Los valores religiosos vuelven a contar

38 de los 6.557 grupos de presión registrados ante la UE son comunidades de fieles

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Lobby religioso: Influir para una Europa de los valores [extracto]

LUIS RIVAS | Limitando la doctrina al ámbito privado, los funcionarios de Bruselas demandan la experiencia y agradecen el asesoramiento de estas organizaciones en materia de política social y humana.

El décimo día del pasado mes de diciembre, Raúl Romeva se encontró la mesa de su despacho cubierta de chupetes. Horas después, el eurodiputado de ICV votaba a favor del informe Estrela, cuyo texto, entre otras iniciativas sobre salud sexual y reproductiva, instaba a considerar el aborto como un derecho humano y, en consecuencia, a facilitar el acceso a esta práctica en todos los estados miembros de la UE.

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Finalmente, la propuesta fue rechazada. Y por segunda vez, razón por la cual el foco de interés se vio desplazado del recuento al circo parlamentario. En pleno tiroteo de reproches, la eurodiputada del PNV Izaskun Bilbao emergió de su trinchera con un chupete en la mano, cual bandera blanca. Pero no: “Me parece vergonzoso que hoy hayamos recibido a través de este regalo un mensaje absurdo, como si el hecho de apoyar la anticoncepción tuviera algo que ver con rechazar la maternidad o con aborrecer la infancia”, denunció.

Se desconoce si la operación de los chupetes llegó a cambiar el sentido de algún voto, pero se la intuye eficaz en el recordatorio de su concienzudo mensaje: seguimos aquí, oponiéndonos al aborto; sabemos cómo pensáis y tutelamos el proceso que va de vuestro ideario a vuestro voto. Como en todo ejercicio de influencia, sin embargo, la sutileza suele ser más efectiva que el pataleo, y los grandes grupos de presión no andan por ahí dejando chupetes huérfanos como si fueran cabezas de caballo.

De acuerdo con el Registro de Transparencia de la UE, hasta 38 organizaciones que representan a Iglesias y comunidades religiosas gravitan hoy en día en torno a las instituciones de Bruselas. Entre ellas, la única española es la Asociación de Abogados Cristianos (AEAC), integrada por 150 socios formados en Derecho y presidida por Polonia Castellanos, quien detalla a Vida Nueva su cometido:

Nos dedicamos sobre todo a establecer relaciones con asociaciones que comparten nuestra forma de ver el mundo en otros países.
Presentamos acciones ante la UE, la ONU… Protegemos contra ataques religiosos en España y defendemos siempre la vida, desde su concepción hasta la muerte, así como el matrimonio entre hombre y mujer, y una educación basada en valores.

 

Infraestructura modesta

En la línea de AEAC, muchos de estos colectivos cuentan con una infraestructura de uno o dos voluntarios dedicados a instruirse sobre la forma de hacer política a nivel europeo y a observar el sistema de toma de decisión. O a enviar chupetes a los eurodiputados, en función del entusiasmo.

Ante determinados plebiscitos, empero, toda pujanza es poca: el informe Estrela fue desestimado por un margen de 17 votos, con 35 abstenciones. “Pensaban que sería el gran día del relativismo, pero ha resultado ser una derrota en toda regla”, se jactaba a la salida del pleno el hasta el momento líder del PP en la Eurocámara, Jaime Mayor Oreja.

Ulrike Lunacek.

Ulrike Lunacek, vicepresidenta de Los Verdes en la Eurocámara.

Aunque ya se sabe: en democracia, unas veces te comes al oso y otras, el oso te come a ti. El pasado 4 de febrero, el Parlamento de Estrasburgo daba vía libre al conocido como informe Lunacek, que insta a la UE a elaborar “una hoja de ruta para proteger los derechos fundamentales de las personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersexuales”.

Numerosas organizaciones erigidas en salvaguarda de la familia tradicional han coincidido en denunciar el poderoso ascendente que el lobby gay (ahora LGBTI) tiene sobre esta legislación, cuando en realidad, y con independencia del éxito, estas entidades intentan presionar a los políticos con los mismos métodos que rechazan a voz en grito.

Sirva de ejemplo la plataforma ciudadana Un de nous, surgida en Francia como reacción a la presentación del informe Estrela y que acabó ejerciendo una presión notable sobre los eurodiputados galos. Como explica Grégor Puppinck, director del Centro Europeo para el Derecho y la Justicia, y miembro destacado de la plataforma:

Tuvimos que movilizarnos al máximo para atraer a nuestro campo a los miembros de la UMP, de forma que luego ellos pudieran hacer lo mismo con el resto de parlamentarios del PP Europeo (…) Si les hubiéramos hecho caso, la propuesta habría sido aprobada por más de 100 votos, pero hemos demostrado que la cultura de la vida y la defensa de la familia pueden conseguir la unidad de la mayoría del Parlamento.

La iniciativa Un de nous acabó convertida en One of us al sobrepasar las fronteras de la Catosphère francesa y extenderse por todo el continente, donde recopiló cerca de 1,8 millones de firmas contra del aborto en 20 de los 28 estados miembros. “Como asociación, nosotros hemos participado junto a One of us en acciones concretas en Bruselas”, indica Castellanos.

En nuestro país, una de las plataformas más beligerantes fue HazteOír, que recopiló y envió a cada miembro del Parlamento Europeo 37.000 firmas en contra del informe Lunacek. El proyecto generó una gran contestación en las principales capitales europeas, entre ellas Madrid, donde el presidente de la mencionada agrupación, Ignacio Arsuaga, declaraba: “Estamos aquí para pedir a los europarlamentarios españoles que voten ‘no’ al informe Lunacek, que pone en peligro las libertades de las familias en Europa”.

HazteOír no figura como lobby en el Registro de Transparencia, cuya inscripción, eso sí, es de carácter opcional. Una miríada de abogados y centros de estudios que pululan por Bruselas han rechazado adherirse al listado por negarse a ser calificados como grupos de presión. En el concreto de HazteOír, prefiere autodenominarse como “comunidad virtual provida y profamilia”.

Alentada por los escándalos de corrupción política y la indignación popular asociada, la Comisión Europea estableció en 2008 un registro voluntario para aquellos grupos de interés que desearan abandonar la clandestinidad y “legitimar sus necesarias y constantes actividades”. Tres años más tarde, el Parlamento planteó la posibilidad de dotar al fichero de carácter obligatorio, pero la cámara, supuestamente presionada por los lobbies, votó en contra.

A finales de abril, un total de 6.557 entidades se habían adherido al listado, que les exige revelar el nombre de sus clientes y redes profesionales, así como la naturaleza de sus actividades, el número de personas que trabajan para ellas en Bruselas y Estrasburgo y los objetivos que persiguen en sus relaciones con la UE, sin olvidar su volumen de negocio y el presupuesto destinado a estas labores de presión.
 

Jornada completa

En total, más de 15.000 trabajadores de la influencia disponen de acreditación oficial para abordar a funcionarios en Bruselas, pudiendo desayunar con un funcionario de la Comisión Europea (donde se redactan las leyes), almorzar con un eurodiputado antes del voto o de la enmienda de la normativa, y cenar con el representante de algún Gobierno miembro, los cuales conservan, en última instancia, la potestad de ratificar la legislación.

Tomando café y charlando sobre el tiempo y la familia con cada uno de ellos, orientándolos e instruyéndolos sobre diversos particulares a todos. Lucen impecables y visten de punta en blanco, exhiben su don de lenguas y saben escuchar, dominan todos los registros de la cortesía y el protocolo. Y, por si todas estas pistas se antojaran insuficientes, se aureolan con una insignia marrón que los identifica como miembros legales de un grupo de interés.

En opinión de Alejo Vidal-Quadras, vicepresidente del Parlamento Europeo y cabeza de lista de VOX, “hacer lobby requiere de un gran talento y conocimientos, todo ello mezclado con esas cualidades personales que tan poco abundan”. Por todo ello, a nadie extraña cuando revela que “el buen lobbista está muy cotizado”.

Entre los organismos de mayor presupuesto se ha impuesto la convocatoria de foros y mesas redondas donde se invita a funcionarios de las instituciones comunitarias con objeto de clarificar y asesorar el proceso legislativo. Se trata, según el experto en Religión y Política de la Universidad de Bruselas Pieterjan de Vlieger, de una estrategia más ladina y refinada que el asalto en plena calle, pero que, en la mayoría de los casos, “tiene un feedback muy pequeño, por no decir nulo”.

COMECE es la institución religiosa con mayor crédito en Bruselas.

COMECE es la institución religiosa con mayor crédito.

El mecanismo de acercamiento al poder solo se demuestra válido en el día a día de los dos grandes lobbies religiosos de la UE. La Comisión Episcopal de la Comunidad Europea (COMECE) y la Conferencia de Iglesias Europeas (CEC) son los únicos grupos de presión cuya reputación les permite influir directamente en la toma de decisiones, por encima incluso de otras asociaciones más jóvenes aunque de enorme pujanza, como la Iglesia de la Cienciología o Católicos por la Libertad de Elección.

En Bruselas, “donde la concentración de poder por metro cuadrado es inmensa”, en palabras de Maria Hildingsson, secretaria general de la Federación de Asociaciones de Familias Católicas en Europa (FAFCE), la célebre COMECE está considerada la organización religiosa más influyente.

Por su parte, CEC también ejerce una fuerza nada desdeñable desde la pluralidad, pues representa a las Iglesias protestante, anglicana y ortodoxa, aglutinadas en la subdivisión CSC (Comisión de Iglesia y Sociedad). Entre tanto, la Federación Evangélica Protestante de Alemania (EKD) posee su propia delegación en la capital comunitaria y trabaja codo con codo con la CEC.

No obstante, una gran mayoría de iglesias ortodoxas han optado por constituirse de forma independiente en sus denominaciones griega, chipriota, rusa, rumana y de Patriarcado Ecuménico, no dudando en oponerse a las iniciativas de la CSC cuando lo han estimado conveniente.
 

En sentido contrario

Frente a este conglomerado de credos, y en parecido nivel de fuerza, se yergue la Federación Europea de Humanistas (EHF), de también alta reputación y con una extensa red de contactos que le permiten influir fuertemente en las altas esferas.

Partidaria del derecho a la interrupción libre del embarazo y muy activa en la reivindicación de los derechos de los homosexuales, la EHF ha conseguido, entre otras gestiones, atraer a su órbita a los Católicos por la Libertad de Elección para lanzar una protesta contra el gobierno de Mariano Rajoy por lo que, consideran, “una ley del aborto que nos hace retroceder 30 años”.

Pese a lo que pudiera establecerse a primera vista, la EHF y las grandes asociaciones religiosas trabajan juntas en no pocas iniciativas de transparencia contra otro enemigo común: los lobbies empresariales. Una batalla desigual, a tenor de las 64 organizaciones religiosas y humanistas inscritas en el registro frente a los 3.249 “grupos de presión dentro de empresas y agrupaciones profesionales y comerciales”, según el Registro de Transparencia.

Corporaciones del tamaño de Microsoft, Panasonic, Toyota o Telefónica y algunas de las compañías que las representan en un sistema delegatorio de tela de araña resultan señaladas año tras año por operaciones y conflictos de intereses cuando menos dudosos para los intereses de los casi 500 millones de ciudadanos de la UE.

De vuelta al asesoramiento religioso, la COMECE y CSC destinan anualmente más de un millón de euros, respectivamente, a profundizar en la vía de cooperación entre Iglesias y estados, mientras que EHF emplea una cantidad similar en conseguir lo contrario. En lo que respecta a los lobbies confesionales, los más influyentes se presentan a sí mismos como “más eurocentrados que autorreferenciales”, “proactivos” y “con afán constructivo”.

De esta forma, su estrategia se basa en la creación de grupos de expertos que puedan atraer y formar a funcionarios de las instituciones europeas, “deseosos de aportar la experiencia profesional y la información que su trabajo requiere”, en palabras de De Vlieger.

Para una institución como la Comisión Europea, con un déficit democrático y una falta de experiencia relativos, el apoyo es bienvenido.
Es más, desde el Tratado de Amsterdam, la UE ha evolucionado hacia una comunidad basada en valores: la pura información técnica que valía a principios de los 2000 ha venido a ser complementada por el asesoramiento de estos grupos de presión.

Las actividades de CSC, la COMECE, la masonería o la Cienciología están reguladas y avaladas por el artículo 17 del Tratado de Lisboa, cuyo último párrafo podría considerarse la culminación de todos los esfuerzos del lobby religioso llevados a cabo en la UE hasta 2005:

Reconociendo su identidad y su aportación específica, la Unión mantendrá un diálogo abierto, transparente y regular con dichas Iglesias y organizaciones.

Este precepto, que fue sometido a numerosas negociaciones y enmiendas por parte de los representantes públicos, dio un paso más en la institucionalización de unas relaciones que, hasta ese momento, se consideraban demasiado irregulares y muy poco ambiciosas, limitadas como estaban a la interacción personal entre funcionarios y activistas.

Como contrapartida a este reconocimiento, los grupos de presión religiosos se comprometieron a dejar los mensajes sobre Dios y sobre las raíces cristianas de Europa en el ámbito privado de sus feligreses, para centrarse en una orientación y diálogo basado en valores.

Sin ir más lejos, la COMECE acaba de remitir un documento a las instituciones comunitarias de cara a las próximas elecciones al Parlamento Europeo donde subraya su preocupación por el aumento de la pobreza, la crisis humanitaria de la inmigración, el deterioro del medio ambiente y el retroceso de la solidaridad entre los estados miembros.

El cardenal Reinhard Marx, presidente de la Confederación, ha recordado los compromisos que Europa tiene con Ucrania, y señalado que “la situación de este país nos enseña que no podemos considerar garantizada la paz ni la democracia en nuestro continente”.

Principio de cooperación

Más allá, sin embargo, del principio de cooperación (reconocimiento más diálogo), los grupos de interés religiosos han logrado pocos éxitos en su labor. Sirva de ejemplo la financiación de la investigación con células madre del programa Horizon 2020, que podría estar utilizando embriones de siete días y no implantados para diversos ensayos científicos, según una denuncia de la plataforma provida británica Wellcome Trust recogida por la revista Forbes.

Pese a que la Comisión Europea ha negado tales acusaciones, el colectivo One of Us se ha apresurado a recolectar casi dos millones de firmas en contra del programa, lanzando una iniciativa que pide revocar los fondos para investigar con células madre, “que destruyen embriones bajo la normativa de la UE”.

El plazo de que dispone la Comisión Europea para tomar una decisión al respecto finaliza el 28 de mayo pero, en todo caso, esta crisis desnuda una vez más la ambigüedad del primer punto del citado artículo 17 del Tratado de Lisboa. A saber: “La Unión respetará y no prejuzgará el estatuto reconocido en los Estados miembros, en virtud del Derecho interno, a las Iglesias y las asociaciones o comunidades religiosas”.

De esta forma, la investigación con células madre, el aborto o la eutanasia son prácticas prohibidas en algunos estados miembros debido al fuerte componente religioso de algunas de estas sociedades, y su prohibición –o amparo legal– choca sobremanera con la legislación en contrario de otros países, lo cual impide no solo la igualdad jurídica, sino la armonización a través de un marco regulatorio común.

Así las cosas, no es aventurado asegurar que la influencia de los grupos religiosos en Bruselas es nimia en comparación con la que detentan las grandes multinacionales, adheridas al Registro de Transparencia pero tendentes a presionar a través de intermediarios. Preguntado por esta cuestión, el vicepresidente de la Comisión Europea y creador del listado, Siim Kallas, asegura que “es verdad que no se han apuntado todos los empresarios que nos habrían gustado, pero es un primer paso y ya se comienza a ver su utilidad. Es un instrumento que va a mejorar la imagen de sus empresas y por eso van a querer estar”.

Menos optimista se muestra Paul de Clerck, activista de Friends of the Earth y Alter EU, dos lobbies que exigen transparencia y juego limpio: “Un registro voluntario, que no establece sanciones ni ejerce control alguno sobre las actividades de estos grupos, no podrá ser nunca efectivo”.

 

El fenómeno de la Catosphère francesa

En busca de la influencia perdida, no pocos católicos franceses se han constituido en grupos de presión de la posmodernidad, y, en pleonasmo activo, establecido redes sociales valiéndose de las nuevas tecnologías. Los medios galos han denominado Catosphère a la organización de ese segmento combativo de la sociedad civil omnipresente en las manifestaciones a pie de calle y con gran capacidad asociativa en Internet.

En la línea del vociferante Claudel –cuando la influencia era personal–, la plataforma Un de nous se ha puesto a la cabeza de protestas contra el aborto, el matrimonio homosexual y, desde una posición ambivalente entre el anarcolibertarismo y el conservadurismo social, frente a cualquier reglamento que atente contra su concepción de la vida y la familia.

Amasando apoyos e ilusión y traduciéndolos en firmas, la iniciativa ha saltado las fronteras de Francia y se ha convertido en One of us, un impulso global capaz de poner sobre la mesa de cualquier funcionario de Bruselas dos millones de rúbricas en contra de una ley. Movimientos como HazteOír o CitizenGo son deudores de su manera de instrumentalizar la energía de jóvenes e indignados.

La naturaleza de este tipo de comunidades ha prescindido de altavoces más sensatos, como los semanarios La Vie o La Croix. Cuando el individuo deviene medio de comunicación, los filtros se vuelven innecesarios e ingobernables, y de ahí que los obispos franceses temieran un voto masivo de sus fieles al Frente Nacional.

Sin embargo, pese al éxito cosechado por la extrema derecha en las recientes elecciones municipales, el apoyo obtenido por Marine Le Pen entre los miembros de la Catosphère ha sido de casi la mitad que entre la población general: según Le Parisien, solo el 7% optó por Le Pen, frente al 13% del global.

En el nº 2.893 de Vida Nueva

 

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