Tribuna

Discriminación por edad en tiempos de pandemia

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Introducción

La crisis sanitaria vivida en relación a la pandemia COVID-19 presenta numerosas implicaciones y desafíos en diferentes ámbitos que impactan en la vida de las personas y de las comunidades. Una de ellas es que afecta particularmente a los adultos mayores (AM) situándolos como uno de los principales focos de atención. En relación a esto, diferentes estudios dan cuenta de discursos y prácticas sociales discriminatorias, a tal punto que es posible sostener que junto a la pandemia ha habido un brote paralelo de discriminación por edad.



Discursos y prácticas

La recomendación global de aislamiento social no solo ha generado cambios en los hábitos de las actividades cotidianas y efectos para la salud de las personas, sino que además ha traído consecuencias desde el punto de vista gerontológico. La exclusión de los mayores en los hogares ha supuesto y remarcado una distinción entre jóvenes y viejos que se multiplica en los discursos y en las prácticas reforzando aún más la desvinculación intergeneracional en una sociedad ya dividida por edades. Además, la visión de la persona mayor excluida del tejido social puede repercutir negativamente en el proceso de envejecimiento de muchos jóvenes y niños internalizando esta representación de la vejez y del envejecimiento.

El distanciamiento sobrevuela problemáticas que se creían ya superadas como la teoría del desapego de los años 50. Según esta teoría, a medida que el sujeto envejece va reduciendo su interés vital y por lo tanto se va apartando de toda clase de interacción social dejando paso a las nuevas generaciones. Este proceso fue objeto de numerosas críticas tanto teóricas como metodológicas provenientes de diversos campos. No hay duda de que esta teoría, consciente o inconscientemente, está todavía arraigada en la sociedad en la que no siempre está claro que la persona mayor aislada es un problema y no un ideal. También se observan las llamadas “conductas de ayuda” promovidas a nivel social, en las que se plasma una discriminación por edad compasiva. Se trata de acciones paternalistas y condescendientes que crean un exceso de respuesta sin prestar atención al interés en recibir ayuda o al nivel de competencia de las personas. En este caso, las percepciones positivas o cálidas hacia los mayores se combinan con atributos de fragilidad, dependencia y victimización.

En relación a los discursos desfavorables hacia los AM, éstos se han hecho visibles tanto en los medios de comunicación, como en redes sociales, plataformas, debates en línea, en los que se vehicula la posibilidad de considerar a los mayores prescindibles frente a otros grupos sociales. Paralelamente, las muertes de personas más jóvenes han generado más cobertura en medios periodísticos, mientras que la muerte de miles de personas mayores se ha resumido a un mero dato estadístico. Los estudios realizados sobre las representaciones sociales de la vejez y los mayores en la prensa concluyen que éstas se caracterizan por ser predominantemente devaluadoras, negativas y prejuiciosas. Además, se destaca “el énfasis exclusivo en la vulnerabilidad de las personas mayores y la falta de respeto por su propia capacidad para ejercer su propio juicio” (HelpAge, 2020).


Discriminación

La gerontología ha hecho muchos esfuerzos para combatir la discriminación por edad. Señalar a un grupo de personas simplemente por la edad cronológica independientemente de su salud y de sus condiciones socio sanitarias no puede ser determinante. Se trata de un enfoque abiertamente discriminatorio, definido como “tratar a las personas de manera diferente, incluyendo cualquier distinción, exclusión, restricción o preferencia, basada directa o indirectamente en su edad conocida o percibida con la intención o el resultado de negarles sus derechos humanos en igualdad de condiciones con los demás” (HelpAge, 2020).

Estas conductas discriminatorias hacia las personas mayores son sostenidas desde el prejuicio hacia la vejez o viejismo. R. Butler, uno de los pioneros en la investigación sobre el envejecimiento, describe el viejismo (ageism) como el prejuicio de un grupo hacia otro grupo de personas mayores, especialmente por parte de las personas jóvenes y de la mediana edad. El viejismo se puede comparar con los efectos discriminatorios de la raza, sexo o clase social, u otras formas de discriminación y desempoderamiento en el que se devalúa, muchas veces inconscientemente, el estatus social de las personas mayores.

Es claro que la reflexión ética no se puede conformar con la aceptación de exigencias éticas mínimas con las que todos los actores sociales podrían acordar. La ética teológica invita a todo cristiano a mucho más: a imitar a Cristo que se ha identificado con los más excluidos de la sociedad. Aquí la ética de la solidaridad es el mejor reflejo de un paradigma que se orienta hacia una actitud de reconocimiento de la dignidad de todo ser humano y de compromiso en todos aquellos casos donde esta dignidad no es reconocida.

Conclusión

La pandemia ha encontrado a una sociedad desprovista de recursos éticos, la discriminación por edad es uno de ellos. Si bien diferentes políticas sanitarias hacia las personas mayores tienden a reducir el contagio y muerte por COVID-19, han catalizado discursos y prácticas abiertamente viejistas. Se debe sumir una mirada crítica hacia los discursos y actitudes paternalistas y avasalladoras de la dignidad humana no sólo porque las personas mayores son fuertes agentes de cambio y ciudadanos con pleno derecho, sino, además, porque esta mirada beneficia a todos los que envejecen.