El 30 por ciento de las mujeres y niñas del mundo viven con miedo a sufrir una agresión

Entre las consecuencias que ha dejado la pandemia por el coronavirus está el aumento de los episodios de violencia contra las mujeres en todo el mundo. Una realidad que las entidades de todo el mundo tratan de afrontar porque, como denunciaba Ricardo Loy, secretario general de Manos Unidas y miembro del comité de género de la organización, “la sociedad no puede mostrarse indiferente ante el maltrato y la violencia. No podemos tolerar que el 30 % de las mujeres y niñas del mundo vivan con miedo a ser agredidas, a denunciar o a las reacciones en su entorno cercano tras las agresiones… Y todo ello ante la apatía de una gran parte de las sociedades”.



“Solo atendiendo a las diferentes experiencias de violencia contra la mujer que nuestros socios locales nos transmiten, podemos imaginar el infinito dolor que, seguro, se está produciendo en estos momentos en todo el mundo por esa causa”, explica Loy sobre la respuesta de Manos Unidas ante esta realidad que va más allá de la violencia física.

“Con nuestro trabajo de formación y de sensibilización intentamos poner freno a actitudes que violentan y degradan a las mujeres, como la trata de personas para su explotación laboral o sexual o la utilización de las mujeres y niñas como arma de guerra”, apunta el secretario. “La educación, en el trabajo de sensibilización que llevamos a cabo, tiene como objetivo, asimismo, el hacer frente a esas costumbres religiosas o culturales que las violentan físicamente o las invisibilizan y excluyen”, explica en relación a los proyectos que impulsan como en Sierra Leona donde las mujeres fueran utilizadas como arma de guerra y entregadas a los rebeldes como esclavas sexuales durante la Guerra Civil que ha terminado en 2002.

Frente a la espiral del silencio

“La violación es algo que en Sierra Leona se usa tan comúnmente contra las mujeres y las niñas, que en 2018 pasado el presidente del Gobierno tuvo que declarar la violencia sexual como una emergencia nacional”, relata Peter Konteh, director de Cáritas Freetown. Las mujeres y niñas se enfrentan no solo a la violencia física –las palizas a las esposas son algo generalizado–, sino a la violencia doméstica y a las privaciones económicas; una violencia que se ampara en la cultura del silencio, fuertemente arraigada, apuntan desde la entidad religiosas.

“Ahora, con las intervenciones que hemos llevado a cabo con apoyo de Manos Unidas, hemos conseguido dar un vuelco a esa cultura del silencio que impedía a las víctimas hablar, sobre todo cuando se trataba de violaciones, y hemos logrado situar estos temas en la mesa de discusión. Ahora, las mujeres, las niñas y las familias están dispuestas a hablar sobre el abuso y los perpetradores están siendo llevados ante la justicia”, explica Konteh.

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