Tormenta de solidaridad en la Iglesia para acoger a los refugiados

Sacerdotes y religiosos reaccionan abriendo sus casas ante la inacción de los gobiernos más inmovilistas de la UE

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Tormenta de solidaridad en la Iglesia para acoger a los refugiados [extracto]

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Si a toda gran tormenta le anteceden chubascos aislados, algo parecido ha ocurrido en Europa a la hora de reaccionar ante el drama de los refugiados que llegan desde Siria, Irak o el África subsahariana huyendo de la guerra y el yihadismo. Mientras la Unión Europea (UE) ha visto aflorar una vez más sus dos almas (con los primeros ministros de Reino Unido y Hungría erigiéndose en bastiones de la Europa fortaleza y ajena a lo que no es su propio bienestar) y continúa debatiendo qué hacer en cumbres de “emergencia” que dilatan su convocatoria dos semanas, ha sido la sociedad civil la que ha reaccionado con la urgencia que merece el mayor drama humanitario desde la II Guerra Mundial.

La oleada solidaria se percibe en países como Finlandia, donde su primer ministro ha anunciado que acogerá en su hogar a una familia de refugiados, o Islandia, donde 14.000 ciudadanos han ofrecido sus casas tras una iniciativa en Facebook. En España, mientras el Gobierno ha conocido que la Comisión Europea exige para nuestro país la cuota de 14.931 refugiados, la tercera mayor de la UE, decenas de municipios, desde Madrid a Barcelona hasta pueblos con muchos menos habitantes, ya habían solicitado ser puntos de acogida una semana antes. Y entre ellos, en espacios como Twitter (#CiudadesRefugio), diseñan acciones y se abren a las propuestas de los ciudadanos.

Una familia por parroquia

A nivel de Iglesia, la antorcha se alzó en el ángelus del domingo 6 con la llamada de Francisco a que cada parroquia, monasterio o santuario de Europa acoja a una familia de refugiados, empezando por las dos parroquias del Vaticano. Aunque ya en los días previos se registraron llamamientos similares, como el de la Archidiócesis de Viena, que acogerá a un millar de refugiados y escolarizará a 350 niños. O el de Múnich, donde, ya desde dos semanas antes, se ha dado respuesta a cerca de 1.000 refugiados en distintas estructuras eclesiales. “El llamamiento papal golpeó en una puerta ya abierta”, se han felicitado desde el arzobispado.

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En España las diócesis también están empezando a moverse con gestos prácticos. En Madrid, el arzobispo Carlos Osoro ha publicado una carta pastoral en la que, además de afrontar con valentía la cuestión –“como miembros de la Iglesia nos duele en el alma la persecución de los cristianos sirios, la de quienes no lo son y la falta de respuesta suficiente por parte de los países de la UE, incluido el nuestro”–, anuncia la creación de una Mesa por la Hospitalidad que, de modo urgente y presidida por él, coordinará la acción a seguir con las instituciones y las familias. En Barcelona, el arzobispado destinará parte de su antiguo seminario menor a ser hogar de familias de refugiados. Además, informa en un comunicado, Cáritas Diocesana seguirá proporcionando “apoyo económico a muchas familias de refugiados en situaciones vulnerables que están gestionando sus peticiones de asilo”.

Algo parecido ha hecho el Arzobispado de Valencia (y Segorbe-Castellón), que ya en julio creó una comisión de ayuda a refugiados y cristianos perseguidos, junto a representantes de Cáritas Diocesana y diversas congregaciones religiosas. Siendo la primera en dar ejemplo, la diócesis ha movilizado apartamentos de su propiedad y, en las últimas semanas, ya ha acogido a cinco familias.

Otras diócesis, como la de Palencia, están trabajando junto a las autoridades autonómicas y locales para encontrar infraestructuras adecuadas para el alojamiento. En esta línea, la Archidiócesis de Sevilla, según informa en un mensaje, pone a disposición sus “recursos y medios, particularmente a través de Cáritas Diocesana y de la Delegación Diocesana de Migraciones”. Como explica la Iglesia hispalense, llevan ya varios años de labor “en la atención e integración de los inmigrantes y refugiados, a través del Centro Nazaret y de seis viviendas tuteladas”. Ante la dimensión de esta crisis, han decidido “doblar el número de viviendas dedicadas a este fin”.

Con el fin de canalizar la ayuda en toda España, las diócesis y las autoridades pueden contar con una red como la que el martes 8 anunciaron Cáritas Española, la Comisión Episcopal de Migraciones, Justicia y Paz, la Conferencia Española de Religiosos (CONFER) y el Sector Social de la Compañía de Jesús, que, además de los numerosos y agudos comunicados publicados estos días reclamando a las autoridades una política solidaria, han ofrecido todos los medios a su disposición.

No es una crisis aislada

regugiados-G-2El claretiano Luis Ángel de las Heras, presidente de CONFER, constata con satisfacción a Vida Nueva cómo “tanta gente de nuestra sociedad, lejos de la indiferencia, es cada vez más solidaria en las desgracias de sus semejantes”. Aunque ahora toca ahondar en “una situación tan dramática como esta última crisis de los refugiados, que demanda una respuesta más allá de las urgencias que todos percibimos”. Así, llama a reivindicar que “esta crisis no es una situación aislada”, sino “la consecuencia de una falta de políticas de cooperación para el desarrollo que pongan en el centro al ser humano en lugar de a injustos intereses económicos”; lo que exige de los europeos “un cambio de mentalidad, para que nos desprendamos de prejuicios y temores”.

A la hora de articular un plan común, el claretiano mantiene que “debemos ir más allá de la reacción de emergencia. Hay que realizar una buena acogida inicial, pero luego hay que pensar a corto, medio y largo plazo cómo se pueden hacer procesos de integración y progreso. En cada etapa, las respuestas han de adaptarse a las necesidades”. Para ello, sostiene, “entre otras cosas, tenemos que conocer el plan del Gobierno español para recibir refugiados y coordinarnos con las autoridades para poder hacerlo bien”.

Prejuicios que paralizan

Finalmente, en respuesta a declaraciones como las del primer ministro húngaro, Viktor Orbán (que ha justificado su bloqueo a los refugiados haciendo ver que su entrada podría llevar al “fin de Europa”, por su condición mayoritariamente islámica), De las Heras lamenta que se utilicen argumentos de ideología o credo: “Debemos superar el miedo a acoger al diferente y buscar vías de integración. Quienes salen de sus casas y tierras forzados por el hambre o la violencia, no lo hacen por capricho y no son enemigos ni invasores. Son personas a quienes han conculcado sus derechos más elementales y necesitan ahora que nosotros les hagamos un sitio, aunque eso nos suponga algún esfuerzo. Tenemos que descubrir que los refugiados e inmigrantes no suponen ninguna amenaza y, en ocasiones, pueden aportar riqueza. En cualquier circunstancia, infundir miedo no puede traer nada bueno a la humanidad. Para un cristiano no hay extranjeros entre los seres humanos, sino hermanos”.

regugiados-G-4Volviendo al principio, a esta inmensa tormenta solidaria en toda Europa la antecedieron gestos que interpelaron a cada vez más personas e instituciones, a nivel civil y eclesial. En España, un simbólico aldabonazo fue el emotivo grito al cielo del escolapio Carles Such, quien, desde Facebook (luego lo hizo siguiendo los trámites oficiales), remitió sendas cartas al presidente de la Conferencia Episcopal y “a cuantos superiores de instituciones religiosas quieran escuchar”, solicitando a todos reunirse “de urgencia y ofrecer nuestras casas, conventos, monasterios y comunidades”.

A las pocas horas, el también director de Revista de Pastoral Juvenil reconocía a Vida Nueva que el suyo “fue un acto impulsivo que me salió del corazón. La Iglesia en España no podía dejar pasar ni un momento más sin mover ficha, pues, si no, estaríamos al nivel de muchos políticos”. Y es que, lamenta, “aquí la Iglesia, ante ciertos temas, va a un ritmo muy lento. Es una pena, pues tenemos sensibilidad, disponibilidad y medios para ser los primeros en dar respuestas, pero no nos atrevemos por miedo a recibir críticas y a que nos digan que nos metemos en política”. “Nos falta la frescura de Jesús –sentencia–, dar la prioridad absoluta al perdón, a la cura o al acompañamiento”.

Such insiste en que no es una utopía recibir en las comunidades cristianas a muchos de los refugiados: “Pido discernimiento, no lanzarnos a la aventura. Pero, si no reaccionamos nosotros, ¿quién lo hará?”. El escolapio reclama que sea un trabajo horizontal y que se cuente con todos en las comunidades, empezando por las familias: “Las primeras reacciones a mis cartas, lo que me emocionó, fueron de muchas familias que me contaron cómo se habían sentado y se habían planteado si podían acoger en casa. Lo más bonito, me decían, era cómo los hijos más pequeños pedían hacer el esfuerzo, ofreciendo incluso su habitación”.

Hungría comienza a despertar

Hungría, punto de paso para miles de refugiados, ve cómo su primer ministro, Viktor Orbán, despierta filias y fobias en su rechazo a acogerlos. Una línea en la que está el obispo local Laszlo Kiss-Rigo, que ha dicho que el Papa “se equivoca” al abrir las puertas a los que vienen de Siria o Irak. “No son refugiados. Esto es una invasión”, ha denunciado, en referencia a su condición de musulmanes. En conversación con Vida Nueva, el escolapio József Urbán aclara que “conviene tener presente que Hungría no está acostumbrada a la presencia de inmigrantes de África u Oriente Medio. No somos xenófobos, al contrario, pero tenemos experiencias históricas donde sobrevivimos al respetar nuestra cultura”. Por ello, lamenta que “esta identidad difícilmente se defiende de influencias nacionalistas o xenófobas” que se adueñan de lo cristiano, desnaturalizándolo.

regugiados-G-5Para poder decir con fuerza “no a los miedos”, Urbán reivindica que “Hungría necesita la voz del Evangelio”. Sin embargo,“la Iglesia húngara ha tardado demasiado en tener conciencia de su responsabilidad”. Así, el escolapio recuerda cómo, en abril, “cuando ya el Gobierno, seguidor de los ‘valores cristianos’, empezó con las campañas anti-inmigrantes, la Iglesia no levantó su voz. Se quedó paralizada, como la sociedad”.

Todo cambió a finales de julio, cuando las organizaciones cristianas empezaron a activarse. Pero el gran impulso “llega ahora, con la insistencia del Papa. Gracias a él desaparece el miedo de quienes trabajan con inmigrantes; antes, ayudarlos equivalía casi a la traición contra el país o la fe”. “Aunque la retórica oficial del Gobierno no ha cambiado –aclara–, los cristianos pueden sentirse más obligados a ayudar, a abrirse y a dar su mano. Necesitamos la voz de Jesús: ‘Soy yo, venid a mí’”.

Ejemplo del nuevo tiempo, detalla cómo, desde hace tres semanas, organizaciones civiles y religiosas de diferentes confesiones, incluidas islámicas, trabajan en una plataforma: “Ponemos en común iniciativas necesarias. Tratamos temas muy serios, como qué tipo de espacio necesita un musulmán para su oración y cómo podemos ayudarle”. “La gente viene con muy pocas cosas–concluye–, pero nos da mucho. Cuando les dedicamos nuestro tiempo, superando nuestros miedos, damos y recibimos vida y esperanza”.

Los consagrados se movilizan en Italia

DARÍO MENOR (ROMA) | Desde que en septiembre de 2013 el Papa pidió a los religiosos que abrieran los “conventos vacíos” a los refugiados, a quienes calificó de “carne de Cristo”, numerosas congregaciones han respondido a este llamamiento. Uno de los institutos que ya se había adelantado es el de las Misioneras Combonianas, quienes decidieron hacer de su antigua casa general un centro de acogida para inmigrantes con capacidad para 400 personas.

“Estamos contentas de que se utilice para esto. La cedimos porque para nosotros era demasiado grande y cogimos una casa más pequeña”, cuenta la comboniana sor Maria Rosa Venturelli. Otra iniciativa similar presente en Roma es la que han realizado las Hermanas de San José de Chambery, quienes han preparado una casa para acoger a refugiados en el convento que tienen a las afueras de la capital italiana. En colaboración con el Centro Astalli, de la Compañía de Jesús, referente en el trato a desplazados en Italia, estas religiosas han brindado este espacio a cuatro gambianos. “La acogida de estos refugiados es algo reciente, pero entra de lleno en el espíritu de nuestra congregación, que durante la Segunda Guerra Mundial albergó a 150 personas”, explica al portal italiano Redattore Sociale sor Maria Cristina Gavazzi, provincial de las Hermanas de San José de Chambery.

Estas iniciativas también se dan en Sicilia, donde desembarcan miles de personas que tratan de llegar a Europa a través del Mediterráneo central desde el norte de África. En esta isla, recientemente, las escalabrianas han abierto una comunidad misionera dedicada a los refugiados. La Unión Internacional de las Superioras Generales (UISG) está coordinando dos proyectos intercongregacionales en Sicilia centrados igualmente en los inmigrantes.

En el nº 2.955 de Vida Nueva.

 

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