Tormenta de solidaridad en la Iglesia para acoger a los refugiados

Sacerdotes y religiosos reaccionan abriendo sus casas ante la inacción de los gobiernos más inmovilistas de la UE

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MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Si a toda gran tormenta le anteceden chubascos aislados, algo parecido ha ocurrido en Europa a la hora de reaccionar ante el drama de los refugiados que llegan desde Siria, Irak o el África subsahariana huyendo de la guerra y el yihadismo. Mientras la Unión Europea (UE) ha visto aflorar una vez más sus dos almas (con los primeros ministros de Reino Unido y Hungría erigiéndose en bastiones de la Europa fortaleza y ajena a lo que no es su propio bienestar) y continúa debatiendo qué hacer en cumbres de “emergencia” que dilatan su convocatoria dos semanas, ha sido la sociedad civil y la Iglesia las que ha reaccionado con la urgencia que merece el mayor drama humanitario desde la II Guerra Mundial.

La antorcha se alzó en el ángelus del domingo 6 con la llamada de Francisco a que cada parroquia, monasterio o santuario de Europa acoja a una familia de refugiados, empezando por las dos parroquias del Vaticano. Aunque ya en los días previos se registraron llamamientos similares, como el de la Archidiócesis de Viena, que acogerá a un millar de refugiados y escolarizará a 350 niños. O el de Múnich, donde, ya desde dos semanas antes, se ha dado respuesta a cerca de 1.000 refugiados en distintas estructuras eclesiales. “El llamamiento papal golpeó en una puerta ya abierta”, se han felicitado desde el arzobispado.

En España las diócesis también están empezando a moverse con gestos prácticos: Madrid, Valencia, Palencia y Sevilla están trabajando junto a las autoridades autonómicas y locales para encontrar infraestructuras adecuadas.

También la Vida Consagrada se ha puesto manos a la obra. El claretiano Luis Ángel de las Heras, presidente de CONFER, constata con satisfacción a Vida Nueva cómo “tanta gente de nuestra sociedad, lejos de la indiferencia, es cada vez más solidaria en las desgracias de sus semejantes”. Aunque ahora toca ahondar en “una situación tan dramática como esta última crisis de los refugiados, que demanda una respuesta más allá de las urgencias que todos percibimos”. Así, llama a reivindicar que “esta crisis no es una situación aislada”, sino “la consecuencia de una falta de políticas de cooperación para el desarrollo que pongan en el centro al ser humano en lugar de a injustos intereses económicos”.

Hungría comienza a despertar

Hungría, punto de paso para miles de refugiados, ve cómo su primer ministro, Viktor Orbán, despierta filias y fobias en su rechazo a acogerlos. Una línea en la que está el obispo local Laszlo Kiss-Rigo, que ha dicho que el Papa “se equivoca” al abrir las puertas a los que vienen de Siria o Irak. “No son refugiados. Esto es una invasión”, ha denunciado, en referencia a su condición de musulmanes.

En conversación con Vida Nueva, el escolapio József Urbán aclara que “conviene tener presente que Hungría no está acostumbrada a la presencia de inmigrantes de África u Oriente Medio. No somos xenófobos, al contrario, pero tenemos experiencias históricas donde sobrevivimos al respetar nuestra cultura”. Por ello, lamenta que “esta identidad difícilmente se defiende de influencias nacionalistas o xenófobas” que se adueñan de lo cristiano, desnaturalizándolo.

“La Iglesia húngara ha tardado demasiado en tener conciencia de su responsabilidad”. Así, el escolapio recuerda cómo, en abril, “cuando ya el Gobierno, seguidor de los ‘valores cristianos’, empezó con las campañas anti-inmigrantes, la Iglesia no levantó su voz. Se quedó paralizada, como la sociedad”. Todo cambió a finales de julio, cuando las organizaciones cristianas empezaron a activarse. Pero el gran impulso “llega ahora, con la insistencia del Papa”.

Artículo íntegro solo para suscriptores

En el nº 2.955 de Vida Nueva.

 

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