Rafael Salomón
Comunicador católico

Un tiempo valioso dedicado a Dios


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A veces sucede, mientras estamos orando nos distraemos. Pasan muchas cosas en el momento en que queremos tener un diálogo con Dios o deseamos estar unos minutos en su presencia, llegan esos pensamientos intrusivos que nos distraen y simplemente dejamos que nuestra mente se aleje de la oración.



Encontramos que esto ya se toma con mucho rigor en el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 2729: “La dificultad habitual de la oración es la distracción. En la oración vocal, la distracción puede referirse a las palabras y al sentido de estas. La distracción, de un modo más profundo, puede referirse a Aquel al que oramos…”.

No cabe duda que una buena parte de los creyentes debemos ejercitar la concentración y meditación para evitar distraernos con pensamientos innecesarios. La razón puede ser que nuestro corazón está apegado a tantas cosas, nuestros intereses nos alejan de la conciencia de entregar un tiempo valioso dedicado a Dios; de manera que, en la tranquilidad de nuestra oración nos acordamos de pendientes, fechas, compromisos y pensamos un poco de todo.

Qué difícil es en estos tiempos la concentración completa y es que más bien, la sociedad nos ha enseñado a ser “multitareas”, mientras más cosas hagamos, más productivos seremos y cuando llega el momento de sólo hacer una cosa, como es la oración, nos cuesta trabajo. Debemos aprender a dominarnos y es que la enseñanza de Jesucristo insiste en la vigilancia, en estar atentos.

Para el orante la oración se dificulta, con un doble de esfuerzo cuando de contemplación se requiere. En esos momentos lo recomendable es volver a nuestro corazón y recordar que estamos en un lugar o momento donde la presencia divina debería inspirarnos, entregarnos a la oración o a la contemplación con afán, gozo y entrega.

mujeres en parroquia

Limitamos nuestro acercamiento a Dios

Para alcanzar este momento debe haber gusto, alegría y ganas de hacerlo, pero, algunos hermanos van sin esa motivación o su oración se limita a repetir palabras, logrando con ello una actitud de tedio y alejamiento. El cansancio también es otro aspecto a considerar, si hemos dejado hasta el final de la jornada nuestra oración, lo más probable es que terminemos rendidos y vencidos a nuestro propósito.

Me ha sucedido en algunas veladas, las personas invitadas a orar son vencidas por el cansancio y en el templo hemos escuchado ‘ronquidos’ sin precedente frente a Jesús Eucaristía. Otro factor que nos aleja de la oración es la falta de fe, limitamos nuestro acercamiento a Dios, no hay entrega total, ya sea por desconocimiento o arrogancia, aspecto que impide también que nuestra oración se diluya y aparezca el desaliento.

Orar es una actividad que debemos tomar con la seriedad y rigor verdadero, es la forma en que podemos estar en relación constante con Dios y desafortunadamente no le damos la importancia que se requiere, de manera que, en ocasiones, vemos la apatía y la falta de profundidad en nuestra relación y diálogo, quedándonos dormidos, con una sensación de haber perdido el tiempo y de una pereza espiritual que relaja nuestra fe a los niveles de incredulidad.

“Regresó junto a los discípulos y los encontró dormidos. Entonces, dijo a Pedro: –¿De modo que no han podido velar conmigo ni siquiera una hora? Velen y oren, para que puedan afrontar la prueba; pues el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil–”.  Mateo 26, 40-41

Hacer de la oración parte de nuestra vida, orar con humildad, confianza y perseverancia para vencer los obstáculos que nos alejan del encuentro con Dios por medio de la oración es el reto que tendremos que afrontar los orantes.