Editorial

La inmortalidad que vale 20 mil dólares

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El veterano de la II Guerra Mundial que pagó 20 mil dólares para tener derecho a la criopreservación, al morir sabía que después de su último suspiro su cuerpo sería cubierto con hielo mientras lo llevaban a Cryonic, el instituto en donde le extraerían toda la sangre y la reemplazarían por un criopreservativo.

Después lo sumergirían en un tanque a la temperatura del nitrógeno de 196°c, y así esperará hasta el día en que los científicos puedan reparar los daños sufridos en órganos, tejidos y células y lo devuelvan a la condición de cualquier ser vivo, con la diferencia de que pertenecerá a la clase de los redivivos con vocación a la inmortalidad.

Esta es la versión de la resurrección de los muertos según el instituto Cryonics de Estados Unidos. Como el veterano, ya hay 99 cuerpos más en esa fría sala de espera de la resurrección que promete Cryonics. Anota irónico el sociólogo  Norbert Elías que “no hay idea alguna, por extraña que parezca, en la que los hombres no estén dispuestos a creer con tal que les afiance la esperanza de una forma de eternidad para su existencia”.

Se necesita mucha fe en la ciencia para ingresar en los tanques helados de ese instituto y muy escasa o ninguna fe en la resurrección de la carne de que habla el credo.

De hecho hay una forma más sencilla y real de creer en la inmortalidad. De esa participan los abuelos que están seguros de que vivirán largos años en la memoria de sus hijos y nietos si logran, en vida, mantener un nicho en la conciencia de sus descendientes. Entrar en ese nicho es el objetivo que se proponen al compartir con ellos su sabiduría, o con las acciones sabias que merecen ser recordadas. El creyente, por su parte poca o ninguna necesidad tiene de la larga espera de los crionizados. Él sabe que el hombre no nació para morir sino para renacer y que la realidad de la muerte fue transformada por la resurrección de Jesucristo; momento en que se abrió para el hombre la puerta de la inmortalidad. Razón del entusiasmo de san Pablo al afirmar: “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe”.

Publicado en el nº 17 de Vida Nueva Colombia (del 18 de diciembre de 2010 al 14 de enero de 2011).