Ternura en rama


Compartir

“El problema vital es el alma, el problema es de Resurrección. El problema señor, será siempre sembrar amor” canta Silvio Rodríguez

¿Acaso no nos queremos enterar que la ternura es la gran resucitadora de las personas? Ternura en rama, esa que toca el hondón y las entrañas con mimo, esa que nos renueva y tira nuestros lastres como en la célebre escena de la película ‘La Misión’. ¿Recuerdan? Esa en la que los indios rompen la cuerda que ataba al traficante Rodrigo Mendoza a su pasado de culpabilidad y levantan su rostro.

Ternura que al sentirla nos hace sabernos amados, y por amados dignos y regalados. ‘Gracias a la Vida’, canta Violeta Parra, porque “me ha dado a voz tan tierna de mi bien amado”. Y es que, como tan bien canta Luis Eduardo Aute, a veces “bastan solamente dos o tres segundos de ternura” para tirar adelante, para recomenzar, para poder seguir diciendo: “Amanece, que no es poco”. Sin embargo cuántos y cuántas hay que no hayan experimentado ni siquiera esos dos o tres segundos. Cuántos otros no han sabido cultivar la ternura que recibieron y la tienen marchita y cerrada bajo siete llaves, a cuántos hemos negado y seguimos negando nuestra ternura cada día. A cuántos y cuántas nuestra Iglesia sigue mostrando su cara menos tierna.

árbol

Falta ternura en cómo hacemos, cómo decimos, cómo miramos, cómo escuchamos, cómo amamos. El Jesús que nos ilumina era tierno. Tierno cuando llora por la muerte de su amigo Lázaro (Jn 11, 32-36), tierno cuando siente pena por Jersusalén (Lc 19, 41- 42), tierno cuando habla con el “joven rico” (Mc 10,21), tierno cuando se sobrecoge ante el derroche de la mujer que le unge con perfume en plena comida con Simón el Fariseo poniéndole en evidencia (Lc 7,44-47). De las primeras comunidades se decía que, en ellas se perseveraba en la fraternidad y se compartía el alimento con alegría y sencillez (Hch 2, 42-47). Tertuliano, en el siglo II decía de los cristianos: “Mirad cómo se aman”

Ahora que estamos camino de Pentecostés no está de más pedir al Espíritu el don de la Piedad, prima hermana de la ternura.