Tribuna

Directorio para la Catequesis: todo es posible… y deseable

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Ala tercera va la vencida. Por ahora. Después del primer estructurador ‘Directorio Catequísitico General’, que sistematizaba las enseñanzas surgidas del Concilio Vaticano II, y del inicialmente más controvertido Directorio General para la Catequesis, que tuvo en cuenta especialmente el Catecismo de la Iglesia Católica de 1992, llega el tercer ‘Directorio para la Catequesis’, en el que se respiran los aires del papa Francisco, no solo con la que es su base –’La alegría del Evangelio’–, sino con frecuente referencia a otras exhortaciones como ‘La alegría del amor’, ‘Cristo vive’ o ‘Alegraos y regocijaos’, además de otras alusiones ocasionales.



En un momento de gran secularización y de increencia generalizada –no solo en Occidente–, aparece este Directorio que tiene en cuenta el contexto actual, en el que los conceptos ya no bastan y las etapas que seguíamos ya no son posibles. El nuevo Directorio, imprescindible, está muy bien organizado –con un interesantísimo índice temático, inexistente en los anteriores– y nos ayuda a centrarnos en lo esencial, lo que facilitará la tarea de desmenuzarlo e ir traduciéndolo en pasos concretos para llevar a acabo la tarea catequética en la actualidad.

jóvenes, catequesis

El Directorio propone una catequesis de iniciación a la vida cristiana que sea misionera y kerigmática, en la que la primacía del kerigma no le quita nada al valor de la mistagogía ni al testimonio de la caridad. Se trata, a la vez, de una catequesis de inspiración catecumenal (63), en la que la catequesis de adultos es la referencia para todas las demás (77).

Encuentro personal

El centro lo pone en la Palabra de Dios, no ya en el ‘Catecismo’ (90), y quedan así superadas antiguas tentaciones y problemas. Propone una catequesis que promueva el encuentro personal con Cristo (“tener los ojos fijos en Jesús”), en la comunidad y dentro de la cultura contemporánea. Y la iniciación cristiana no se limita a una enunciación, sino que en ella se actualiza el Evangelio (69).

Y presenta al catequista como maestro y mistagogo, acompañante y educador que establece, por tanto, una relación educativa además de testimonial –más allá de las negadas actividades escolares– y que usa diversos lenguajes: bíblico, simbólico-litúrgico, doctrinal y performativo (el testimonio de santos y mártires). Pero también el lenguaje narrativo y ¡autobiográfico!, el lenguaje del arte (imágenes, música, expresiones artísticas de la literatura, teatro o cine…), el diálogo con el arte contemporáneo y el lenguaje de la cultura digital… ¡y el camino de la belleza! Todo es posible. Todo es deseable.

(…)

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