El voto católico anda suelto por estos prados

religiosa en una mesa electoral

JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | El voto católico es como el toro que anda suelto sin trabar, campeando a su antojo por los prados y dehesas de esta finca hispana. Cuando menos te lo esperas, embiste. No hay que quitarle la mirada; hay que tenerlo en cuenta, porque España no ha dejado de ser católica, aunque así aparezca en el texto constitucional. Cuando Azaña soltó la frase de marras estaba hablando de un deseo más que de una realidad.

El voto católico no es cautivo. Anda suelto, sin disciplina, y ni tan siquiera tiene muy en cuenta la voz del mayoral (en este caso, el Episcopado). A veces, enamorado de la utopía y de un mundo mejor, abandona por la noche la maná y se afana en programas cargados de ilusión e ilusinismo en los predios de una izquierda en declive o de una derecha nostálgica de privilegios que adormecen.

El voto católico no tiene disciplina porque nadie lo vigila en su peregrinación a las urnas. El voto católico está hoy aquí, pero mañana puede estar allí. Al voto católico le preocupa que se metan con él, que lo usen y hasta que abusen de su ingenuidad. Le ponen trapos y señuelos, pero mira y recela antes de entrar al capote. [Seguir leyendo]

En el nº 2.776 de Vida Nueva.

 

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