Henri Teissier: “En las situaciones de tensión es cuando la Iglesia debe estar presente”

Henri Teissier arzobispo emérito de Argel

Arzobispo emérito de Argel

Henri Teissier arzobispo emérito de Argel

Entrevista con Henri Teissier [extracto]

ANTÓNIO MARUJO. Fotos: ANA PAULA/FÁTIMA MISSIONÁRIA | A propósito del reciente viaje del Papa al Líbano, Henri Teissier dice que la Iglesia no debe evitar las situaciones delicadas. Arzobispo de Argel cuando fueron asesinados los siete monjes de Tibhirine –hecho que narra la película De dioses y hombres–, Teissier es uno de los más importantes expertos en el diálogo islamo-cristiano y cree que la primavera árabe permite esperar la construcción de una sociedad democrática. El prelado estuvo semanas atrás en Portugal para presentar su libro sobre el P. Christophe Lebreton, uno de los mártires de Tibhirine.

– Cuenta en el libro que el P. Christian de Chergé, prior de Tibhirine, le pidió que hablara a todos los monjes para saber si su decisión era libre. ¿Cómo acompañó los acontecimientos que llevaron a aquella masacre?

– Recibí una sentencia de muerte el 29 de octubre de 1983, firmada por el GIA (Grupo Islámico Armado), declarando que todos los [cristianos] que no se hubiesen ido antes del 1 de diciembre iban a morir. Los monjes no fueron los únicos amenazados: toda la comunidad extranjera, y en particular la cristiana, estaba amenazada. Nos reunimos periódicamente para reflexionar sobre la situación, tomar precauciones, apoyarnos y afirmar la libertad de cada individuo para salir o quedarse. La reflexión se hizo en común. Entre los más decididos, estuvo el P. Christian. Él quería un pequeño núcleo comprometido, que dijera: “Nosotros nos quedamos, pase lo que pase”.

– Eran tiempos difíciles…

– No solo los cristianos estaban siendo amenazados, sino toda la sociedad argelina: quienes estaban del lado del Estado eran amenazados, y los que estaban con los islamistas, eran amenazados por el ejército y la policía.Henri Teissier arzobispo emérito de Argel

– ¿El miedo a la violencia y al regreso de la guerra civil obstaculizan el deseo de cambiar la situación en Argelia?

– Existe el temor de volver a caer en un período de violencia como el que hemos conocido y que ha sido extremamente duro. Argelia cuenta con el dinero del petróleo, y los servicios esenciales están asegurados: la educación nacional, los hospitales, las carreteras, los puertos, los aeropuertos, los beneficios sociales… Los salarios son muy bajos, una parte de la población vive con dificultades, pero el dinero del petróleo permite que haya vida social.

– ¿Se puede hablar de buenos resultados de la primavera árabe?

– Tengo la impresión de que, en Túnez, por ahora, los liberales creen que serán capaces de hacer frente a los islamistas. En la reunión de Estambul [participó en un simposio celebrado en septiembre, invitado por el Gobierno turco, para discutir los cambios recientes en los países árabes y musulmanes], gran parte del debate se centró en las relaciones entre cristianos y musulmanes. Ellos sostienen que las nuevas sociedades deben construirse en conjunto, sobre el respeto de unos a otros. Insisten también en el diálogo entre las diferentes corrientes de cristianos y de musulmanes. Por tanto, podemos esperar que estos cambios que otorgaron la mayoría a los islamistas en Marruecos, Túnez o Egipto promuevan un verdadero diálogo entre las diferentes corrientes.

Pluralismo democrático

– ¿No hay riesgos?

– Un incidente siempre puede encender la mecha. En Estambul se repitió: “Queremos dialogar para construir juntos nuestras naciones”. La primavera árabe permite esperar la construcción de una sociedad democrática. En 1991, los islamistas querían imponer su proyecto en Argelia por medio de la violencia. Y ahora, aunque algunos pequeños grupos tratan de hacerlo, los islamistas en el poder no quieren hacerlo así. Es demasiado pronto para decir que, con los islamistas en el poder, no hay democracia. No es el caso de Túnez o Egipto, aunque haya reservas. Creo que Europa ha juzgado un poco a la ligera: que los islamistas hayan obtenido la mayoría en las elecciones no significa que ya no haya esperanza de pluralismo democrático en sus sociedades.

“Podemos esperar que la primavera árabe
y estos cambios que otorgaron la mayoría
a los islamistas en Marruecos, Túnez o Egipto
promuevan un verdadero diálogo
entre las diferentes corrientes”.

– ¿Y hay esperanza?

– Los islamistas han ganado porque en el campo y en las afueras de las ciudades la gente todavía cree que la religión les va a salvar. Pero, entre los intelectuales y las clases medias, hay muchos que quieren una sociedad democrática que respete la diversidad. En Estambul, uno de los principales temas de debate fue si podemos construir una sociedad islámica construyendo una sociedad democrática. Es un debate abierto.

– ¿Es posible también el diálogo entre cristianos y musulmanes?

– Me pareció muy positivo que el Estado turco, en su afán de reflexionar sobre la primavera árabe, insistiera en que esta reflexión se hiciera con cristianos y musulmanes. La voluntad de todos los que estábamos en la reunión es la de poder vivir juntos, cristianos y musulmanes. Pero a los cristianos se les sigue haciendo difícil entender que el islam es diverso, y a los musulmanes que el cristianismo no es un anacronismo del islam con el mismo mensaje.

– Pero hay persecuciones de cristianos en Pakistán y Nigeria, muertes de coptos en Egipto…

– No tenemos que globalizar. Lo ocurrido en Nigeria es grave, pero hay decenas de millones de cristianos y de musulmanes en el país que rechazan esa pequeña corriente violenta y luchan por una sociedad que coexista en sus diferencias. Lo que sucede en el norte de Nigeria o Pakistán –un país islámico– no debe ser globalizado.

“En muchos países musulmanes, el islam
está vinculado a sus raíces tradicionales.
Pero es de esperar que, con la generalización de
la educación, en particular la universitaria,
haya una relación diferente con el texto escrito”.

– ¿Es lo que decía el P. Christophe, cuando pedía distinguir entre el islam y las caricaturas del islam?

– Sí, se trata de valorizar el encuentro entre personas. Una de las razones por las que escribí el libro es para mostrar cómo un monje que trabaja como jardinero, con unos vecinos arraigados en el islam tradicional, puede comunicar cosas significativas. Esto quiere decir que, en un cualquier lugar, quien respete a las personas de su entorno puede hablar con ellas e, incluso, compartir cosas con significado espiritual.Henri Teissier arzobispo emérito de Argel

– ¿Es aún posible ese modelo de vida monástica?

– Sí. Los monasterios en Europa tienen relaciones con los amigos de los monjes, que vienen de lejos, y no necesariamente con los vecinos. Esta pequeña comunidad fue el resultado de establecer una relación de confianza, colaboración y servicio mutuo con los vecinos musulmanes. Cuando regresé al monasterio con el superior de la orden cisterciense, dos años después del secuestro de los monjes, le pregunté al jefe de la aldea si podríamos enviar una nueva comunidad, porque no queríamos poner en peligro a la población. Y me contestó: “El peligro está ahí; si los monjes están ahí, viviremos con esperanza; si no, viviremos sin esperanza”. Esta relación entre personas, unas musulmanas, otras cristianas, en un período extremamente grave, es el testimonio de los monjes de Tibhirine. Pero es necesario saber que también la vivió el resto de la comunidad cristiana de Argel.

– ¿El problema hoy del islam no es el que ha tenido durante siglos la Iglesia católica: la falta de exégesis del texto sagrado, el Corán?

– En muchos países musulmanes, el islam está vinculado a sus raíces tradicionales, en especial para quienes han cursado sus estudios musulmanes en un idioma (árabe, persa, urdu…). Pero es de esperar que, con la generalización de la educación, en particular la universitaria, poco a poco haya una relación diferente con el texto escrito.

– El Papa ha estado en Líbano. ¿Qué le sugiere este viaje?

– Que en las situaciones de tensión es cuando la Iglesia debe estar presente, aunque asuma riesgos para proclamar su mensaje de paz y respeto mutuo. Si evitamos esas situaciones delicadas, la Iglesia no es fiel a la misión que ha recibido.

En el nº 2.826 de Vida Nueva.

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