EDITORIAL VIDA NUEVA | El Año de la Misericordia da sus últimos pasos con el Jubileo de los presos recién celebrado en Roma. Más de mil internos, entre ellos 25 españoles, escucharon cómo el Papa les animaba a “no encerrarse en el pasado, sino abrir un nuevo capítulo de la vida”.
Después de teorizar sobre el binomio justicia y misericordia en sínodos, exhortaciones e instrucciones, los debates parecen conversaciones de galgos y podencos cuando se palpa el dolor y el sufrimiento que tiene lugar en el interior de una celda. Entre aquellos que han tocado fondo ante la comisión de un delito es donde el abrazo del Padre del Hijo Pródigo se vuelve indispensable más allá de las condenas y de la culpabilidad.
Lo experimentan en España los 137 capellanes y más de 3.000 voluntarios que abren puertas santas en cada prisión cada vez que acompañan a los reos. De sus palabras y gestos llega el perdón del Dios misericordia y la reconciliación con uno mismo ante el daño causado, pero también las herramientas para encauzar sus vidas y promover su reinserción, una tarea pendiente no solo del sistema penitenciario, sino de una sociedad que no perdona y amplía condenas aunque ya se hayan cumplido.
Publicado en el número 3.011 de Vida Nueva. Ver sumario
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