Tribuna

Gimnasio del corazón “para auténticos atletas de Jesús”

Compartir

Cuarenta y cuatro años tengo y es ahora cuando por primera vez he pisado un gimnasio… Cierto es que lo he hecho por este acercamiento al deporte que vivo desde hace ya unos años, gracias, en gran medida, al compromiso que con él tienen nuestros hijos: José Antonio, Jaime y Javier.



El gimnasio, todo un descubrimiento. Ese lugar donde encuentras personas que dedican tiempo a cuidarse, a cuidar su cuerpo, y a hacerlo además en relación con los demás, preocupándose si alguien falta, atentos por si alguien no puede hacer algún ejercicio, respetando sus tiempos…

Para el día a día

Un lugar donde hay profesionales que, sin quererlo hacer conscientemente, nos ayudan a que seamos “auténticos atletas de Cristo”, como decía San Pablo, para el día a día…

Gran aspiración y meta “deportiva”, ¿no créeis? … Y lo hacen desde su testimonio y su compromiso en la profesionalidad con la que atienden a todos los que asisten en sus instalaciones, ajustándose a sus realidades y sus necesidades; independientemente de su raza, de sus potenciales deportivos, sean los que sean, desde quienes son y sus cualidades, y desde lo que pueden hacer, y en base a lo que se plantean, cuidarse para seguir: viviendo…

Ayudar a respirar

Profesionales que ofrecen una silla cuando alguien se marea, permaneciendo a su lado, profesionales que ajustan ejercicios porque atienden a alguien que acaba de terminar un tratamiento de una enfermedad complicada y necesita de esos ajustes técnicos… Profesionales que ayudan a respirar profundamente, para sentirnos, sentir con los demás, sentir dentro la realidad…

Profesionales que logran “milagros”: personas que pueden seguir dando pasos, a pesar de la edad, y que pueden seguir manteniéndose independientes y autónomas… Profesionales que ayudan a jóvenes deportistas a mantenerse en forma en tiempos “de descanso”… Lo dicho, el gimnasio: un descubrimiento.

Sin edad

Y junto a todos los grupos de tareas que en los gimnasios se ofrecen, veía oportuno poder compartir una tabla de seis ejercicios para también trabajar aspectos del corazón, entendiendo por corazón, como se utiliza en las Sagradas Escrituras, lo más profundo de nuestro ser… Adelante el gimnasio del corazón.

Un aspecto común que comparten todos los ejercicios: no tienen edad, es decir, son para todos los públicos; y junto a esto, indicamos que no son solo para el período estival, ¿para toda la vida? Pues sí, puede valer. Indicaré el ejercicio (imagen), nombre y características. Comenzamos:

  • Caminar en la cinta. Recomendamos hacerlo, después de tomar consciencia de que Jesús está en nosotros, y esto tras unos minutos de oración. Está en nosotros y no de cualquier manera, porque está dándose por entero, por lo que animamos a nuestro deportista a salir “en cinta” de Jesús, hacia quienes lo necesiten. Tiempo: varias experiencias, de voluntariado, por ejemplo, hasta darse cuenta de que la vida merece la pena vivirla caminando hacia los demás, estando disponibles y al servicio, por Amor.
  • Aperturas para el pectoral. Recomendamos aperturas pectorales isotónicas, es decir, abrazos. Lo recomendamos en su fase excéntrica, por lo que será imprescindible lanzar abrazos hacia personas y situaciones que veamos que tienen esta necesidad y en las que tu abrazo va a aportar cariño, cercanía, comprensión… Hacerlo, cada día, cuando corresponda y sin reserva. No dejan agujetas y llenan el corazón.
  • Prensa de piernas. Cuidado, porque no se trata de pisotear… Ni mucho menos. Se trata de realizar un ejercicio en el que, desde una base, nos vemos con la capacidad y el compromiso de propulsarnos, “levantando” un compromiso vital para nosotros, no dejándolo sin acometer, sintiendo en el hacerlo liberación y desarrollo, porque comprobamos que tenemos recorrido, camino por andar. Importante llevarlo a término sujetándonos en los apoyos que aparecen en la imagen: la comunidad y la oración. Ojo, todo desde la base: Jesús y su Evangelio. Momento de realización: cada vez que se pueda tener un momento de parón y reflexión acerca del proyecto personal de vida.
  • Remo alto. No puede faltar “ayudar a remar”. Lo que tú y yo no rememos, se queda “sin remar”. Toma tu remo, y siempre que te toque: REMA. Así, juntos, se podrá ir a “otras orillas”, no importando las tormentas que en el camino nos podamos encontrar.
  • Extensión de tobillos. Ejercita los pequeños detalles que son los que nos sostienen: con ese leve movimiento de tobillo, cuida tu proyecto personal de vida (los saludos, los comentarios de refuerzo a quien lo necesite, la constancia cada día en aquello que no puede dejar de hacerse, etc.). Llevándolo a cabo te verás con un horizonte hacia el que orientarte, porque habrás descubierto qué es lo verdaderamente importante.
  • Cardio en la elíptica. Por último, un ejercicio de cardio, es decir, de cuidado del corazón. El objetivo es dejar reposar todo lo que has ido viviendo en los anteriores ejercicios, de tal manera que reflexiones acerca de qué es eso por lo que vas a seguir apostando desde Dios, porque te genera y genera VIDA a tu alrededor, porque llena tu corazón.