Educación católica, excelencia y calidad

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La Constitución Política de Colombia plantea, según el artículo 67, que la educación es un derecho de la persona; no hay otra distinción para ser titular de dicho derecho. Sin embargo, es una realidad evidente que en nuestro país la educación tiene aún muchísimos retos para llegar a ser equitativa para todos. Hablamos aquí de equidad y no de igualdad, puesto que la educación se encuentra atravesada por los requerimientos culturales, sociales y de contexto.

Uno de los más grandes retos que enfrenta el desarrollo educativo de nuestro país es la distinción entre la educación en los grandes cascos urbanos y las zonas rurales. Es evidente en los resultados que obtienen los jóvenes y niños en diferentes pruebas estatales y no estatales que existe una brecha en la educación entre estos dos contextos.   

Buena parte de la perspectiva católica frente a este asunto la hallamos en todas aquellas comunidades religiosas cuyo carisma es la educación y hacen presencia a lo largo y ancho de nuestro territorio nacional. Dichas comunidades han ejercido un importante papel en la educación de citadinos y campesinos, en el desarrollo de entornos sociales, económicos y culturales. Es diferente cuestionar la intención de la educación del Estado y la de las comunidades católicas, ya que mientras el Estado busca cumplir con un deber como ente, para nuestras comunidades religiosas la tarea educativa constituye un acto de salvación que atraviesa por mucho la frontera del derecho político y se incrusta en el sentido mismo de su razón de ser, de su fe y su esperanza de ver el Reino de Dios en la Tierra. Que esto tenga unas consecuencias políticas, empezando por dar cumplimiento al derecho, es cosa distinta.

He aquí un mensaje vivo de la educación católica en nuestro país, la excelencia es posible en todos los contextos mientras exista un compromiso sincero, una apuesta real y permanente por los niños y jóvenes en formación; sin distinciones. Basta con dar una mirada al clima escolar favorecido por comunidades religiosas católicas para darse cuenta de que existen diferencias radicales que tienen su hincapié en la exigencia que se ejerce sin distinción alguna entre lo rural y lo urbano, pues la igualdad entre seres humanos no es entendida como un asunto político sino como una consecuencia directa de ser hijos de Dios. En dicha perspectiva encontramos casos en los que la educación católica ha construido una tradición de excelencia para comunidades rurales, demostrando que la formación no tiene diferencia entre ciudadanos de primera, segunda o tercera clase; que es una cuestión de compromiso y entrega.

Un lugar de salvación

Recientemente fue entregada a la Escuela Normal Superior de Gigante (Huila) la Medalla a la Excelencia, otorgada a las instituciones educativas que han logrado mayores avances en los últimos dos años, según el Índice Sintético de Calidad. Estos son los resultados de todo un equipo: estudiantes, maestros, padres de familia y directivos que comparten una visión de la educación. Se constata aquí el potencial que tienen las comunidades educadoras, así como los sectores rurales y de cascos urbanos de menor tamaño, mas no de menor capacidad.

La Escuela Normal Superior de Gigante (Huila) ha sido dirigida por más de medio siglo en el proyecto educativo católico. Las Hermanas Salesianas entregaron en ella esfuerzos constantes en beneficio de los huilenses, logrando con ello resultados que se evidencian en lo humano, académico y, por supuesto, en el gran aprecio que por ellas manifiesta la comunidad. Esta tradición fue recibida desde hace tres años por los Hermanos de las Escuelas Cristianas De La Salle, con el compromiso que los caracteriza. Las directrices de los religiosos acerca de una educación de calidad, una formación humana y cristina para la construcción de la paz se ven reflejadas tanto en los resultados como en el reconocimiento de los mismos. El regocijo que nuestros religiosos y religiosas sienten al ver los avances de sus estudiantes está por encima del simple cumplimiento del deber; está en la convicción de estar haciendo con ello una realidad más justa y equitativa: la escuela como lugar de salvación.

Rafael Rojas

Filósofo

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