Taizé cuelga el cartel de completo durante el verano

  • La aldea de la Borgoña francesa recordará el próximo día 16 que hace 13 años moría, durante la oración de la tarde, el hermano Roger
  • El encuentro internacional de final de año será en esta ocasión en Madrid

Taizé

Desde la Semana Santa a los inicios del otoño, cientos de miles de personas irrumpen en la tranquilidad de una pequeña aldea de la Borgoña francesa que se ha convertido en un recuerdo perenne de que el ecumenismo es posible en la oración. La comunidad monástica de Taizé, iniciada por Roger Schutz, el hermano Roger, en 1940 con unos cuantos huérfanos y prisioneros de la guerra, se ensancha –uno de los verbos favoritos del fundador– para recibir a cuantos quieren compartir la especial liturgia y la propuesta formativa que proponen los hermanos y cientos de voluntarios que les acompañan.

Y es que como dijo durante su visita en 1986 Juan Pablo II “se pasa por Taizé como se pasa junto a una fuente. El viajero se detiene, bebe y continúa su ruta. Los hermanos de la comunidad, ya lo sabéis, no quieren reteneros”. Según el hermano Pedro de Taizé, originario de Barcelona, cada semana se acercan a Taizé unos 4.000 jóvenes que llegan casi se duplican en esta semana que tiene una dedicación especial para personas de entre 18 y 35 años.

13 años sin el hermano Roger

Además en el calendario de agosto de la comunidad, desde 2005, se recuerda la trágica muerte del fundador, al ser este apuñalado al final de la oración de la tarde en la moderna iglesia de la Reconciliación por una mujer que sufría problemas mentales. Como cada día, el anciano monje se colocaba en el centro en su silla de ruedas rodeado de niños y al final recibía el saludo de quienes se acercaban. El 16 de agosto de cada año el recuerdo del iniciador de este movimiento ecuménico nunca faltará.

Los hermanos de la comunidad suelen rezaron unos minutos al final del día ante la sencilla tumba que se encuentra junto a la tradicional iglesia románica del pueblo. Lo hacen siempre con una de las oraciones favoritas del que había sido su carismático prior: “Jesús, el Cristo, luz interior, no dejes que mis tinieblas me hablen, dame de acoger tu amor”. En esta semana central del mes suelen acudir a Taizé unos 7.000 jóvenes, en la celebración de la eucaristía ese día suele leerse siempre la misma lecturas: el evangelio de las Bienaventuranzas (Mt 5, 1-12).

“Pidamos al Señor que el sacrificio de su vida contribuya a consolidar el compromiso por la paz y la solidaridad de quienes tienen en sus corazones el futuro de la humanidad”, dijo Benedicto XVI al año de su muerte en la catequesis de los miércoles, recordando cómo se enteró de su dramático fallecimiento a la vuelta de la Jornada Mundial de la Juventud, puesto que “su testimonio de fe cristiana y dialogo ecuménico fueron una preciosa enseñanza para generaciones enteras de jóvenes”.

El mensaje de Taizé

Para el sucesor del carismático monje, el hermano Alois, el mensaje de este foco ecuménico, a escasos kilómetros de los restos de la en su día esplendorosa abadía de Cluny, es claro y actual. Todos los que viven la experiencia de Taizé son los sucesores de su intensa búsqueda de las fuentes de la fe como camino para una auténtica reconciliación, son los portadores del Espíritu que impulsa a hacer posible la parábola de la comunidad que constituye Taizé, son el cauce del amor de Dios ante los más alejados, los más necesitados.

El mensaje de Taizé, de su campana, de su pequeña iglesia románica, de su comedor abierto al horizonte, de sus rezos cantados… es que es posible vivir en plenitud el programa de las Bienaventuranzas. Esto es lo que hace que un año más Taizé cuelgue el cartel de completo. La próxima cita, durante la nochevieja en Madrid.

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