Flor María Ramírez
Licenciada en Relaciones Internacionales por el Colegio de México

Violencia: entre brotes y rebrotes


Compartir

Las imágenes y cifras de los distintos tipos de violencia -al menos del tipo intrafamiliar- parecen haberse disparado con la pandemia. Según ONU Mujeres, los nuevos datos muestran que, desde el estallido de Covid-19, “las denuncias de violencia contra la mujer, y en particular la violencia doméstica, han aumentado en varios países, como la seguridad, salud, y las preocupaciones por el dinero crean tensiones, y tensiones acentuadas por las condiciones de vida apretadas y confinadas del encierro. Más de la mitad de la población mundial estaba en condiciones de aislamiento a principios de abril”. [1]



Desde la Iglesia se ha expresado particular preocupación por este tema: monseñor Sergio Gualberti, arzobispo de Santa Cruz refiere cómo este tema en Bolivia se ha profundizado durante la cuarentena y la necesidad de acompañar a las víctimas de esa espiral de violencia son las mujeres; así lo confirma el inaudito número de feminicidios durante este tiempo de pandemia. Por su parte, la Conferencia del Episcopado Mexicano ha señalado que la violencia “es la única que no está en cuarentena y sigue su estela de muerte e inhumanidad en todo México”, lamentando el aumento de los asesinatos en el país, así como el recrudecimiento la violencia intrafamiliar.

La preocupación también tiene que ver con otro nivel de violencia, la relacionada con los conflictos armados. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas hizo también una llamada para “la suspensión inmediata de las hostilidades en todas las situaciones durante al menos 90 días consecutivos” con el fin de garantizar la asistencia humanitaria a las poblaciones afectadas y contrarrestar las consecuencias devastadoras de la propagación del Covid-19. Igualmente, los datos de la violencia inter religiosa en países como la India siguen siendo alarmantes.

Foto: EFE/Tony Rivera

“La indiferencia no es una opción”, ha dicho la Diócesis de Colón en Panamá tras vivir en carne propia varios asesinatos durante la cuarentena. ¿Qué opciones tenemos como Iglesia hoy? Ya se han generado muchas: líneas de apoyo espiritual, centros de escucha, círculos de oración, la música, alzar nuestra voz son herramientas que constructoras y constructores de paz tienen siempre en mente. La Iglesia trabaja de manera histórica procesos de construcción de paz a todos los niveles, ofreciendo consuelo a las víctimas y moviendo a la conversión a quienes les han ofendido.

Sin duda la crisis de Covid-19 y el manejo de las múltiples respuestas están exacerbando las raíces subyacentes de muchos conflictos alrededor, en muchas familias y comunidades. Particularmente la desigualdad, la discriminación, el racismo y la xenofobia están haciendo brechas, que se abren para poner entre dicho los principios fundamentales de la vida y la dignidad de las personas que se convierten en víctimas

Los brotes y rebrotes de violencia surgidos durante la emergencia por el Covid-19 representan un reto para quienes trabajan en la construcción de paz, dentro y fuera de las estructuras eclesiales. Hoy más que nunca se necesita más manos y más mentes constructoras, pero también más manos sanadoras que puedan trabajar persona a persona, familia a familia, comunidad a comunidad para reducir el flagelo de las violencias.

 

[1] UN Women, COVID-19 and Ending Violence Against Women and Girls.