Editorial

Los españoles no se lo merecen

Compartir

portada VN El fracaso de los políticos final de legislatura 2987 mayo 2016 pequeña

EDITORIAL VIDA NUEVA | Con la firma del decreto de disolución de las Cortes, Felipe VI ha puesto fin a la legislatura más corta de la democracia española. Ciento once días que han evidenciado la incapacidad de la clase política para responder a una realidad manifestada por el pueblo soberano en las urnas: gobernar desde el multipartidismo.

Lamentablemente, ninguno de los cabezas de lista ha pedido perdón a los ciudadanos por este tiempo perdido. Tan solo el presidente del Congreso, Patxi López, ha reconocido que “no hemos sabido cumplir el mandato de los ciudadanos, pero espero que estos cuatro meses hayan servido al menos para aprender la lección”. Ojalá sea así, pero tanto los líderes de las formaciones clásicas como las de nuevo cuño se han aferrado a la teatralidad excluyente, se han apresurado a echar las culpas al vecino y a rearmarse para una campaña electoral en la que prácticamente se repetirán las mismas caras e idénticos discursos, algo más polarizados por aquello de reivindicarse. Serán los mismos nombres los que tendrán que iniciar las rondas con el Rey tras el 26 de junio, con sus mismas propuestas y resistencias, con sus mismas líneas rojas y, por tanto, con su misma ambición.

Ni la vieja ni la nueva política
han sabido encarnar la regeneración
que este país necesita para salir adelante.
Sólo desde el encuentro como marco,
con una negociación que implica renuncias,
este país dejara de ser ingobernable.

Los 350 diputados han tirado por la borda una oportunidad para recuperar una credibilidad que ya estaba tocada por la corrupción de algunos. Los intereses partidistas han llegado a materializarse en irrisorios repartos de carteras convirtiendo las estancias del Congreso en un mercado, cuando comerciar con el voto de los ciudadanos resulta cuanto menos reprochable. No es de recibo ni el espectáculo de unos de negociar a toda costa para hacerse con la Moncloa ni los brazos cruzados de otros esperando el desenlace electoral.

No ha fallado el sistema; prueba de ello es que se han dilatado los tiempos y procesos de forma exquisita según marca la Constitución. Tampoco ha errado la política como ciencia que permite organizar la convivencia de un país. Pero sí han defraudado quienes están llamados a ponerlo en práctica. En todo el arco parlamentario se ha evidenciado una falta de sentido de Estado, de esa responsabilidad enraizada en cada escaño depositario de la soberanía popular.

Durante estas dieciséis semanas de parálisis legislativa y reproches de sainete se han congelado asuntos tan delicados como la puesta en marcha de un corredor humanitario para los refugiados, como así lo ha desvelado a Vida Nueva la Comunidad de Sant’Egidio. La todavía delicada situación económica de la que dan fe los millones de parados y sus familias que no llegan a fin de mes también se han quedado en la cuneta del discurso.

La Iglesia como institución,
lejos de contribuir a la crispación
o alistar en un bando, ha salido
a la palestra para sacar la cara por quienes
sufren las consecuencias de esta provisionalidad.

Con este panorama, no es de extrañar que la decepción de los ciudadanos se traduzca el próximo 26 de junio en una significativa abstención. Ni la vieja, pero tampoco la “nueva política”, han sabido encarnar esa regeneración que precisa este país para salir adelante, a la vez que ha quedado soterrado el humanismo cristiano que hizo posible la Transición. Este país será ingobernable, no por la pluralidad de opciones, sino hasta que los políticos no acepten que el escenario y las reglas del juego han cambiado, que nadie puede marcar las suyas sin contar con el otro a la manera de un pasado de mayorías absolutas hoy inexistentes.

Afortunadamente, la Iglesia como institución, lejos de contribuir a la crispación o alistarse en un bando, ha salido a la palestra con Ricardo Blázquez al frente para alertar de los riesgos de este estado de provisionalidad y sacar la cara por quienes sufren sus consecuencias, para reclamar la generosidad de una abstención o de un acuerdo multilateral en aras de la estabilidad y cohesión.

Desde esta mirada, solo se desbloqueará la situación desde una cultura del encuentro que establezca el consenso como marco, con una negociación que requiere de un acuerdo de mínimos pero también de renuncias, . De lo contrario, el 27 de junio se repetirá el desconcierto vivido tras el 20 de diciembre. Y los españoles no se lo merecen.

En el nº 2.987 de Vida Nueva. Del 7 al 13 de mayo

 

LEA TAMBIÉN: