Benedicto XVI en Líbano, servidor de la justicia y la paz

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ANTONIO PELAYO, enviado especial a LÍBANO | La visita pastoral de Benedicto XVI a Líbano ha dejado peticiones muy claras para el país y para todo Oriente Medio: urge erradicar la violencia, trabajar por la paz, y recuperar una fraterna comunión. La exhortación ‘Ecclesia in Medio Oriente’ se ofrece como guía para renovar la valentía y la esperanza de los cristianos. [Los diez mensajes de Benedicto XVI en Líbano]

“Ha llegado el momento de partir y dejo con pesar el querido Líbano (…). A la consideración y el respeto habéis añadido algo más: algo parecido a una de esas especies orientales que enriquecen el sabor de los alimentos: vuestro calor y vuestro corazón me han despertado el deseo de volver”.

Estas palabras, insólitas en un hombre como Joseph Ratzinger, que administra parsimoniosamente la comunicación de sus sentimientos personales, las pronunció Benedicto XVI el 16 de septiembre en el aeropuerto internacional de Beirut Rafiq Hariri, minutos antes de subir al avión de la Middle East Airways que le devolvería a Roma en poco menos de cuatro horas. Había en su rostro una extraña mezcla de alegría y de melancolía que pocas veces hemos visto.

En su último encuentro con los periodistas en tierras libanesas, el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede tampoco se quedó corto a la hora de calificar las 60 horas que ha durado este 24º desplazamiento internacional del Papa.

papa Benedicto XVI en Líbano ceremonia bienvenida presidente Michel Sleiman

El papa con el presidente Michel Sleiman, en la ceremonia de bienvenida

“Ha sido –nos dijo Federico Lombardi– un viaje maravilloso, unas jornadas históricas con un balance absolutamente positivo. Cuando salimos de Roma en las difíciles circunstancias en que lo hicimos no podíamos imaginar que todo se iba a desarrollar tan bien. Ahora solo queda esperar que esta estancia bastante excepcional del Papa en el Líbano produzca frutos de paz”.

Es evidente que en los tres días de esta visita pontificia el clima se fue caldeando: de la mitigada acogida popular del primer día –causada en buena parte por las excepcionales y drásticas medidas de seguridad–, a una participación cada vez más calurosa de las gentes, que culminó en una apoteosis multitudinaria y festiva.

Multitudes

Esa fue la atmósfera en que se celebró la misa del domingo 16 de septiembre en el City Center Waterfront de Beirut, la inmensa explanada robada al mar con los miles de toneladas de edificios destruidos en la guerra civil de 1975-1990. Es difícil calcular el número exacto de personas. El P. Lombardi, siempre cauto al dar cifras, dijo que “al menos eran 350.000”; otras fuentes lo elevaban hasta 400.000 e incluso hasta el medio millón.

La mayoría de ellos eran libaneses, pero había también una nutrida representación de refugiados sirios e iraquíes, así como peregrinos llegados de Turquía, Jordania y otros países de Oriente Medio. Las hostias consagradas fueron 100.000…

Con el Santo Padre concelebraron la Eucaristía 300 cardenales, patriarcas y obispos, y durante la liturgia se emplearon el latín, el árabe, el francés, el inglés, el griego y el armenio. Una orquesta y numerosos coros acompañaron el rito con composiciones muy originales a medio camino entre la música clásica y la tradicional de este universo medioriental.

papa Benedicto XVI en Líbano, Basílica de Harissa con líderes religiosos

Con los líderes religiosos, en la Basílica de San Pablo de Harissa

Ya en su homilía (en francés, como todos sus otros discursos), Benedicto XVI dijo que “en un mundo donde la violencia no cesa de extender su rastro de muerte y destrucción, servir a la justicia y a la paz es una urgencia para comprometerse en aras de una sociedad fraterna, para fomentar la comunión”.

Pero fue en sus palabras a la hora del Angelus donde el Papa explicitó de forma luminosa y contundente lo que había ido repitiendo en días anteriores.

“Conocéis bien –dijo en su alocución, que transcribimos casi íntegramente– la tragedia de los conflictos y de la violencia que genera tantos sufrimientos. Desgraciadamente, el ruido de las armas continúa escuchándose, así como el grito de las viudas y de los huérfanos. La violencia y el odio invaden sus vidas, y las mujeres y los niños son las primeras víctimas. ¿Por qué tanto horror? ¿Por qué tanta muerte? Apelo a toda la comunidad internacional. Apelo a los países árabes de modo que, como hermanos, propongan soluciones viables que respeten la dignidad de toda persona humana, sus derechos y su religión. Quien quiere construir la paz debe dejar de ver en el otro el mal que debe eliminar. No es fácil ver una persona que se debe respetar y amar, y sin embargo es necesario, si se quiere construir la paz, si se quiere la fraternidad. Que Dios conceda a vuestro país, a Siria y a Oriente Medio el don de la paz de los corazones, el silencio de las armas y el cese de toda violencia. Que los hombres entiendan que son hermanos”.

Como si quisiera martillear su mensaje, en su discurso de despedida pronunciado ante el presidente de la República, el general Michel Sleiman (que le acompañó en todos los actos públicos de estos tres días), y las más altas autoridades políticas y religiosas del país (incluidos los líderes de las cuatro comunidades musulmanas dominantes), el Santo Padre dijo: “Pido a Dios por el Líbano, para que viva en paz y resista con valentía todo lo que pueda destruirlo o minarlo. Deseo que el Líbano siga permitiendo la pluralidad de las tradiciones religiosas, sin dejarse llevar por la voz de aquellos que lo quieren impedir. Le deseo que fortalezca la comunión entre todos sus habitantes cualquiera que sea su comunidad o su religión, rechazando absolutamente todo lo que pueda llevar a la desunión y optando con determinación por la fraternidad”.

Veinticuatro horas antes, había dirigido su mensaje a las nuevas generaciones libanesas, en el encuentro con los jóvenes celebrado el sábado 15 por la tarde en la sede del Patriarcado maronita de Bkerké, desde el que se divisa la sugestiva bahía de la capital libanesa.

papa Benedicto XVI en Líbano, encuentro con los jóvenes

Encuentro con los jóvenes en Bkerké

Le esperaban 26.000 muchachos que le acogieron triunfalmente, agitando banderas libanesas y vaticanas. Un fogoso animador les invitaba a corear eslóganes de bienvenida en diversas lenguas, mientras en el podio instalado ante de la fachada principal se interpretaban danzas de bienvenida.

Tras los saludos de rigor, una pareja de jóvenes se hizo portavoz de sus inquietudes y esperanzas: “Santidad, vuestra presencia en el Líbano, a pesar de todas las circunstancias, es un desafío a la lógica de la guerra y de la desesperación; es un signo de paz y de esperanza”. “Nosotros los jóvenes de Oriente Medio –añadieron– buscamos la cultura de la paz y la condena de la violencia; queremos ser puentes vivientes de diálogo y de cooperación”.

Respondiendo a estas y otras preocupaciones juveniles, Benedicto XVI les pidió: “Que el paro y el trabajo precario no os inciten a gustar la ‘miel amarga’ de la emigración, con el desenraizamiento y la separación, por un futuro incierto. Se trata de que seáis actores del futuro de vuestro país y de que cumpláis con vuestro papel en la sociedad y en la Iglesia”. Señalaba una vez más el problema de la emigración, que eleva a diez millones el número de libaneses que viven hoy fuera de su patria.

No dejó de alertarles contra dos tentaciones, “la del dinero, ese ídolo tiránico, que ciega hasta asfixiar a la persona y a su corazón”, y la de buscar refugio a las frustraciones en mundos paralelos como las drogas o la pornografía y “las redes sociales, que con gran facilidad pueden llevaros a una dependencia y una confusión entre lo real y lo virtual”.

Uno de los objetivos que Benedicto XVI se había marcado en este viaje era firmar la exhortación apostólica postsinodal en la que recoge las conclusiones de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para el Oriente Medio que tuvo lugar en Roma del 10 al 24 de octubre de 2010. Aquella asamblea no fue fácil, porque en más de un momento afloraron las tensiones internas dentro de la Iglesia católica medio-oriental, pero nada de eso se refleja en las noventa páginas de Ecclesia in Medio Oriente.

Ratzinger la firmó el primer día de su estancia libanesa en la Basílica de San Pablo de Harissa y la entregó al finalizar la misa del domingo a “las Beatitudes y obispos orientales y latinos de Oriente Medio”, así como a una representación del pueblo de Dios. “Deseo que esta exhortación –les dijo– sea una guía para avanzar por los caminos multiformes y complejos en los que Cristo os precede”.

papa Benedicto XVI en Líbano, encuentro con los jóvenes, seguridad

La explanada en Bkerké, abarrotada de jóvenes. La seguridad ha sido una constante durante toda la visita

Desde el punto de vista institucional, la jornada más plena fue la del sábado 15. A primeras horas de la mañana, el cortejo papal se trasladó desde la Nunciatura (en Harissa) hasta el Palacio Presidencial de Baabda, en cuya entrada fue acogido por un escuadrón de lanceros a caballo y un grupo de danzantes que ejecutaron un baile tradicional delante del papamóvil, arrojando arroz y pétalos de flores.

Plaza de diálogo

En sucesivos encuentros, el Papa fue recibido por el presidente Michel Sleiman, cristiano maronita; el presidente de la Cámara de Diputados, el musulmán chiíta Nabih Berri, fundador de la milicia Amal; y el musulmán sunita Najib Mikati. Siguió la entrevista con los jefes de las cuatro comunidades religiosas musulmanas (sunita, chiíta, alauita y drusa).

En el Salón de Embajadores habían sido convocados los ministros del Gobierno, los miembros del Cuerpo Diplomático y representantes del mundo de la cultura, así como todos los líderes de las diversas religiones. Medio millar de personas. Todo este mundo variopinto –según señalaba en un inteligente comentario editorial el periódico L’Orient-Le Jour–, “polos políticos de diversas orientaciones, amigos y enemigos, todo el conjunto de la República”, había olvidado sus diferencias para recibir a tan ilustre huésped.

El presidente Sleiman subrayó que “el Líbano sigue siendo una plaza para el diálogo de las mentes y los corazones, un faro de pensamiento positivo, un puente de comunicación y de integración, un mensaje de libertad y de convivencia para Oriente y Occidente”.

A estas cordiales palabras respondió el Pontífice felicitándose por haber podido plantar previamente un cedro del Líbano, símbolo del país que debe “testimoniar al mundo la posibilidad que tiene el hombre de vivir concretamente su deseo de paz y de reconciliación”.

Una buena parte de su discurso la dedicó a la necesidad de educar a las nuevas generaciones para la paz. “Es necesario, evidentemente, hacer desaparecer la violencia verbal o física. Es siempre un atentado a la dignidad humana, tanto de su autor como de sus víctimas”.

papa Benedicto XVI en Líbano, encuentro con los líderes musulmanes

El Papa, con los representantes de las cuatro comunidades musulmanas de Líbano

“Lo específico de Oriente Medio –recalcó– se encuentra en la mezcla secular de diversos componentes. Es cierto que se han combatido, desgraciadamente es así. Una sociedad plural solo existe con el respeto recíproco, con el deseo de conocer al otro y del diálogo continuo”.

“La primavera árabe es un grito de libertad positivo”

Muchas cosas quedan sin narrar en esta visita, que comenzó oscurecida por los oscuros nubarrones de los ataques a representaciones diplomáticas occidentales por hordas fanatizadas y que han fortalecido en algunos sectores una profunda desconfianza hacia las posibilidades de evolución positiva del mundo musulmán.

En el avión que le conducía a Beirut el viernes 14, en su encuentro con los informadores que le acompañaban, Benedicto XVI rompió una lanza en favor de la llamada primavera árabe. “Diría que la primavera árabe es algo positivo: es el deseo de más democracia, de más libertad, de mayor cooperación, de una renovada identidad árabe. Y este grito de libertad, que procede de una juventud más formada cultural y profesionalmente, que desea mayor participación en la vida política y social, es un progreso, una cosa muy positiva y por lo tanto saludada por nosotros los cristianos”.

Una reflexión que muy pocos se hubieran atrevido a atribuir al octogenario teólogo que es Joseph Ratzinger, que, sin embargo, demuestra una lucidez de discernimiento envidiable. Durante estos tres días que ha permanecido en el Líbano, ha vuelto a demostrarlo.

Sobre su estado físico, le hemos visto como un zigzag, con altos y bajos, con inseguridades en el caminar, con los achaques propios de su edad, pero con una cabeza en perfecto equilibrio y funcionamiento.

En el nº 2.816 de Vida Nueva.

 

VIAJE DE BENEDICTO XVI AL LÍBANO:

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