Mª Carmen Mariñas: “La vida consagrada necesita coherencia, empeño y formación”

Rejas-monasterio(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Esta semana nos acercamos a la vida consagrada desde la perspectiva de la clausura. Mª Carmen Mariñas es la presidenta de la Federación de  Concepcionistas Franciscanas de clausura. Vive en Ponferrada y es una consagrada, contemplativa y feliz. Una mujer joven que, desde la reja del monasterio, experimenta una profunda pasión por la humanidad.

¿Cómo definiría el momento actual?

M-Carmen-MariñasEstamos en una época de cambio que afecta a todas las esferas de la vida y tiene como uno de sus más claros impulsores a las tecnologías de la información, pero nosotros tenemos que pensar en cómo hacer resurgir la sociedad nueva contando con los elementos que tenemos. No hemos de pararnos tanto en describirla, analizarla o tratar de entenderla, sino en amarla.

Esta sociedad del “bien-estar” debemos llevarla hacia el “bien-vivir”, fundamentado en los valores evangélicos, antes que cargarla con normas moralizantes. Hay que desterrar el lamento y buscar a la “oveja perdida” para gozar de su encuentro. Es  tiempo para relaciones intensas.

¿Las ilusiones con las que llegó al monasterio, han crecido o decrecido?

Lo sustancial permanece, y otras ilusiones… simplemente han variado, puesto que mi empeño de permitir que Dios descubra su rostro a los hombres a través de mí ha ido modificándose con el paso del tiempo, las circunstancias de mi Orden y los signos de los tiempos.

Me gusta alimentar la vida con la Palabra, como María, y agradecer las maravillas que Dios obra en mi frágil humanidad, a la vez que quisiera poder reflejar el esplendor del amor que contemplo, para que todos se encontrasen fascinados por Dios y prender en ellos la ilusión que me llevó a mí, y a otros muchos, a dejarlo todo por seguirle. Más que transmitir la dificultad del seguimiento, quiero ser posibilidad de Dios para todos.

¿Qué es lo que más está necesitando la vida consagrada contemplativa?

Del común, podría decir que coherencia, verdadero empeño en beber incansablemente del manantial de la Palabra de Dios y formarnos para saber dar razón de lo que contemplamos. Específicamente, superar la autonomía de nuestros monasterios y que se busquen cauces operativos de significatividad.

¿Por qué hay tanta distancia entre el mundo de los jóvenes y lo que los consagrados queremos transmitir?

Es prioritario llegar a ellos desde ellos, con empatía. No esperemos que ellos vengan; la iniciativa del encuentro parte de Jesús de Nazaret, que es el primero que vino a encontrarse con nosotros. Hemos de seguir sus pautas y conectar con los jóvenes en puntos concretos: en cuanto al lenguaje, comunicación; descubrir sus intereses, ilusiones, reconocer sus valores… tal vez la capacidad de sacrificio, de humanidad que tienen y, desde ahí, llevarles a otros valores por los que nosotros apostamos.

Su Orden vive ya la multiculturalidad… ¿Qué aporta a nuestra vida consagrada la convivencia y el crecimiento con otras culturas?

Lo más enriquecedor es comprobar que Dios se encarna en cada persona, pueblo, cultura y que nos deja libres para manifestarle nuestra adhesión a él, desde múltiples expresiones y gestos. El momento, multicultural, es una gran oportunidad para descubrir la voluntad de Dios para los consagrados.

Las congregaciones estamos en plena reestructuración de nuestras presencias. ¿Hay reestructuración en la vida contemplativa?

Yo diría que también, porque la unión y la comunión son unos valores fecundos y estimables. Pero me pregunto: con la reestructuración, ¿buscamos soluciones a cuestiones humanas? ¿Nos proponemos reestructurar la vida interna? ¿Pensamos en impulsar la vida espiritual de forma intensa? Tenemos que dejar a Dios ser Dios y pensar que Él puede obrar con la minoridad, ya que “puede Dios suscitar hijos de Abrahán de estas piedras” (Mt 3, 9).

MIRADA CON LUPA

El querer estar en todo, nos lleva a no estar en nada. La vida consagrada tiene que entender su signo y estar donde tiene que estar. El momento es crucial, el Reino siempre lo es, pero en esa encrucijada hay que tener claridad y coherencia: derrochar amor en lo escondido y en la rutina, con quien se acerca y a quien nos acercamos. Todavía cegados por los colores efímeros de los fuegos de artificio del reconocimiento social, los consagrados tenemos que convertirnos a la minoridad de la Encarnación. Ahí está la reestructuración.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.675 de Vida Nueva.

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