesta la autora. Y aunque el título de ‘El Evangelio’ es, pese a todo, circunstancial, vinculado, según explica, al dicho sevillano “pues ha hablado el Evangelio”, cuando se está de acuerdo con lo que se afirma; su elección pone el foco de la novela en la religión, aunque es mucho más: una joven que manifiesta su incomodidad, su insatisfacción, ante la educación, pero también ante el mundo que le rodea y le ha tocado vivir.

Verdad de la vida

La mirada de Victoria recorre su propia experiencia vital como herramienta narrativa, como hace la periodista Ana Iris Simón (Campo de Criptana, Ciudad Real, 1991) en ‘Feria’ (Círculo de Tiza), novela en la que celebra a su familia feriante, los amigos que perduran y los vínculos con el pasado –sus tres grandes temas– para reflexionar sobre lo que somos: banalidad y luces de neón.

En Feria, ante todo, hay verdad, incluso a contracorriente. Por ejemplo, en cómo Simón se acercó a la religión ante un padre comunista. “Imagino que lo que más llama la atención del libro sobre este aspecto –relata– es que cuando era cría me escapaba de casa para ir a misa yo sola, pero creo que el mejor ejemplo de cómo me influyó el ateísmo militante de mi padre, por un lado, y el cristianismo, por otro, está en los pasajes que hablan de la muerte”.

Es que ‘Parece que Dios hubiera muerto’ (Seix Barral), jugando con el título de la novela de la colombiana Diana Ospina Obando (Bogotá, 1974), un relato conmovedor sobre la muerte –en este caso, de la madre–, y en el que la narradora, una adolescente de 14 años, comprende que nada volverá a ser como era. Tan cerca y tan lejos de ‘Los abismos’ (Premio Alfaguara, 2021), de Pilar Quintana (Cali, 1972), también colombiana, que, como ya hizo en ‘La perra’ (Random House, 2019), ahonda en la maternidad, anhelos y frustraciones de la mujer de hoy.

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