Tribuna

Barreto, el cardenal que recogía las migas de la mesa

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Pedro Barreto, Don Pedro, cardenal Barreto o solamente Pedro, así a secas, ha sido el motor de nuestra frágil canoa mientras atravesaba “la otra selva” (como decimos en la REPAM – Red Eclesial Panamazónica- desde su fundación en 2014), donde se encuentran las Naciones Unidas (Nueva York) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Washington). Lugares esenciales y neurálgicos para nuestras acciones de incidencia política ante la grave vulneración de derechos humanos que viven cientos de miles de personas en cada uno de los países que conforman la Amazonía.



Ese era el objetivo de la Delegación, compuesta también por Lily Calderón (técnica del Núcleo de DDHH de la REPAM, el Padre Peter Hughes (su coordinador), monseñor Rafael Cob (vicepresidente de la REPAM) y yo misma (coordinadora de incidencia internacional- REPAM).

En busca de aliados

Para ello se han ido sucediendo reuniones, eventos, encuentros informales y otros institucionales, jornadas de trabajo… con relatorías de Naciones Unidas UN), Secretaria General de UN, Foro Permanente de Pueblos Indígenas, Secretaria General de la OEA (Organización de Estados Americanos) y sus áreas de Pueblos Indígenas, inclusión e internacional; Secretaria Ejecutiva de la CIDH y su equipo técnico, Conferencia Episcopal de los EEUU, Nuncios ante UN y EEUU, representante de la Santa Sede ante la OEA (el mejor de los compañeros en este viaje).

De forma muy especial, otros espacios con congregaciones y entidades de Iglesia aliadas que luchan cada día por poner freno a la actividad de empresas extractivas multinacionales y nacionales que, junto con muchos Gobiernos, están hiriendo profundamente el alma y el corazón de la selva amazónica y sus ríos; por ende, el frágil ecosistema mundial.

Instantes privilegiados

Pero este artículo quiere compartiros “la otra crónica”, la que solemos guardar en nuestro recuerdo personal y no hacemos pública. Quizás por rubor, o por querer dejarla en esa cajita íntima donde se van amontonando los instantes privilegiados que coleccionas desde que has tenido el privilegio de subirte a la canoa de la REPAM; recibiendo entre tus manos las redes de colores que se tejen y tejen sin cesar para seguir construyendo, no sólo sueños, sino también herramientas de defensa concretas para los pueblos que habitan la Amazonía.

Eso me ha pasado con Pedro Barreto. A quien ya conocía desde hace muchos años y con quien, desde su carácter bien aragonés (pasado por el filtro limeño), nos hemos hecho muchas bromas ya en el primer encuentro, cuando todavía era Arzobispo de Huancayo. Y como ya le “advertí” hace unos días (medio en broma, medio en serio), hoy quiero sacar de mi cajita personal, alguno de esos instantes guardaditos entre tanta intensidad de trabajo y pocas horas para dormir.

Compartir lo cotidiano

Si bien es verdad que, por nuestra opción familiar, desde hace más de 30 años hemos compartido (nuestros tres hijos, Arturo y yo) momentos con muchos sacerdotes, algunos con un carisma impresionante como el Tata Mariano Puga, Pepe Aldunate, Gustavo Gutiérrez o el Cardenal Humes; también lo es que nunca había vivido tantos días seguidos la posibilidad de “compartir el cotidiano”. Desde los medios de transporte, pasando por qué comer y dónde, a qué hora reunirnos o desayunar, o nuestra música preferida. ¡¡¡Y qué deciros de los selfies!!!

Los espacios de eucaristía y oración diarios de forma muy significativa, sintiéndonos ya parte de esa nueva Conferencia Eclesial de la Amazonía de la que también Pedro Barreto es motor compartido con el Cardenal Humes y tantas otras mujeres y hombres. Donde la voz de cada una de nosotras y nosotros ponía en medio de la asamblea su vida, su horizonte, sus miedos… Y así el Tata Dios podía envolverlas, mecerlas, transformarlas y seguir siendo agua fresca en la construcción del Reino.

Acciones conjuntas

¿Y por qué el título de este pequeño artículo? Porque así fue. Con una suavidad, con un “arte” que luego, a la mañana siguiente, compartí en nuestra misa mañanera en medio de alguna risa, pero también con el cariño de la admiración. Porque Pedro no sólo es capaz de recoger las migas de la mesa donde hemos tenido una comida de trabajo con una relatoría de Naciones Unidas, y mientras lo hace seguir hablando y comentando con el relator de los Derechos de los Pueblos Indígenas caminos a seguir y acciones conjuntas (y casi pasar desapercibida su acción).

Es que es así siempre. Cada día.

Y eso, no nos engañemos, no es habitual. Es testimonio de asamblea, de Pueblo de Dios, de eclesialidad.

Son pequeños gestos, claro.

Detalles domésticos

Pero a mujeres como a mí, no se nos escapan esos detalles “domésticos” que luego de seguro definirán las decisiones institucionales, los cambios paradigmáticos, la apuesta por cambios profundos. La vida, nos lo decían nuestras abuelas, se construye desde lo muy pequeño, desde el hogar, desde lo que te rodea en la niñez. Y así le pasó a Pedro con la suya, y eso se le nota.

Yo quiero pedir hoy más Cardenales que recojan las migas de la mesa, y los platos de papel y los vasos de plástico; o que puedan comer sin cubiertos bocadillos “gringos” de comida rápida y sonreír al ver el rico chocolate de postre. Que construyan eclesialidad desde el cada día y, por supuesto, que sean grandes “capitanes” y motores de canoas, en la Amazonía y en el resto de la tierra.